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Canciones del segundo piso

Drama. Comedia Mientras se producen una serie de hechos que parecen anunciar un próximo caos, un hombre comienza, gradualmente, a ser consciente de lo absurdo del mundo y de lo difícil que resulta comportarse y vivir como un ser humano. (FILMAFFINITY)
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Críticas 18
Críticas ordenadas por utilidad
1 de mayo de 2020
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
El cine de Roy Andersson es único y personal. Cierto que en él confluyen, o pueden intuirse influencias o incrustaciones de otros directores (Buñuel, Kaurismaki, Fellini...); y sobre todo pintores: Goya, Brueghel el Viejo, Daumier y Otto Dix. Pero el universo creado por el sueco es exclusivo; con un humor agusanado, bordeando la putrefacción; con unas risas difíciles de reconocer tras la mueca dolorosa; con el eterno y esperpéntico inventario de situaciones hipócritas, que el ser humano acostumbra a espurrear cada vez que se manifiesta.

Estoy totalmente de acuerdo con el crítico que dice: "Esta película puede que no la disfrutes, pero no la olvidarás", porque estas "Canciones del segundo piso" son impactantes, no solo por la rotundidad de sus escenas, también por la forma de contarlas:
- Una imagen fija con gran profundidad de campo en la que entran, salen, se acercan o alejan los personajes, nacidos de la absurda cotidianidad, que reconoceremos perfectamente en cuanto borremos su primera capa de grotesco maquillaje.
- Construcción arquitectónica de cada uno de los encuadres que componen la película, quedando siempre en el centro el individuo mortificado o su patética acción.
- El surrealismo de Roy no se pierde en los vericuetos del subconsciente, hace sólido lo irracional y onírico, hasta el punto de que los muertos parecen más vivos y, por contra, los supervivientes están muy próximos al tránsito.
- Te hace pensar que, tal vez, sea el ser humano el elemento menos interesante de la creación, por sus altas dosis de imbecilidad y abyección.

Se te queda el cuerpo con un entumecimiento, cuando no parálisis, que te obliga a pegarte un pinchazo de positividad, para convencerte de que no perteneces a la fauna que acaba de desfilar delante de tus ojos.
Cinco directores como Roy Andersson y terminamos persuadidos, no solo de nuestra condición irremediable de sucios bichos, también de que Dios hizo mal en descansar el séptimo día, debería haber utilizado otro más para fumigarnos.
Sinhué
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31 de julio de 2014
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Canciones del segundo piso es una película que pone patas arriba cualquier concepción previa y que obliga a transitar espacios, estados de ánimo y niveles intelectivos totalmente nuevos. Una cinta sumamente moderna que encuentra sus bases en viejas disciplinas artísticas: la literatura, los espectáculos de magia, la estructura de los sketches o la concepción teatral palpable en ciertas escenas. Andersson diseña un juguete fascinante y alocado que se disfruta como una concatenación de excentricidades, y que atrae hasta límites insospechados a la hora de intentar poner sentido al caos surrealista del film.

Canciones del segundo piso activa los cinco sentidos, divierte y pervierte a la par, y deja, para quien quiera apreciarlo, un grandísimo fresco sobre el apocalipsis contemporáneo, la pérdida de valores, la ausencia de referentes y la deriva vital del hombre del S. XXI, todo ello aderezado de referencias religiosas, coqueteos con el cine de género y un alienado y alienante sentido del humor. Una película que discurre por un hilo muy fino y que resulta desarmante, provocadora. Humana y extraterrestre. Ajena y muy reconocible. Una joya del séptimo arte.

@Xavicinoscar, Cinoscar & Rarities
http://cachecine.blogspot.com
Xavier Vidal
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30 de diciembre de 2017
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Diversos sketches van conformando paulatinamente un hilo narrativo en el que observamos las "maravillas" de la sociedad del bienestar. Progreso, ¿a dónde? Libertad, ¿para hacer qué? ¿Fraternidad? Ven y mira:

Hombres grises en despachos grises de ciudades aún más grises. Rostros de cera, mímica egipcia y diálogos (monólogos camuflados) absurdos. La película desarrolla el concepto del trivialismo, reflejando así las pequeñas miserias de esta mísera gente. ¿Merece la pena narrar semejante miseria moral? Claro, aunque sólo sea a modo de escarmiento.

Nadie se salva de la quema: políticos, economistas, funcionarios, esposas, vagabundos, enfermeras, militares, eclesiásticos, turistas. La incomunicación es más patética que en los relatos de Askildsen, los hombres grises dan más miedo que descritos en "Momo" y la deshumanización es mucho más desoladora y oscura que las humorísticas distopías de Jaques Tati. ¿Dónde están los resquicios de grandeza? ¿En qué lugar podremos hallar la salvación? Andersson parece apuntar a la mirada, a una nueva óptica basada en la ingenuidad que nos proporcione un motor para el cambio. ¡Y qué bien les va a aquellos que se inauguran el mundo con su nuevo mirar! El sensible taxista se asfixia por la mundanidad circundante, el "loco" poeta es enclaustrado en un psiquiátrico y a la niña se la sacrifica en pos de los más elevados valores de las más grandes gentes de la más alta sociedad (i.e., la mierda mierdea, y hiede). Lo único que nos queda son los espíritus del mundo. Debemos redimir a los olvidados, a los sufrientes, a los humillados y ofendidos. ¡Como le hubiera gustado a Benjamin esta lectura de la película! Los muertos se levantan y piden piedad, recuerdo y redención en una escena magnífica que recuerda a otro final de película inmenso: "Yo acuso" de Abel Gance.

En cuanto al apartado técnico, merece especial mención la composición pictórica de los planos, la teatralidad de una actuaciones, espontáneas al mismo tiempo, y la profundidad de campo que permite la confluencia de dos acciones al mismo tiempo (generalmente dadas en el primer y tercer plano).

Tal y como se ha ideado y estructurado la película pocos fallos la podemos achacar. Cada escena es un micro-ensayo acerca de la sociedad del bienestar, pero quizá por eso mismo da la sensación de que si bien se ha cuidado el retrato global de la sociedad aquí ridiculizada y el tono preciso para ello, el hilo narrativo puede resultar demasiado leve. Se echa en falta una mayor relación entre los personajes y entre las mismas tramas para así trabar una película cuyas partes estuvieran más interrelacionadas para así lograr una película más compacta.

A pesar de que como digo, fuera otra la idea principal de la película: La extrema individualidad y fragmentación/descomposición de personas, escenas y discursos...
Nanofilis
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9 de agosto de 2015
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es una película que trata la existencia de una forma muy burda, y en algunos casos es una especie de parodia existencial donde se ridiculizan los niveles de vida capitalista, el consumo, las ambiciones absurdas y la religión.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Rampa
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6 de diciembre de 2018
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
No había visto nada del director sueco con antelación pero me habían hablado maravillas de él y sus propuestas artísticas. Así que me enfrenté a esta película con una visión virgen y claro, me sorprendí. No suelo ver películas de este estilo tan artístico, autora y fuera de norma no porque no me interese sino porque considero que primero debo ver el cine clásico sobre el que estás películas rompen. A pesar de eso, disfrute la película como viaje onírico y complicado, como experiencia vital junto a unas 60 personas en una sala a oscuras, todas ellas recibiendo las mismas imágenes y experimentando sensaciones distintas.

Cuanto más pienso en la película menos entiendo y más puntos de vista y significaciones encuentro. Para empezar la estructura convencional del relato se fracciona y aunque algunos personajes se repitan las escenas son aparentemente inconexas, cada una con su propio conflicto y circunstancia dada. Pero según se van sucediendo una escena tras otra el fondo de las mismas comienza a salir a la luz, una especie de crítica sobre la sociedad contemporánea y un grito de agonía existencialista que nubla la vida de todos los personajes. Una sociedad que convierte lo espiritual en negocio (venta de crucifijos) y fracasa porque ya no hay espiritualidad, una sociedad que ya no ama, una sociedad que vive en un constante atasco y que carga con tanto equipaje que no puede caminar. Todo esto por supuesto son metáforas meticulosamente construidas que interaccionan con el espectador.

El film está construido a base de acción-reacción con el espectador, Andersson propone una situación poética, una metáfora existencial, y el espectador debe preguntarse que se le está pretendiendo contar. Hay una relación puramente intelectual entre el espectador y el film, y si debe seguir el juego para permanecer dentro de la película, hay que aceptar las normas del juego. La maestría del director está en combinar un planteamiento similar al de otro autores intelectuales como Godard con un trasfondo nacido del dadaísmo vanguardista y el surrealismo del método automático, por el cual el creador deja fluir su mente hasta que el subconsciente aflora libre de la opresa voluntad. Algunas escenas tienen una clara intención crítica, pero otras parece que se acercan más al viaje onírico y surrealista que se propone, compensando el esfuerzo intelectual con una liberación hilarante y absurda. Parece como sí fuese un sueño, las imágenes y la puesta en escena se acercan al subconsciente personal e íntimo del espectador a través sobre todo de la construcción temporal y las acciones y reacciones de los personajes. Todas las escenas comienzan en media res, como en los sueños, todas tienen varios planos espaciales de profundidad, varias acciones ocurriendo al mismo tiempo y en todas los actores mantienen un tono exagerado dentro de una interpretación nada realista. Como en los sueños, las emociones se revelan evidentes pero ilógicas, no se sabe porque suceden pero esta claro lo que sienten.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Oscar Montesinos
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