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El fuego fatuo

Drama Alain Leroy, un francés alcohólico, casado con una americana, está a punto de terminar un tratamiento de desintoxicación en una clínica privada. Antes de enfrentarse de nuevo a la vida cotidiana decide visitar a las personas a las que estuvo vinculado en el pasado. (FILMAFFINITY)
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Críticas 41
Críticas ordenadas por utilidad
30 de marzo de 2015
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
No es una película sobre el alcohólismo y sus consecuencias, sino una película en la que alcohol es una de las consecuencias.
Ahora mismo no recuerdo ninguna película que hable del tema desde este punto de vista que quizás sea el más acertado, ya que antes del drama del alcohólismo muchas veces el alcohólico ha pasado por otro drama que le hizo beber. En este caso es el sentirse perdido, el ver como las cosas han cambiado sin que uno se sienta responsable de esos cambios, el quedarse anclado en la juventud, en un modo de vida, en sentirse rodeado de unos amigos que ya no son cómo años atrás, se han hecho viejos, ven las cosas desde otro punto de vista, y en parte lo asumen; pero Alain Leroy no consigue ver las cosas de esa manera, siente que sólo observa que ha perdido su papel en el mundo que le rodea, se siente viejo por seguir siendo joven, perdido, vacío y por eso comienza a beber (periodo que no aparece en la película).

A partir de ahí comienza la película, tras su desintoxicación asistiremos al último intento de Alain por entrar en ese nuevo ambiente que es el mundo de los adultos.

Una gran película, difícil, a mí mismo me pareció regularcita la primera vez que la ví, pero que esconde muchas cosas detrás, además de secuencias como la de la terraza del bar que son una absoluta maravilla.
BrunoLD
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7 de agosto de 2020
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
249/09(06/08/20) Desgarrador drama francés dirigido por Louis Malle, guioniza la novela Le feu follet/Adieu à Gonzague (1931) de Pierre Drieu La Rochelle (Murió el 15 de marzo de 1945, en su tercer intento de suicidio. Se dice que por los sentimientos de culpa por su colaboracionismo con los nazis en la ocupación) que a su vez se inspiró en la vida de Jacques Rigaut (30/12/1898 –05/11/1929. Poeta surrealista francés. Su trabajo trata a menudo sobre el suicidio, hasta el punto de que Rigaut llegó a considerar su consecución exitosa como su principal ocupación en la vida. En 1929, a la edad de 30 años, y tal y como había anunciado, Rigaut se suicidó con un arma de fuego. Utilizó una regla para asegurarse de que la bala atravesaría su corazón). Protagoniza un esplendoroso Maurice Ronet en un papel embestido de una melancolía exacerbante, una dura reflexión existencialista sobre el sentido de la vida, una análisis sobre la desesperanza, sobre el dolor, sobre la indolencia, sobre la ataraxia, sobre el suicidio como única meta para escapar a la insustancialidad, algo muy de Albert Camus y su “El extranjero”, mezclado con toques desazonadores de F. Scott Fitzgerald (el protagonista lee un libro de él, "Babylon Revisited")siendo el leit-motive del film lo que el protagonista dice en un momento dado, "mañana me mato", ello remarcado con serenidad y templanza. La película describe las últimas horas de vida de un escritor fallido en las calles de París, visitando a amigos antes de quitarse la vida en especie de epitafio-cierre de su vida, o quizás buscando algo que le haga continuar.

Malle es un tipo valiente y nada políticamente correcto, capaz de abordar temas tabús como posteriormente haría con el incesto en “Le souffle au coeur” (1971), aquí aborda el suicidio de un modo incisivo en como describe las motivaciones ajadas del protagonista. Solo recuerdo otro largometraje que toque este tema desde el cansancio vital (no desde un problema físico), el telefilm de la HBO “The Sunset Limited”, basado en la novela homónima de Cormac McCarthy (2006)

El director deconstruye el pasado del protagonista mediante varios encuentros con personajes que han marcado su vida. Ello desde el principio, donde parece estar en una situación optimista-feliz, acostado con una bella mujer, abrazado a ella después de haber fornicado, con la música de Satie de fondo, pero cuando la amante se despide de él le dice: "Te abandono ante tu peor enemigo, tú mismo". Está recién salido de una desintoxicación alcohólica en una clínica, loc aul se puede ver también como que ha salido de un túnel pero al contrario. Un tránsito por París de algo que de ilusión (amigos, viejos amores,...) o quizás solo es una despedida ante algo irreversible. Pero el mundo a su alrededor le resulta mediocre, una burguesía acomodada en su egoísmo, provocando la grieta anímica sea más grande, es el Nihilismo más apesadumbrado en toda su efervescencia. Todo desarrollado con una gran vis lírica adornado por la neurálgica música del galo Erik Satie.

Es la Crónica de una Muerte Anunciada, donde seguimos a Alain Leroy (Maurice Ronet) en su último día vivo, al menos eso anuncia él de modo frío. Horas que pasa visitando a conocidos en a lo mejor su opus de vida, a un amigo con el que ya no conecta en su mansedumbre burguesa (le dice a Dubourg: "bebo porque no sé hacer el amor"), un amor de juventud que acepta sin más sus deseos, unos artistas snobs, culmen la cena en casa de Solange (La última Cena?) con personajes con los que ya no conecta en su vuelta de todo (comida donde Alain expone su tragedia interior: "No puedo tocar las cosas, cuando las toco no siento nada" dice Alain a sus "amigos”). Todo evolucionado en un ritmo sereno, como haciendo calarte el ánimo apesadumbrado de Leroy, empapándote de sus ilusiones rotas, de sus sinsabores, de su amargura. Nos bañamos en su tristeza congénita arraigada cual metástasis en su corazón, ayudado por su voz interior que potencia el aura de nostalgia del pasado, de las oportunidades perdidas. Tipo con enormes carencias afectivas, desea amar y a la vez no es capaz de sentir, un idealista que ha perdido el sentido a continuar.

Maurice Ronet encarna al angustiado Alain Leroy con un poder de transmisión de fragilidad, de aflicción, de melancolía enervadora en muchos momentos. Sus andares, su mirada perdida, su gestualidad, su parquedad de movimientos, todo en él se mimetiza con el nihilismo de Alain Leory; Entre los secundarios destaco la presencia de Jean Moreau con un personaje que tiene una gran química con Ronet, asumiendo los deseos de este.

La puesta en escena resulta frugal, pero muy bien aprovechada desde los escenarios, con un París bullicioso, con alegría artificiosa de niño corriendo, una carrera ciclista (el tour?), en contraste con la mente pausada de Leory ("la vida pasa demasiado lenta para mí" dice). Esto filtrado por la notable cinematografía en glorioso b/n de Ghislain Cloquet (“La evasión” o “Tess”), regando de tonalidades gélidas y grisáceas los fotogramas, imprimiendo un dramatismo etéreo epidérmico, creando un clima áspero, con bellos primeros planos (ejemplo los de la primera escena en la cama), siendo claustrofóbicas las secuencias en interiores atestados de mobiliario y elementos que hacen asfixiar a Leroy con nosotros. Sumando unos fluidos travellings, unas imágenes de elementos de modo que se le da relevancia emocional, desde el teléfono, una pistola un libro, y con un elegante fuera de plano final; La música es obra del compositor y pianista Éric Alfred Leslie Satie (1966/1925), con sus melancólicos temas “Gymnopédies” (1988) y “Gnossiennes” (1983), punteos de piano que producen en comunión con la historia una sensación enervadora.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
TOM REGAN
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13 de septiembre de 2017
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una película que trasciende más allá del cine y te hace enfrentar contigo mismo, con tus miedos, tus temores, la desesperanza, la soledad infinita de la felicidad perdida o, siquiera, conocida?
Una huida a ninguna parte, un último paseo por una existencia que ya no te pertenece, buscando destellos de un pasado en el que creíste ser feliz pero del que no encuentras rastro.
Una película que llega al alma, te atrapa, te hipnotiza.
Me siento muy pequeño intentando expresar qué sentí al ver tan magna obra.
Pisuke
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24 de agosto de 2020
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Alain Leroy, un hombre de unos 35 años, después de haber estado ingresado en una clínica de desintoxicación de alcohol. en Versalles, durante 4 meses, pasa su primera noche de permiso fuera de la clínica (en realidad ya ha sido dado de alta) en la habitación de un hotel con Lydia, una amiga común de él y su mujer, Dorothy, en Nueva York, donde los tres residían hasta que él volvió a Francia para su tratamiento; sería Dorothy quien pagase los gastos de la cura de rehabilitación. Desde ese momento asistiremos a las siguientes 24 horas de la existencia de Alain, deprimido severamente porque no ha recibido respuesta de su mujer, ni piensa que la vaya a recibir, a la decisiva y última carta que él le envió.

Película dirigida por Louis Malle, con guion propio basado en la novela homónima de Pierre Drieu La Rochelle, inspirada en la vida del escritor dadaísta Jacques Rigault.

Louis Malle, que cuando dirigió esta película estaba a punto de cumplir los 30 años de edad, y ya conocía el éxito por obras anteriores, nos da una nueva muestra de una de sus principales señas de identidad como cineasta: la introspección de personajes angustiados; y lo hace de una manera, solo en apariencia, sencilla, al tiempo que magnífica: sin artificio ninguno, sin recalcar nada, señalando tan solo levemente un pensamiento o acción concreta y haciéndola entender perfectamente al espectador.

Alain Leroy nos muestra su desolación, más que eso, su profundo abatimiento al saberse abandonado por la mujer que adora y a quien ha perdido por causa del alcohol; y Malle nos enseña cuál era el mundo de su protagonista antes de que partiera al país de su mujer con ella, y al que regresa ese lluvioso 23 de julio cambiado tras haber rehusado a su hábito que tanto daño le hizo en todos los aspectos. Mundo que por una parte añora, pero que por otra desprecia profundamente ahora que ya está totalmente fuera de él y de vuelta de todo.

Asistiremos brevemente a su casi total aislamiento en la clínica, y, después, una vez ya en París, al recorrido que hace encontrándose con viejos amigos y conocidos, gente variada, pero perteneciente a una burguesía que Louis Malle aprovecha para criticar de forma elegante, pero firme, como hizo tantas veces a lo largo de su carrera. Entre esa colección de personajes, aparte de algún barman de alguno de los bares que frecuentaba y a los que regresa ahora abstemio, hay dos de ellos que se salen de clase social y algo más, los dos terroristas de la OAS con quienes charla en la terraza de un bar; el grado de afinidad que Alain tuvo con esos dos individuos no nos quedará claro, si fue solo personal o también ideológico, pero la duda, y el hecho de que Alain Leroy participase en la guerra de Argelia como oficial, es un elemento con el que el director quiere marcar diferencias con el movimiento de la 'Nouvelle vague' con el que nunca se identificó, ni quiso que se le identificase.

Los extractos musicales de Erik Satie y la fotografía de Ghislain Cloquet engrandecen aún más esta obra.

Película para saborear un excelente cine.
Juan Ignacio
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22 de julio de 2023
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un joven Louis Malle adapta una novela corta de Pierre Drieu La Rochelle en esta intensa película de atmósfera enrarecida donde el caos devastador y autodestructivo que habita en el interior de su desesperanzado protagonista lo inunda absolutamente todo.

La decadencia y desolación que transmiten sus hermosas imágenes plasmadas en un mortuorio blanco y negro, cautivan hasta lo más profundo gracias a su fascinante poder de sugestión.

Con las composiciones para piano de Erik Satie como perfecto acompañamiento musical, Malle retrata admirablemente la psique de un alcohólico derrotado que, consciente de su inevitable y asumido fracaso vital, se despide de todo y todos aquellos que en tiempos pretéritos han significado algo en su vida y han sido sinónimo de felicidad, amor, juventud, diversión y momentos gozosos, unos momentos y sensaciones que desgraciadamente son presos para siempre de un pasado que jamás volverá, aunque inútilmente se intente recuperar.

Maurice Ronet brilla en una interpretación contenida y excepcional dando vida a su atribulado y melancólico personaje en esta lúcida radiografía tanto de un ser humano al borde del abismo como de su ámbito social.
BartonKeyes
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