Interesante producción hecha en nuestra madre patria de la mano del realizador mexicano Guillermo del Toro.

No hay que darse a engaño: conociendo sus trabajos anteriores, se podría pensar que va a ser una película donde el terror es el principal portagonista, pero en realidad se trata de una cinta con gran carga dramática enriquecida con toques fantásticos. Esta forma de hacer cine, esta mezcla de géneros que aparentemente no tienen nada que ver entre sí, tiene la marca personal de Del Toro y es indivisible a él, como ya demostró en su "Laberinto del Fauno", de corte muy parecido a este "Espinazo del Diablo".

La acción transcurre en un antiguo y pobre orfanato, asentado en medio de ningún lugar durante la Guerra Civil, donde la miseria es el pan de cada día y el hambre y la injusticia hacen estragos. Los huérfanos de la guerra sobreviven (que no viven) dentro de las viejas paredes, las cuales rodean como centinelas una bomba incrustada en mitad del patio, testigo mudo de una guerra que entra por la puerta con los niños como heraldos. Los cuidadores del orfanato son viejos republicanos opositores al nuevo régimen: un hombre racional, romántico y amante de la poesía (Federico Luppi), y la directora del centro (Marisa Paredes), una mujer tan enamorada como necesitada de amor. Estos personajes, tranquilos y misterioros a la vez, contrastan con el portero, Eduardo Noriega, traumatizado desde pequeño y criado en un ambiente de soledad, el cual le ha vuelto huraño, insensible y peligroso. Y el niño Carlos (excelente Fernando Tielve), recién llegado a la institución, se dará cuenta de que hay algo sobrenatural que clama justicia en el viejo y olvidado foso.

La película tiene elementos de historia de fantasmas a la vieja usanza dentro de un drama de muy buena factura y creciente interés, sobre todo gracias a las buenas interpretaciones de los chavales en general y de los profesores, donde Luppi y Marisa Paredes hacen unos papeles acordes con sus merecidas famas de buenos actores. El único que parece un tanto fuera de lugar es Eduardo Noriega, malo "made in Del Toro" por su característica crueldad excesiva, que parece demasiado sobreactuado y se aleja del buen nivel de credibilidad del resto del reparto.

Lo que más llama la atención es la facilidad de Del Toro para cambiar totalmente de registro en mitad de una escena sin que se note corte alguno. Su talento para unir piezas que no encajarían de otra forma y hacer que funcione como un mural indivisible está totalmente demostrado en toda la proyección, donde los elementos fantásticos van alternando con el drama principal de forma armónica sin que el cambio sea brusco. Esto hace que el interés no decaiga en ningún momento y absorve al espectador en la trama hasta el final.

De las más recomendables de la filmografía del director mexicano.