Una de las últimas superproducciones del cine galo que adapta, por el veterano Claude Berri, una novela del gran naturalista Émile Zola. Sin ser siquiera una película notable y dando por hecho sus bondades de reconstrucción de época y ambientes, se debe agradecer de ella el hecho de que no se muestre aparatosa en exceso, sino nítida desde la convencional corrección que preside estas empresas.
Daba para más de no haberse quedado en la epidermis de lo narrado: la sangrienta y épica insurrección huelguista de unos mineros frente a los patronos para buscar lograr una mejora en las míseras condiciones de trabajo que padecen. El movimiento no fructificó principalmente porque aún no había una conciencia de clase, solo existía el germen del proletariado. La película narra la épica lucha de estos hombres, mujeres y niños condenados a la miseria, asfixiados en ella, pero a la vez su único y maldito medio de supervivencia. Lujoso reparto y fracaso comercial, algo comprensible dados los tiempos que corrían en aquellos años de falsa opulencia y burbuja a todos los niveles.