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La ley de la calle

Drama Rusty James (Matt Dillon) es un joven que sueña con volver a los tiempos de las pandillas juveniles para emular a su hermano mayor (Mickey Rourke), que en su día fue líder de una de ellas y que arrastra una reputación de rebelde e intocable como "el chico de la moto". Pero ahora su hermano ya no está, pues hace dos meses que se marchó, y a Rusty le han citado para una pelea. (FILMAFFINITY)
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Críticas 86
Críticas ordenadas por utilidad
2 de diciembre de 2007
7 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Gran película de Francis Ford Coppola, basada en la obra de Susan E. Hinton, también sobre bandas callejeras, como su anterior "Rebeldes", aunque a mi juicio esta es superior. Memorable actuación de Mickey Rourke junto a unos jovencísimos Matt Dillon, Diane Lane, Nicolas Cage, Tom Waits, Laurence Fishburne, entre otros, en esta sentida e incluso poética visión del mundo de las bandas callejeras con escenas memorables, aderezadas con una magistral banda sonora a cargo del batería de The Police, Stewart Copeland, acorde con el ritmo de la película.

Película en blanco y negro que realza aún más si cabe, la trama. Hay una escena con algunas imágenes en color que tiene que ver con el título de la película en inglés, que es como el símbolo de la película, y una frase casi al final de la misma, en forma de metáfora... que no voy a desvelar, en alusión a los peces luchadores, que hacen reflexionar realmente al espectador.

Una joya de obligada visión.
Skywalker
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10 de noviembre de 2013
7 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
La niebla cubre a gran velocidad las calles de Tulsa, el sol se ha escondido de improviso, asustado por el ambiente enrarecido que se respira en la gran urbe privándonos de la belleza del crepúsculo. Decenas de jóvenes se preparan para hacer su aparición en el fantasmagórico escenario callejero que la noche ha preparado para ellos, un aura de confusión se apodera de la ciudad mientras surgen los primeros rumores, él ha vuelto. Pintadas en las paredes, leyendas urbanas que han ido extendiéndose de boca en boca creando la, ya legendaria, imagen del más temido pandillero que jamás ha existido, El chico de la moto. Un rugido estremecedor confirma lo que todo el mundo temía, una silueta motorizada se desplaza de un lado para otro sobrecogiendo a los miembros de la banda rival que en ese momento tenían todas las de ganar en una pelea contra Rusty James, el hermano menor del misterioso ídolo y quien, pese a estar herido, sabe que ahora es invencible. El agresor, desconcertado, instintivamente retrocede pero sin apenas darse cuenta se ve atacado de súbito por una enorme motocicleta que ha aparecido de la nada. Todo ha terminado por esta noche.
De esta manera, Francis Ford Coppola presentaba a uno de los más recónditos personajes de toda su carrera, un recurso que ya había utilizado en otra de sus obras para la genial aparición del Coronel Walter E. Kurtz, interpretado por el Marlon Brando más esotérico que jamás hemos visto en Apocalypse Now, 1979. Sin embargo, ese halo de desconcierto y tenebrosidad creado por el director no desaparecería en toda la película, consiguiendo así una sublime ambientación poética que no volvió a repetirse en ninguna de sus posteriores obras.
Una vez ha hecho su aparición, le sucede lo que a la mayoría de estas leyendas, que la idealización que se había creado sobre su persona, supera a la realidad, estableciendo una decepción notable y convirtiendo a la vieja gloria en una figura patética, obsoleta.
En 1983, Francis Ford Coppola adaptó para la gran pantalla dos novelas de la escritora Susan Hinton. La primera fue Rebeldes, una película interesante pero que no llama especialmente la atención dentro del género de los dramas juveniles. Cinco meses después le toco el turno a La Ley de la Calle, la obra que realmente interesaba a Coppola y a la que puso verdadera dedicación, ¡y vaya si se notó en el resultado!
Una gran carga onírica, llena de objetos metafóricos, inunda este ejercicio de arte y ensayo con el que el realizador homenajea de forma muy personal a su hermano mayor, como puede leerse en los créditos una vez finalizado el metraje, y con el que firma uno de sus trabajos más experimentales y alejados del mainstream. El cine del director, tanto en los más destacables éxitos como en sus grandes fracasos, se caracterizó por unos recursos muy representativos que hacen todas sus creaciones fácilmente distinguibles. Irregularidades en la trama, excesos tras la cámara que convierten sus delirios en secuencias altamente disfrutables. En general, toda su obra estaría marcada por esas deliciosas perfectas imperfecciones, todas a excepción de dos, dos obras que lo llevaron de inmediato a una especie de Olimpo para artistas donde se encontrarían aquellos que, como Cervantes, Beethoven o Da Vinci, han cambiado la historia de la humanidad con alguna de sus creaciones, nos referimos, claro está, a El Padrino y El Padrino II.
Historia de dos hermanos, dos rebeldes sin causa que miran atrás con añoranza recordando los tiempos en los que la competencia en cuanto al control de la calle era inexistente, y que ahora intentan huir de su pasado a toda costa. Dos peces luchadores (Rumble Fish, es el título original de la película) que han de vivir por separado en cautividad para evitar que se maten el uno al otro, su agresividad es tal que les lleva a atacar su propio reflejo en el cristal de esa pecera, y cuya única posibilidad de vivir juntos es la libertad. Y aquí es donde aparece uno de los elementos más destacables de la simbología empleada por Coppola, la personificación metafórica de ese pez luchador en la figura de Rusty James, contemplando su reflejo en el cristal de un coche y atacándolo por no poder soportar su cautiverio.
El paso del tiempo es uno de los elementos fundamentales de la cinta, como si ese tiempo avanzara con un único y devastador objetivo. Las imágenes de relojes no dejan de aparecer en pantalla como si cada segundo dirigiera a nuestros protagonistas a un desastroso e inevitable final. El constante sonido del segundero de un reloj y diálogos explícitos sobre la fugacidad de la vida, como el que se lleva a cabo en el cameo del icónico Tom Waits, intensifican esa asfixiante sensación de falta de tiempo sin ningún motivo aparente.
Muy buena la actuación de Matt Dillon como Rusty James, y deslumbrante el trabajo de Mickey Rourke dando vida al Chico de la Moto en una de las interpretaciones más poderosas de su carrera. Entre los secundarios destacamos a Diane Lane y Dennis Hopper, y como curiosidad, podemos resaltar que La Ley de la Calle supuso la primera de tres colaboraciones del sobrino de Coppola, Nicolas Cage, con su tío predilecto, actuando posteriormente en Cotton Club, 1984 y Peggy Sue se casó, 1986.
La fantasmagórica y poética ambientación de la que hablábamos al comienzo de la reseña no hubiera sido posible sin la magnífica fotografía de Stephen H.Burum, que consiguió retratar muy acertadamente aquella escena ochentera de pelos largos y chupas de cuero con un toque retro derivado de la utilización de un blanco y negro muy sugerente y transgresor, que supuso la incomprensión del público que ya estaba demasiado acostumbrado al color, y que originó un estrepitoso fracaso de taquilla que condenó al realizador al final de la libertad artística de la que había gozado en el rodaje de sus películas.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Peaky Boy
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13 de marzo de 2012
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Al ver esta película uno podría pensar que es de un joven Coppola. Cine experimental, blanco y negro, pocos medios, guión de teatro. Pues no, esta película es posterior a las que le hicieron famoso y la hizo justo después que The Outsiders (1983), el mismo año, como si se le hubiera quedado algo que contarnos. Casi podría ser una secuela. También está inspirada en una novela de S. E. Hinton (co-autor del guión), el escenario vuelve a ser la ciudad de Tulsa, Oklahoma, y repiten Matt Dillon y Diane Lane entre los principales y Tom Waits como parte del paisaje. Las bandas callejeras de los 60 se han convertido en un mito y los protagonistas se hunden sin esperanzas en una atmósfera mucho más pesimista, con la heroína que diezmó a toda una generación en los 80 como telón de fondo. El director se identificaba con la historia y el relato ahonda mucho más en los personajes.

En esta época Mickey Rourke era una joven promesa, de hecho éste fue su primer papel protagonista antes de Nine 1/2 Weeks (Adrian Lyne, 1986) y la estupenda Angel Heart (1987, Alan Parker). The Motorcycle Boy, el chico malo que mola, el puto amo, el jefe del barrio, recuerda a Darrell (Patrick Swayze), ese hermano mayor que todos hubiéramos querido tener en el colegio ese hermano mayor al que Coppola rinde un homenaje. Otros personajes son más estereotípicos, como Steve, el amigo pardillo, con libros, gafitas, jersey de pico y consejos de pepito grillo, o Patty, la chica buena, que está muy buena, con uniforme de colegio privado, hermana carabina y reparos para pasar de primera base. Diane Lane saldría al año siguiente en Calles de Fuego (Walter Hill, 1984) para que todos los empollones volvamos a preguntarnos por qué co... a las chicas guapas siempre les gustan los chicos malos.

El estilo bebe del expresionismo alemán, claroscuros, sombras, humo y ángulos de cámara para crear un ambiente tortuoso y sofocante.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Kurtz
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6 de abril de 2014
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Eso se llama lealtad. La lealtad es un concepto peligroso, aunque admirable. ¿A qué debes ser leal en tu vida? ¿A un amigo que te pone en peligro? ¿A un pasado distorsionado, a tu padre alcohólico, a tu novio infiel? ¿Al barrio en que naciste, que es un cubo de basura? ¿A tu hermano mayor destronado y desconocido ante tus ojos? ¿A tu propio y violento reflejo en el cristal?

Desconozco si «La ley de la calle» es una buena o mala película, pero lo que sí sé es que tiene un estilazo que impresiona y que, a treinta años de su estreno, mantiene una originalidad y una creatividad artística irreconocibles. Para mi esto ya es mucho. Una cinta físicamente bella, convertida toda en una gran metáfora ocular y auditiva en el que no sólo se juega con los colores, sino también con los sonidos, cuyo volumen y resonancia se alteran según el momento. Fotografía deslumbrante, se te ponen los pelos de punta de lo hermosa, de lo perfecta, que es a veces; las sombras y las nubes, la composición de los cuerpos en el espacio.

Mickey Rourke está a otro nivel interpretativo, quizás el último ejemplo norteamericano de actor independiente y personalísimo que sabe perfilar su trabajo hasta dejar de ser él para ser el otro. Su «chico de la moto» nos apabulla con su carisma y su enigmático silencio, símbolo encorvado, abstraído y fumador de las aspiraciones derruidas, del talento malgastado. Llena la pantalla y el guión haciendo... nada. Dicen de él que es un príncipe, puede que tire más a pez, y seguramente sea un hombre acabado por su forma de vivir. Adulto a los cinco años, viejo a los veintiuno. El siempre niño (y por fortuna) Rusty James, nombre repetido y marcado en cada fotograma de película, deberá darse cuenta del error de su lealtad ciega y bicolor a unos valores equivocados.

Sueño fílmico, rareza aconvencional. ¿Qué hay mas allá del océano, Rusty James? Cuéntaselo al «chico de la moto».
Kaori
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3 de noviembre de 2020
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sus virtudes son imposibles de obviar, su elenco de actores cada cual mejor, subrayando a sus protagonistas, Tom Waits como camarero que te advierte de los veranos que te quedan mediante su voz atronadora, unos planos hipnóticos y fabulosos sobre la época dorada de la liberación adolescente, el maestro Coppola jugando a ser Dios y insuflando existencialismo a sus personajes, la banda sonora de Stewart Copeland sudorípara hasta asfixiarte y en general su variopinto tratado sobre, la importancia del paso del tiempo, la nostalgia como idealización del pasado, el reconocimiento como único futuro y la responsabilidad como única alternativa; que convierten la "ley de la calle" en un clásico cinematográfico casi instantáneo. ¿Pero entonces, porqué solo un 7?
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Frank Booth
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