Peter Jackson vuelve a la Tierra Media tal como nos prometió, con sus adorables hobbits como abanderados para volver a conquistar las taquillas de todo el mundo.

Bilbo Bolsón (Martin Freeman), de Bolsón Cerrado, vive una apacible vida hobbit dentro de su cómodo agujero hobbit hasta que un día aparece su viejo amigo Gandalf el mago (Ian McKellen) para proponerle una aventura. El sonido de esa palabra es suficiente para hacer que un hobbit comience a sudar, a marearse y, seguidamente, a desmayarse con sólo pensar lo incómodo y penoso que resultaría salir de la Comarca por esos caminos sucios, polvorientos y llenos de peligros… por no hablar de que se tendría que olvidar de tomar sus dos o tres desayunos matutinos. Lo que no espera es la visita de unos ruidosos y maleducados enanos que abarrotarán su agujero hobbit, saquearán su nutrida despensa, y le contarán una triste historia sobre su hogar, Erebor, la Montaña Solitaria, devastado por un terrible y codicioso gusano llamado Smaug, el cual descansa sobre una montaña de oro. El dragón usurpa el trono de su verdadero poseedor, el Rey Bajo la Montaña, Thorin Escudo de Roble (Richard Armitage), el cual no dudará en luchar por recuperar el hogar de los enanos…

Esta precuela de la magna trilogía de ESDLA tiene el difícil cometido de, como mínimo, igualar en majestad y poder visual a su hermana mayor. Desde luego, Jackson y su equipo han puesto toda la leña en el fuego de Mordor para dotar a “El Hobbit: un viaje inesperado” de todos los avances técnicos de la industria, destacando esos famosos 48 fotogramas por segundo. El diseño de la película, su formato y su estructura principal es prácticamente idéntica a ESDLA, por lo que nos podemos volver a quitar el sombrero puntiagudo de Gandalf ante el gran trabajo de recreación de esa bellísima y a la vez terrible Tierra Media de hobbits, elfos, trolls y trasgos.

Siempre intentando ser lo más fiel posible al texto original de Tolkien, Jackson copia casi literalmente algunos diálogos (sobre todo al comienzo y en la parte de Gollum), adapta muy bien los diversos avatares que Bilbo, Gandalf y los enanos hacen frente en el libro, y se recrea en algunas partes en las que el libro sólo cuenta de pasada (los gigantes de piedra), algo lógico por otra parte si tenemos en cuenta la duración de la película. Jackson sigue demostrando con “Un viaje inesperado” que su adoración por Tolkien es equiparable a la codicia de los productores, haciendo una película tan comercial que a nadie se le puede pasar de alto el que se haya estrenado en vísperas de Navidad. Pero en fin, nadie debe criticar el hecho de que este tipo de cine-espectáculo sea una máquina de hacer dinero, ya que el cine sigue siendo un negocio por más que les pese a los más puristas.

Hay que ver “Un viaje inesperado” con la ilusión de quien nos cuenta una gran historia, una epopeya imposible y lejana. El humor, la épica y la leyenda se juntan por el camino, ese viaje que Bilbo no quería iniciar y que comienza en su propia puerta. De repente, el pequeño mundo se hace inmenso, crecen los peligros pero también los amigos, conoce a los últimos elfos de Rivendel, el último rincón de la majestad de Valinor en la Tierra Media… y encontrará el Único, el Daño de Isildur, en la oscuridad donde habita Gollum (Andy Serkins), personaje insignificante pero esencial en el destino de la Tercera Edad.

Martin Freeman, Ian McKellen, Richard Armitage y Andy Serkins son los actores más destacados en esta primera parte de una trilogía que promete, si ya no superar en majestad y calidad a ESDLA, al menos igualarla. Pero de Jackson se puede esperar cualquier cosa, incluso el superarse así mismo, y nos puede sorprender gratamente con las dos continuaciones. De momento, nos deja en la retina grandes escenas como la épica introducción (pelos literalmente como escarpias), la aventura de los trolls, la encandiladora belleza élfica de Galadriel (Cate Blanchett), los acertijos en la oscuridad con Gollum, y toda la riqueza de matices, colores y paisajes de la Tierra Media – Nueva Zelanda.

La partitura de Howard Shore, reciclada, eso sí, de ESDLA, acompaña con ritmo, belleza y aventura una historia de las grandes, de las que siempre se cuentan cerca de un fuego, de las que se adornan para enriquecerlas.

Y de esta historia, ansiamos conocer el final.