Un marinero irlandés (Welles) es contratado por un millonario tullido (Sloane) tras ser seducido por la hermosa esposa de éste (Hayworth) como contramaestre para un crucero de placer... Definitivamente, una de esas películas tan geniales que se encuentran por encima de cualquier calificativo, aunque calificarla de interesante a secas es un insulto a la creatividad y al propio Cine. "La dama de Shanghai" es un absorbente melodrama negro, tenso, pasional, poético y fatalista, un juego de dobles intenciones (pasión y muerte, vida y deseo), dónde la visceralidad de los sentimientos y la perversidad del dinero desencadenan una tragedia caníbal en la que la mujer es el vértice exacto en el que coinciden todos los catetos. Película vigorosa, intensa, diríase eléctrica y de impecable atmósfera barroca, está excelentemente interpretada y supone un film autosuficiente, felizmente desiquilibrado, de gran fuerza creativa y estilística con un antológico/sintético final en el parque de atracciones. Es, además, una obra probablemente única en el cine negro, pues respeta tanto su clasicismo como dentro de él rezuma inventiva, personalidad y vanguardia transgrediéndolo y transformándolo en un género nuevo, al que no sé cómo nombrar. Es una joya indiscutible del Cine y el que diga que es una obra maestra que no lo acompañe con lo de pequeña, pues es muy grande y defendible proclamarla como grandiosa. Además, creo yo, es la fuente de la que beben dos obras maestras también únicas con las que se alinea en su mismo y nuevo género: "Sed de mal" dirigida por el propio Welles, y "El tercer hombre" de Carol Reed, pero con Welles como alma máter. Qué casualidad.

P.D.: Como yo no lo habré explicado bien he aquí el sublime resumen crítico que hace el maestro Carlos Aguilar del film, de un atinado soberbio:
"Injusta y generalmente menospreciado a la hora de valorar la filmografía de Orson Welles, "La dama de Shanghai" en nada desmerece entre los títulos por lo común más respetados de su autor. Sugestivamente desiquilibrado, y desequilbradamente sugestivo, asume la casi totalidad de las convenciones del thriller de entonces (para mayor fortuna, en su apogeo estético) denotando al tiempo su propia personalidad, poderosa y característica. Su fusión de "glamour", intriga, sexualidad, barroquismo y frenesí pocas veces ha logrado igualarse, menos aún superarse". Mejor no se puede explicar.