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El hombre de la cámara

Documental El Hombre con la Cámara, muy en la línea de "Berlín, sinfonía de una gran ciudad" (Berlin: Die Sinfonie der Großstadt, 1927) describe el trascurso de un día en una ciudad rusa mediante cientos de pinceladas fílmicas sobre la vida cotidiana. Podría decirse que se trata de un retrato puntillista en el que sólo la totalidad de los breves retazos permiten percibir la ciudad en su totalidad. Con la complicidad de su hermano, el operador ... [+]
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Críticas 44
Críticas ordenadas por utilidad
9 de enero de 2020
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Más que un ensayo, 'Chelovek s kino-apparatom' viene a representar esa fuente de la que bebió, bebe y beberá todo tipo de cineastas. Porque, si a los Lumière les debemos el medio, a Vertov hay que agradecerle la invención de un nuevo lenguaje cinematográfico del que van a surgir el 99% de los movimientos o corrientes –se me han venido a la cabeza, además de referentes del cine mudo, Hitchcock, la nouvelle vague, Marker, el New Hollywood, documentales como 'Koyaanisqatsi' e, incluso, y fuera del séptimo arte, trabajos periodísticos–.

Aquí, la esencia del cine, el punto de vista y el montaje, bailan al son de imposibles que anticipan una historia y evolución que se prolongan casi 100 años. Ese hombre con la cámara, entonces, lo desconocía, pero, en su afán futurista, había dado un salto de valor incalculable, lanzando aquel hueso que se transformaría en nave.
Jorge Pardo
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7 de septiembre de 2014
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
"¡ATENCIÓN OBSERVADORES! Este film es un experimento en la comunicación cinematográfica de eventos reales sin ayuda de intertítulos, sin la ayuda de una historia, sin la ayuda de un cine. El objetivo de este trabajo experimental es crear un verdadero lenguaje internacional de cine basado en la separación absoluta de la lengua al teatro o literatura."
Con este texto inicia esta película que en resumidas cuentas es una experiencia completamente envolvente y extraordinaria. Es un derroche de virtuosismo técnico y auténtica originalidad para plasmar una ambiciosa y recolucionaria idea en una época donde el cine terminaba de gestarse y comenzaba a expandirse.
Gracias a un colosal trabajo de montaje y dirección de cámaras, nos encontramos ante la travesía de un camarógrafo por documentar lo que sucede en la ciudad. Sin embargo, todo se convierte en un viaje al entorno del humano, ya que hay una suma inimaginable de eventos y situaciones grabadas que hacen parte al espectador de los ciudadanos y al mismo tiempo lo coloca como si fuera el hombre detrás de su cámara. Una mirada a la cotidianidad del hombre.
A parte de lo que es cine experimental, el director juega con varias secuencias memorables, por ejemplo, un momento donde se integran imágenes de una boda, un nacimiento y el entierro de un difunto, captando el ciclo de la vida; además de una entrañable escena cuadro por cuadro de una cámara simulando tener vida propia si fuera un robot.
También se puede apreciar pequeños lapsos del hombre con su cámara y distintos procesos de cortes de películas, así como juegos de superposición de imágenes, dando paso a un estilo documental sin siquiera necesitar una sola palabra.
Terminando su metraje queda en el paladar cinéfilo una asombrosa sensación de gusto por lo visto y unas ganas de repetir lo más pronto posible este maravilloso trabajo. Es un grato en ejemplo de que el cine mudo es más de lo que se puede pensar en estos años, incluso atreviéndose a decir que sería difícil lograr algo igual en nuestros tiempos. Un hito vanguardista en cualquier época en la historia del cine.
Mr Baggins
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1 de febrero de 2015
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me encantaría decir que esta maravilla fue una de las películas más influyentes de la historia. Por desgracia no lo fue; “El hombre de la cámara” planteó un camino alternativo al que proponían Griffith o Chaplin, un camino en el que como quería Tarkovsky el cine no dependa de otras artes, que se sustente en la imagen (más tarde el sonido que algunos puristas rechazaron), un cine en el que no se recurra por norma a las leyes de composición de la pintura, un cine en el que no sea necesario contar una historia como en gran parte de la literatura (ni tener que recurrir a la estructura en tres actos), en definitiva, crear un arte nuevo que no fuese una mezcla de los anteriores.

No creo que se tenga porqué elegir entre diferentes modelos cinematográficos, el modelo clásico estadounidense fue el que se estandarizó y gracias a él millones de personas entre las que me incluyo han podido disfrutar de miles de obras maravillosas e inolvidables. Lo que me apena es que sólo este haya sobrevido, al menos dentro del circuito comercial.

Películas como “Ciudadano Kane” o “Al final de la escapada” marcaron un antes y un después dentro del cine, pero esos cambios o evoluciones que propusieron entraban dentro del cine tal y cómo lo conoce el gran público (quizás la de Godard fue algo más rompedora), sin embargo pocas películas medianamente conocidas como “El hombre de la cámara” proponen un cine fuera del terreno narrativo clásico que influya en algo más que el cine experimental o artístico.

En fin, una obra maestra con un extraordinario virtuosismo visual.
BrunoLD
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7 de junio de 2015
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
El hombre de la cámara de Dziga Vertov es un documental de cine mudo y experimental que exprime a lo largo de un día muchísimas situaciones cotidianas de una ciudad rusa. Dirigida con un ritmo trepidante por su montaje que no da un segundo de respiro y con un estilo directo que muestra ampliamente la vida cotidiana de un una ciudad rusa, es un documental sobresaliente por el que no pasa el tiempo en un sentido cinematográfico, además es de visión obligada para todos aquellos cinéfilos que quieran descubrir las mejores obras de las primeras décadas del cine, ya que lo que ofrece es totalmente hipnótico y sugerente para transportar eficazmente al público a cada momento y lugar en cuestión para ver en primer plano la vida rusa del momento.
La fotografía en blanco y negro es sugestiva de la sociedad del momento en Rusia aunque con algunos detalles futuristas para promocionar el país, dando espectáculo con unas imágenes rápidas y desconcertantes que magnetizan al público de principio a fin. La música es una versión restaurada en el año 2001 y enardece la acción con sonidos intrigantes y arrolladores que alientan y añaden misterio a una penetrante labor muy acertada para lo que ofrece el film. Los planos y movimientos de cámara consuman una excelsa labor técnica a través del uso de los detalles, cámara en mano, acelerada, paralizada y ralentizada, stop motion, generales, reconocimiento, panorámicos, seguimiento, primeros y primerísimos planos que exprimen lo mejor del documental en sí.
El guion, escrito por el director, es magnífico no en lo que ofrece sino en el cómo lo ofrece, ya que es la rutina de un día cualquiera en una ciudad rusa, plasmando a toda clase de gente en su día a día, como dando a entender la infinidad útil de una cámara y lo que con ella puedes plasmar, logrando cautivar e hipnotizar al público con un sinfín de imágenes que deleitan al espectador. Esto se lleva a cabo con una narrativa visual en la que el día a día de los personajes que son los habitantes de la ciudad es el única intención del film. Cabe destacar por encima de todo, el montaje original y más aun para la época en sus sucesivas imágenes sueltas que en conjunto conforman la rutina de un día normal en un trabajo vertiginoso por el que no pasan los años.
Para finalizar, la considero un documental inmortal e insustituible en la historia del cine por transportarnos fehacientemente a la Rusia de los años 20 desde muchos puntos de vista gracias a la cámara que el director considero imprescindible para inmortalizar hasta lo más sencillo como es la monotonía de un día cualquiera pero expuesta de modo que genera gran interés. Muy recomendable por su dirección, guion, fotografía, música insertada años después, montaje, planos, movimientos de cámara y narrativa visual que vuelven a El hombre de la cámara, un documental inolvidable y necesario para cualquier cinéfilo clásico amante del cine en todas sus variantes.
Elcinederamon
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5 de septiembre de 2015
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
El pasado jueves 19 de enero de 2013 se estrenó la decimotercera edición de “Gran Hermano” en el canal español de televisión privada “Tele 5”. Para los que no hayáis oído hablar nunca de este programa, hecho más que sorprendente, sobre todo teniendo en cuenta que se ha editado en más de 70 países, deciros que el formato consiste en grabar a una serie de participantes, totalmente aislados , 24 horas al día, durante unos tres meses aproximadamente. Los concursantes deben superar las expulsiones que la audiencia decide periódicamente, hasta conseguir el premio final. Así pues la convivencia (supervivencia en muchas ocasiones) entre seres humanos es el eje principal de esta emisión, la cual fue difundida por primera vez en los Países Bajos en 1999.

Pero el germen de “Gran Hermano” no es la novela “1984” escrita por George Orwell en 1949, la cual incluye los conceptos de omnipresencia y vigilancia continuada, aunque sí sirvió de principal inspiración para los padres del programa televisivo. El verdadero origen del “Big Brother” se sitúa mucho más allá, casi en el año 1930. Entonces un joven soviético llamado Denís Abramovich Kaufman, más conocido como Dziga Vertov, experimentaba con su primitiva cámara cinematográfica. Durante los años 20 rodó varias películas donde investigaba las técnicas de montaje, sin tener en cuenta la continuidad lógica correspondiente a la literatura. Su objetivo era causar un gran impacto en los espectadores, y ya en aquella época fue capaz de registrar imágenes con cámara oculta y sin ningún tipo de permiso. Fue en el año 1929 cuando crea su obra maestra, “El hombre con la cámara”, un documental futurista que establece las bases de su teoría del “cine-ojo”, el teleobjetivo que todo lo ve.

Podemos calificar a Dziga Vertov como un hombre adelantado a su tiempo. “El hombre con la cámara” es una obra moderna, competente en nuestra era. En el aspecto argumental, la realización es un retrato de la sociedad rusa de los años 20. Esta nación, que últimamente visita en un número elevado nuestro país, era ya cuantiosamente vanguardista en aquel periodo, sobre todo en comparación con la España prefranquista. Vemos un país muy industrializado y desarrollado, tanto técnica como culturalmente. Sorprende como los rusos ya se preocupaban por su imagen física: cosmética, deporte y gimnasios ya hacían parte de sus actividades. Claro que entre tanto trabajo y ocio, aparecieron las diferencias sociales de la segunda revolución industrial: sólo una pequeña parte de la población podía permitirse esos lujos. El documental también introduce el concepto de combinación entre diferentes tramas: por una parte las peculiaridades de la Rusia de principios de siglo, y de otra el relato de un operador de cámara. El arte porque sí no tiene sentido: en aquellos momentos la ficción cinematográfica se encuentra en pleno desarrollo.

El apartado técnico destaca por muchos elementos, tantos que es difícil saber por dónde empezar. Máquinas, vapor, carbón y trabajo, mucho trabajo. Son los inicios del capitalismo, trabajar para vivir, vivir para trabajar. El conjunto de las imágenes son mostradas con tomas muy cortas. Es una circunstancia más que inusual ya que en ese período no se ejecutaban planes de uno o dos segundos de duración. El resultado es una sucesión rapidísima de imágenes adaptadas a diferentes bandas sonoras, ya que la obra original era totalmente muda, y se acompañaba con actuaciones de música en vivo dentro de los teatros. Como si de un videoclip del siglo XXI se tratara, el sonido y la imagen convivían en perfecta sintonía. Unido a un excelente montaje, visionamos alguna cámara lenta, rebobinados, impresiones entre diferentes planos, y lo más sensacional: Dziga Vertov ya hacía uso del stop motion: visualizamos una cámara anexada a su trípode moviéndose como por arte de magia. Todo acompañado de una belleza desbordante en la imagen y en el encuadre. Sublime.

Somos testigos de una fase esencial en la historia del cine. El operador de cámara se juega la vida para conseguir sus imágenes. Encima de un tren, de una motocicleta, en un tejado, por tierra a pocos centímetros de automóviles… Localizamos una de las mejores escenas al divisar dos coches circulando en paralelo. En el primer vehículo un conductor acompañado de unas mujeres. En el otro un nuevo chofer, esta vez acompañado de “el hombre con la cámara”: ¡estamos ante uno de los primeros trávellings de la historia del cine! ¡En pleno exterior! Digno de los mejores directores de la generación de la tan revolucionaria Nouvelle Vague. Es también una de las primeras veces que se juega con la cámara objetiva y subjetiva. Es la razón de ser del documental. La cámara en comparación con el ojo humano. Planes que simulan la visión del ojo, juegos de miradas, planos contraplanos… Pero también objetos que simulan el propio ojo, como unas persianas, y como no, el objetivo de la cámara: el ojo que todo lo ve. Es realmente impactante ver cómo en el año 1929 surgía la semilla de lo que hoy es uno de los programas más vistos en todo el planeta: “Gran Hermano”. Dziga Vertov fue nuestro primer Big Brother.
Gecko
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