Sorprendente segunda película de Amenábar y, quizás, su mejor obra. Su mayor logro consiste en plasmar en pantalla una trama rocambolesca de sueños que no son sueños y personas que no están ahí, como si la película estuviera en todo momento buceando en la trastornada mente de un esquizofrénico. Amenábar lo consigue con creces, y nos regala escenas de una potencia visual nunca antes vista en el cine español. Noriega está magnífico en su papel de niño-rico encumbrado en lo más alto de la sociedad y en el de loco de remate cuando cae a lo más bajo.
No es de extrañar que la todopoderosa industria hollywoodyense se fijara en el filme e intentara hacer un "remake" a lo americano, con unos resultados más que penosos.