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La ley de la calle

Drama Rusty James (Matt Dillon) es un joven que sueña con volver a los tiempos de las pandillas juveniles para emular a su hermano mayor (Mickey Rourke), que en su día fue líder de una de ellas y que arrastra una reputación de rebelde e intocable como "el chico de la moto". Pero ahora su hermano ya no está, pues hace dos meses que se marchó, y a Rusty le han citado para una pelea. (FILMAFFINITY)
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Críticas 86
Críticas ordenadas por utilidad
14 de febrero de 2008
145 de 191 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un espectro cabalga en su montura de hierro. Ha vuelto a la ciudad. Alimenta la eterna metáfora adolescente. La voz, queda; el gesto, contenido.

The motorcycle boy reigns... again.

La ciudad no es la misma. El chico de la moto, tampoco. La puta heroína está acabando con todo. El asfalto sigue mojado; las calles, tristes. La niebla, el humo, el polvo nos envuelve. La afilada silueta del skyline parece desvanecerse. El orden, la simetría, se difuminan en la noche ambigua. Putas, luces de neón, mesas de billar. Un trago. Y un polvo... ¿por qué no?.

Pececitos de combate, turbulencias oníricas, vapores alcohólicos. Revelan una propuesta personal. La de Francis Ford Coppola y su plenitud creativa. Sus planos, su atmósfera, sus pesadillas. La ausencia de color, esa realidad gris, esa mirada daltónica que esculpe la tristeza, que trasluce lealtad. Lazos de sangre. Sangre empapada en una camiseta ceñida, icónica. La de Rusty James. El sucesor al trono.

“Tu hermano no pertenece a este mundo”, “nació en la orilla equivocada” dice papá, un viejo filósofo. Como todos los borrachos. Los que leen.

El flautista de Hamelin no volverá a tocar. Su Kawa ruge, pero el nuevo mesías aún está por llegar. Down by the river side. Esos peces deben llegar al océano. ¿Me comprendes Rusty James?.
Taylor
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22 de agosto de 2005
93 de 118 usuarios han encontrado esta crítica útil
Entre “Corazonada” y “Cotton Club”, Coppola filmó dos narraciones de la escritora norteamericana S.E. Hinton desde una modestia presupuestaria que no volvió a repetir a lo largo de su carrera. Mientras que en “Rebeldes” su mirada era desde el clasicismo, recreando esos años 50 que están en nuestra retina gracias a películas como “Rebelde sin causa”, de la que parece hermana (aparte de su sentido homenaje a “Lo que el viento se llevó”), en esta Coppola ajusta su mirada para hacer una recreación absolutamente personal y poética, desde un vanguardismo que anuncia el posterior cine digital.
“La ley de la calle” ilustra un mundo lleno de violencia y en descomposición, donde los viejos tiempos de las bandas han dado paso a un Camelot desarticulado aún sin rey pero regido por las mismas leyes de supervivencia.
Pero el rey vuelve de sus cruzadas. “El chico de la moto”, M. Rouke, aparece; no para reinar, pues como bien dice D. Hopper, “nació en la era equivocada y sobre el lado incorrecto del río”, sino para presentar un nuevo Camelot a su hermano, M. Dillon, que a toda costa quiere emular el reinado de su hermano, volver a esos tiempos donde había un referente, un compañerismo que ya es imposible por los nuevos tiempos donde las drogas terminaran con esa camaradería.
La película es un viaje, un viaje trágico entre los hermanos, donde si bien Dillon no tomará la corona, si terminará viendo ese mar que el hermano no vio, en un plano sorprendente que en vez de representar ese horizonte abierto con el que siempre se asocia el mar, presentará esa meta, como un final en el que ya no existe posibilidad de ir más allá.
Las actuaciones son soberbias. Rouke y Dillon establecen una química única que se da desde los extremos; mientras que Rouke es la contención (toda su actuación es comedida, en un tono bajo, casi hipnótico), Dillón realiza la suya desde la energía. A su lado, D. Lane, un jovencísimo y casi irreconocible, N.Cage.
El genio de Coppola se manifiesta en todos los planos y da muestras de esa manera personal que marca a los maestros en este arte. Una secuencia maravillosa, donde rompe los moldes del espacio cinematográfico, es el “viaje astral” que realiza Dillon, todo esto acompañado de una banda sonora magnífica, de Stewart Copeland, que da a las imágenes su aire hipnótico, casi de ensueño. La espléndida fotografía de Stephen H. Burum, que también firma la de “Rebeldes”, es en b/n (antes de “Sin City”, ya Coppola había jugado con mostrar el color en sólo unos elementos del plano), pues Coppola nos quiere acercar a cómo ve el mundo “El chico de la motocicleta”, en ese gris permanente que tiene por su daltonismo.
“La ley de la calle” es una obra mayor, una de las mejores películas de su autor y, quizá, del s. XX.
Strhoeimniano
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12 de agosto de 2010
86 de 136 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es curioso como hay películas que se cuelan y se quedan para siempre en el limbo de las obras maestras sin serlo ni mucho menos.
Este es el caso de “La Ley de la Calle”, fenomenal tostón elevado al Olimpo cinéfilo por los críticos más sesudos. Pues no oiga mire usted… que esto es una una castaña y una pedantería.

Hasta transcurridos cincuenta minutos de rollo no pasa nada del otro jueves, y lo que pasa es que le dan un coscorrón importante al pelma de Rusty James –que por otra parte se lo tiene merecido por memo- y se hace un "astral trip" para verse desde las alturas mientras suena la música de Stewart Copeland, que no es gran cosa por cierto.

Todo muy arty, muy experimental, muy lírico y muy onírico… ¿Pretendió Coppola ser trascendente y profundo?, ¿o por el contrario es un guiño de humorismo surrealista?, en todo caso no consigue ni lo uno ni lo otro. Se queda en pretencioso y artificial. Se le ve el plumón.

Tras este derroche, esta lección de cine, volvemos a los diálogos… Espesos, cargantes, aburridos… Volvemos a una historia totalmente vacía de contenido que no nos va a llevar por ningún sendero interesante. Los conseguidos ambientes barriobajeros y la cuidada fotografía, no van a servir para desvelar nada que no intuyéramos... Y acaba exactamente igual que imaginábamos a los pocos minutos de comenzar.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
alfataurus
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1 de diciembre de 2008
35 de 46 usuarios han encontrado esta crítica útil
Coppola se sentía flautista de Hamelín. En los últimos diez años, estaba reinando aunque el pueblo (espectador-taquilla) tuviera recelos en los últimos tiempos. Decidió el flautista deshacerse de encargos y convirtió sus planes de futuro en algo personal. Escogió para ello a la novelista S.E. Hinton. Dos novelas de esta escritora sirvieron de inspiración para las dos películas personales de Coppola. La prueba no salió mal (Rebeldes), pero aún quedaba inspiración para convertir la segunda adaptación de Hinton en toda una declaración de intenciones.

En reencuentro de Rusty James con su hermano es una mezcolanza de sentimientos capaces de traspasar las imágenes, de llegar a nosotros y de mojar toda la película de un ambiente embrujador. Todo ello gracias a la enorme calidad y pericia de su director que sabe dotar a la película de uno de los blancos y negros mejor realizados de los ochenta. La fotografía, que lo envuelve todo, que nos atrapa y nos sacude, es la mejor arma para desarmarnos.

“Rumble Fish” no es sólo la historia de un retorno. Diré que esta película es sólo una forma de mirar: la mirada sabia, eléctrica y cariñosa de Mickey Rourke. Y en esos ojos Rusty James no puede leer lo que él quisiera leer. Rusty es melancolía y Coppola lo capta de una manera tan exacta que no necesitamos demasiados diálogos para captar la esencia de esta película. Incluso sobra el último consejo de “el chico de la moto” porque las declaraciones de intenciones que Coppola proponen quedan patentes desde su inicio.

Cuando Rusty James se separa de su cuerpo, me encuentro completamente absorbido, ido y profundamente agradecido. Los relojes sin agujas, la autodestrucción de las drogas, el nihilismo de las bandas, los peces de colores y por fin… el mar.
Chagolate con churros
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19 de abril de 2011
75 de 127 usuarios han encontrado esta crítica útil
Jojojo, qué cosa más mala.

Es igual a esas peliculillas basura ochenteras, pero con pretensiones. Lo cual la hace aún peor, porque todo es impostado de cara a la galería. Al menos las otras tenían cierta naturalidad, muy cutre, pero natural.

Todo es más falso que un euro de Franco. No exagero. Es espantosa. Tal fue mi espanto que hay veces que me tapaba la cara con las manos. No por miedo, sino por vergüenza ajena.

Eso sí, Coppola como manager de actores no tiene precio. Promocionó a todos los jovenzuelos que salen en este bodrio, incluido su sobrino Nicolas Cage. Y eso tiene mucho mérito, porque sólo hacen el ridículo. ¡Si hasta sale su hija Sofi de niñata! No me extraña las pelis que hizo luego, comprobando este maltrato infantil.

Salvo a Diane Lane. Más que nada porque me importa un bledo si actúa bien o mal. De ahí mi altísima y sobrevalorada nota.

Dos reflexiones finales:

¿Cuántas veces sueltan "Rusty James"en esta peli? ¿Dos mil ochecientas cincuenta y cuatro?

¿Hacen control antidoping para escribir críticas?
Gilbert
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