Cuando alguien se enfrenta a una película de las características de “El volar es para los pájaros”, no sabe si está ante una genialidad o se la están colando por todas partes, y más si se trata de un director como Robert Altman.

Quien haya visto algún ejemplo de la filmografía de Altman no se extrañará cuando desfilen por la pantalla los variopintos personajes que integran el filme, empezando por el profesor experto en ornitología (Rene Auberjonois) y terminando por el visionario con ínfulas de Leonardo da Vinci, que quiere volar como los pájaros y que da nombre a la película en su título original, Brewster McCloud (Bud Cort).

Tanto los personajes como la trama carecen de la coherencia de un hilo argumental medianamente tejido, dándose situaciones de lo más surrealistas. Los mensajes y las referencias estarán ahí, pero lo único que consiguen es provocarle un buen dolor de cabeza a quien intente buscar explicaciones. Hay que dejarse llevar, tomárselo como el trabajo de un artesano que sólo quiere plasmar sus inquietudes artísticas en el celuloide. No por ello estamos ante una película difícil, pues Altman plasma sus extravagantes ideas en la forma de un humor característico que no se diferencia mucho del de Mel Brooks o el trío Zucker, Abrahams y Zucker (ZAZ), pesos pesados del humor surrealista.

Sea como fuere, merece darle una oportunidad como ejemplo de la ola de cine abstracto que llenaba las carteleras de la época.