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La La Land: Ciudad de sueños

Musical. Romance. Comedia. Drama Mia (Emma Stone), una joven aspirante a actriz que trabaja como camarera mientras acude a castings, y Sebastian (Ryan Gosling), un pianista de jazz que se gana la vida tocando en sórdidos tugurios, se enamoran, pero su gran ambición por llegar a la cima en sus carreras artísticas amenaza con separarlos. (FILMAFFINITY)
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Críticas 680
Críticas ordenadas por utilidad
26 de diciembre de 2016
127 de 173 usuarios han encontrado esta crítica útil
Damien Chazelle da inicio a su carrera como director de cine con una escena que es un símbolo de lo que La La Land – y probablemente buena parte de su obra posterior- va a ser. Su opera prima es Guy and Madelaine on a park bench (2009) y la película abre con la imagen de una chica dándonos la espalda, mirando hacia las aguas del puerto de Boston y refugiada bajo un paraguas, mientras suena una canción digna de un musical de Hollywood. Paraguas, puerto, mujer, música. ¿Cantando bajo la lluvia? sí, pero también y mucho más Los paraguas de Cherburgo (1964) de Jacques Demy. El musical le interesa a Chazelle, no importa a qué lado del océano haya sido hecho. Le importa tanto que Guy and Madeleine on a park bench, corriendo todos los riesgos que un novato no debería asumir, es un musical donde hay jazz, hay tap, la protagonista se lanza a cantar en medio de un parque y más tarde hace un número de producción en un restaurante donde todos cantan y bailan al ritmo de “Boy in the park”, una melodía de Justin Hurwitz.
Chazelle y Hurwitz volvieron a trabajar juntos en Whiplash (2014) y es fácil recordar el enorme impacto que ésta película tuvo, gracias sobre todo a la potencia dramática que le imprimió la banda sonora que Justin compuso.
Colaboración que regresa en su tercer largometraje La La Land un filme que para Chazelle representa – gracias al éxito de sus filmes previos – la posibilidad de un crecimiento exponencial de las ideas que expuso en Guy and Madeleine on a park bench. Solo han pasado siete años de su vida, pero su talento lo ha convertido en uno de los directores jóvenes más interesantes del panorama comercial norteamericano.

Que Chazelle hiciera un musical no es entonces el capricho exhibicionista de un “wonder boy” que quiere demostrar que es capaz de abordar el género que sea. No, el hombre fue baterista en una banda de jazz en su secundaria y en Harvard se encontró en sus estudios de cine de frente los grandes musicales, a Fred Asteire y Ginger Rogers en Top Hat (1935), a Gene Kelly y Cyd Charisse en It’s always fair weather (1955), a Jacques Demy y sus paraguas y sus colores y esa joya que es Las señoritas de Rochefort (1967). Para él la música y el cine van de la mano. Incluso el proyecto de La La Land es anterior al de Whiplash, pero terminó haciendo la segunda antes con el fin de conseguir los recursos y financiar la primera.
El riesgo y la bondad de La La Land van de la mano: es un musical con canciones originales, no apela a un repertorio de standards conocidos, ni es tampoco la adaptación de un musical de Broadway. La banda sonora – tan maravillosa y autentica- la compuso Justin Hurwitz y las melodías las interpretan los protagonistas, Ryan Gosling y Emma Stone. Si nadie se sabe las canciones y no hay cantantes profesionales, el reto iba a ser, obviamente mayor. Dependían de la calidad de la música, de lo “pegajosos” que fueran los temas y de que la historia fuera lo suficientemente envolvente como para que no pensáramos si los actores están cantando y bailando adecuadamente. Pero si todo esto no fuera ya difícil, requería también que el espectador fuera sensible o romántico, o por lo menos se comportara como tal, dejando momentáneamente el cinismo existencial y los prejuicios hacia el musical a la entrada del teatro. Demasiadas condiciones. Demasiadas.
Por eso el éxito de La La Land tiene gran mérito. Es un musical contemporáneo, pero con un ojo permanentemente dirigido al pasado glorioso de los musicales de la MGM: ahí están para quienes quieran descubrirlos los homenajes a Singin’ in the rain (1952), An American in Paris (1951) o The ban wagon (1953). Su tributo a Los paraguas de Cherburgo va más allá de la paleta de colores y se extiende al drama que subyace a la aparente festividad. ¿Drama? Sí, claro. Esta es una historia de sueños, ilusiones… y profundas decepciones. Sus personajes Mia y Sebastian, son unos perdedores, una aspirante a actriz y un nostálgico músico de jazz, que están esperando una oportunidad. La ciudad, claro, en este caso Los Angeles, es el testigo silencioso de aquellos que lo intentan y lo intentan, pero jamás logran triunfar. Estas historias de perdedores pocas veces se ven en la pantalla, dedicada casi que exclusivamente a exaltar a los ganadores. La La Land les da vida a aquellos que tuvieron que aceptar que hay otras formas de triunfar y ser felices, incluso lejos de quienes supusimos nos acompañarían en el camino.

Damien Chazelle es un director de cine que adora el musical, pero descubre que ya pocos gustan de ese género. La nostalgia por el arte clásico impregna este filme, invitándonos a mirar el futuro, pero sin olvidar de dónde provienen el cine o la música que disfrutamos.
La La Land homenajea no solo el cine, el musical y sus grandes referentes sino también la música – esencialmente el jazz- y al romance y los sueños.
Esta película a lo que nos invita es a suponer que – pese a todo- es posible un final feliz, y a dejarnos llevar por el romanticismo que llena de música del aire.

Chapeau señor Chazelle, Chapeau!
diegocc
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15 de enero de 2017
73 de 88 usuarios han encontrado esta crítica útil
El cine como fábrica de sueños… Se nos olvida esta premisa básica y fundamental pero cuando acierta y da en la diana, se convierte en una experiencia imperecedera y memorable que nos arrastra hasta dónde quiera llevarnos sin que ofrezcamos ni la mínima resistencia ni alberguemos reticencia alguna a la propuesta que se despliega ante nuestros arrebatados ojos. Pero hay demasiados cineastas que arrinconan no sólo su afán de narrar una historia simple y diáfana, sino que desconocen la tradición de los clásicos de cualquier género, tratando de inventar la rueda cuando ya todo está inventado y de lo que se trata es de combinar lo conocido y reconocible hasta hacerlo parecer novedoso y singular. Y éste es el gran acierto del joven Damien Chazelle: el no pretender ser original sino en contentarse con desplegar todo su ingenio para poner en pie un mundo fascinante.

Y para ello cuenta con la complicidad de dos actores en estado de gracias, que no son ni bailarines ni cantantes pero que hacen parecer fluido e innato, elegante y arrebatador la impostura de lanzarse a ejecutar canciones rumbosas y coreografías estilosas como si fuera lo más normal y cotidiano, sin un atisbo de incredulidad en su mirada, sin un gramo de titubeo en su cuerpo. Pura dinamita y ligereza, pura genialidad travestida de naturalidad. Hacer parecer sencillo y espontáneo el artificio del musical es una arte que nada tiene que ver con artificio, sino con maña y soltura, con la destreza de hacernos suspender cualquier recelo o duda y nos entreguemos por completo a los encantos del fingimiento. Ryan Gosling y Emma Stone están soberbios y seductores, fogosos e inolvidables, pero quizás se la deba coronar a ella como la reina de la función. Extraordinaria.

La historia es de una sencillez exquisita. Chica conoce chico, se enamoran, se enriquecen y complementan, comparten sueños e ilusiones, se entusiasman y se dan alas para anhelar e intentar convertir en realidad lo imposible, lo codiciado, lo inalcanzable, se quieren y se desean, se buscan y se encuentran, se agradecen y compadecen, se pelean y se reconcilian, se separan y se atormentan. El juego de la vida entre ardores musicales y sinsabores jazzísticos. La frase ‘te querré siempre’ se encarna y se convierte no sólo en un lema, en un mantra, en un capricho, sino que cobra sentido y se hace realidad en este recorrido multicolor por los entresijos del ensueño amartelado.

Hay algún leve desfallecimiento del ritmo y del norte, pero se reconduce de inmediato. Uno sale de la sala agradecido, con el alma ligera, la sonrisa desplegada y la certeza de haber compartido la esencia del cine. Épico.
antonalva
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15 de enero de 2017
129 de 206 usuarios han encontrado esta crítica útil
Empecemos por el principio: Whiplash, de la que muchos hablan maravillas incomprensiblemente, me parece una de las peores y más enfáticas y manipuladoras películas que he visto en mi vida. Empezando porque cualquier profesor que se comportase como JK Simmons estaría de patitas en la calle en el minuto 1, y terminando con la moraleja ridícula de que el Jazz es repetición (cuando es improvisación), y que para ser un virtuoso en algo el talento no cuenta, basta con hacer repeticiones. Reducir el jazz a la rutina de ir al gimnasio. Lamentable.

Vayamos con La La Land:
Mi nota en condiciones normales sería un 5, pero como considero que esta es una web seria es necesario corregir la barbaridad que supone elevar esta cosita por encima de Cantando Bajo la Lluvia, Un Americano en París, Los Paraguas de Cherburgo, o por centrarnos en musicales recientes, Moulin Rouge, que si bien pecaba de histriónica tenía unos números y arreglos mucho más originales y trabajados. Cada película responde al espíritu de su tiempo, y este parece reflejar un mundo de idiotas narcisistas más pendientes de los seguidores de Instagram que de la enjundia de una buena historia. Ombliguismo puro de un chaval de 31 años muy convencido de su genio, pero que no pasa de ser el tuerto en el país de YouTube. Un Rubius a lo hollywoodiense.
Dani
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22 de enero de 2017
149 de 250 usuarios han encontrado esta crítica útil
"La la land", que evidentemente se va a llevar todos los Oscars en vez de "Moonlight" porque no existe la justicia, es la película más vacía, estúpida e insustancial que he visto en mucho tiempo. Que a tantísima gente, incluidos los supuestos entendidos, les deslumbre la nada más absoluta construida sobre los mismos tópicos de siempre dice mucho de la era en que vivimos. Pero claro, el problema lo tengo yo, igual que a los pocos a los que no nos ha gustado nada esta película.
emmastark
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15 de enero de 2017
74 de 100 usuarios han encontrado esta crítica útil
La película es muy buena, así, sin tonterías.
No os dejéis engañar por aquellas críticas que la suspenden y la puntúan peor que a Torrente.
Sobre gustos no hay nada escrito, pero a veces se niegan las evidencias.
Y es evidente que la fotografía es sensacional.
Y es evidente que la banda sonora es muy buena.
Y más evidente aún, que la pareja principal tiene química, y que al menos el oscar de Emma, lo podéis dar por asegurado, si no caen los de los dos actores, que habrá que verlo.
La historia que nos cuentan no es novedosa, pero se acopla como un guante a los números musicales.
Las dos horas se pasan sin pestañear y nos dejan escenas difíciles de olvidar.
El final es brillante.
Indispensable verla en el cine, donde se aprecia infinitamente mejor el colorido con que Chazelle ha impregnado la cinta, su cinemascope que no lo es, pero que lo parece.
Disfrútenla.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
cylon13
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