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La La Land: Ciudad de sueños

Musical. Romance. Comedia. Drama Mia (Emma Stone), una joven aspirante a actriz que trabaja como camarera mientras acude a castings, y Sebastian (Ryan Gosling), un pianista de jazz que se gana la vida tocando en sórdidos tugurios, se enamoran, pero su gran ambición por llegar a la cima en sus carreras artísticas amenaza con separarlos. (FILMAFFINITY)
Críticas 679
Críticas ordenadas por utilidad
14 de enero de 2017
909 de 1158 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Me gustan las películas de amor?
- No
¿Me gustan los musicales?
- No
¿Qué valoración hago de la película?
- Una obra maestra en toda regla. La primera hora y cuarenta minutos de película son espectaculares, te hipnotizan...los últimos veinte minutos...lo mejor que he visto en el cine en mucho tiempo, te destroza y a la vez te termina de enamorar. Memorable.
Salami90
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9 de diciembre de 2016
463 de 598 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es complicado empezar una crítica cuando las imágenes se apoderan de uno por momentos. Este es uno de esos filmes con tantos registros, tantas lecturas paralelas, que hacen que sea apasionante el sólo hecho de plasmar en palabras los sentimientos que llega a transmitir.

Esta es una historia clásica, de las que ya casi no se hacen. Tanto lo es, que es fascinante poder apreciar ese toque maestro de las grandes películas de antaño y al mismo tiempo respirar una bocanada de aire muy fresco con respecto al incipiente mundo de franquicias y remakes al que nos tiene condenado Hollywood en los últimos años.

El amor es la temática central de este filme. Pero no sólo el existente entre unos Ryan Gosling y Emma Stone sobresalientes, si no el que tienen por sus sueños, y, principalmente, por la ciudad que todo lo cubre. Cada plano, cada secuencia, es una declaración en público de la devoción por la ciudad de Los Ángeles. El propio título de la película ya nos da una pista de este poema hecho celuloide en honor a este lugar. Todo gira en torno a este ente poderoso que se convierte en el gran protagonista durante cada minuto del metraje. La fotografía es única, maravillosa a más no poder, de las que se te graban en la mente y crean escuela. Algunas de las escenas son tan icónicas que se repetirán en el imaginario popular puesto que La La Land lo tiene todo para ser el gran musical de esta generación.

Y es que es una obra original de los pies a la cabeza. No se encontrarán aquí fórmulas prefabricadas ni clichés que reduzcan el tono de los acontecimientos. Todo funciona en una mezcla perfecta entre diálogo, drama y música. Las escenas musicales fluyen de manera natural y se complementan bien, al mismo tiempo que son un placer visual. Las luces, los colores, el movimiento... toda una serie de factores hacen que la estética sea espectacular.

La dirección desde el punto de vista técnico es excelsa y confirma a Damien Chazelle como uno de los grandes talentos del cine actual. El guión está muy bien llevado puesto que introduce varios géneros para culminar en una escena final absolutamente maravillosa.

La música habla por sí sola, el gran trabajo de Justin Hurwitz se hace notar y de qué manera. Cada verso de cada canción cobra un significado en relación a la trama y logra transmitir de forma muy directa las emociones que encauzan este filme. Qué decir de los actores, todos rozan la perfección y no me extrañarían nada unas nominaciones de la Academia para los dos protagonistas.

En conclusión, estamos ante un clásico instantáneo. Una obra de las que sientan cátedra, de las que transmiten y nos hacen creer de nuevo en esto que llamamos cine. Porque a pesar de las ilusiones perdidas, la ciudad de las estrellas siempre estará ahí para volver a hacernos soñar.
Nesinho
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16 de enero de 2017
472 de 690 usuarios han encontrado esta crítica útil
Estamos en plena temporada de permios, y nos inunda la avalancha de “películas de premio”, que son casi un subgénero dentro del mundo del cine.
Películas “avaladas” por una larga lista de nominaciones, más o menos compradas por los estudios, que en muchos casos hubieran pasado sin pena ni gloria, y que nos venden como obras maestras o definitivas.
LA LA LAND es un claro ejemplo de este cine. Un refrito de “chico encuentra chica” (o viceversa), con toques vintage, homenajes a los musicales clásicos, pizcas de comedia amable y de melodrama ligero, que no sabe muy bien por cuál de los caminos decantarse y que se queda a medias en todos.
No digo que sea una mala película; interesante sería el calificativo más adecuado, y un poco frustrante también. Frustrante por ese continuado afán por levantar el vuelo sin acabar nunca de conseguirlo. Está montada con brochazos muy desiguales e irregulares que no consiguen salvar una historia bastante endeble y en la que ni el mismo director parece tener demasiada fe.
Tiene mucho desparpajo, frescura en algún momento, pero nunca magia.
Ni siquiera consigue hacer brillar como debiera a una partitura que se convierte en reiterativa y machacona.
Sí, LA LA LAND sólo me ha gustado a ratos, pero no como conjunto. A mí ni me ha llegado ni me ha funcionado toda su primera parte, quizás la más cercana al musical, y sin embargo me ha ido ganando según se iba convirtiendo más en una película y menos en un desvarío. Me ha cautivado, como siempre, Enma Stone, que está inmensa (cuando la dejan) en esta película y que posiblemente sea el pegamento que mantiene unida a LA LA LAND y que le da vida y una cierta credibilidad. Desgraciadamente no está a su altura, al menos no todo el tiempo, Ryan Gosling que abusa un poco ya de su colección de muecas de yerno adorable/canalla y poses estudiadas restándole naturalidad.
Me ha gustado, y mucho, el final de la película, con toda esa secuencia soñada, imaginada o deseada por ambos protagonistas, y que en cierto modo también te incita a ti a soñar con lo que esta película podría haber llegado a ser.
En definitiva, un fenómeno de marketing, una película que veremos porque “hay que verla” y que olvidaremos en cuanto llegue la siguiente “obra indispensable que no te puedes perder”, que seguramente hubiéramos disfrutado más de habérnosla vendido como lo que es.
piensaencines
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14 de enero de 2017
280 de 359 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tras acabar de ver la película me queda plantado en la butaca. No quería que se hubiera acabado, queria volver a verla, a volver a enamorarme de esta joya... Según iba por los pasillos del centro comercial en el que la había visto observaba atentamente las caras de las personas con las que me cruzaba. Todo me daba la impresión de que se había ralentizado pero aún así tenía unas ganas enormes de bailar... de soñar... de amar...

Ahora, tres horas después y mas calmado, las imágenes de la película se siguen sucediendo en mi cabeza. La La Land me ha echo sentir de todo: me ha enamorado. He disfrutado como un enano de la música de cada canción, ya sea instrumental o cantada... Me he reído con ese humor tan sumamente agradable y benigno. He sentido como míos los sueños, las ilusiones y los fracasos de los dos excelentes protagonistas. La La Land es, como dice la primera critica, un clásico instantáneo, una película para volver a creer en el cine.

Emma Stone me ha maravillado. Resulta natural y magnífica en cada escena y nos hace participes totalmente de la vida de Mia, hasta tal punto de reflejar con una sola mirada todo lo que siente, todos sus sueños y esperanzas. A destacar ese momento en el que canta la canción (preciosa por cierto) "The Fools Who Dream" Este año el premio Oscar a la mejor actriz ya tiene nombre. Ryan Gosling esta también excelente, siendo su talento para tocar el piano totalmente asombroso. Entre los dos surge una historia de amor, realista, natural y con muchísima química entre ambos.

Sin embargo lo mejor de la película, es, sin duda, el final, el epílogo. Maravilloso. Mágico. Inigualable. Te hace enamorarte y sufrir al mismo tiempo. Y al final, esa mirada y esa sonrisa que se dedican Mia y Sebastian, pasará a la historia... tal como lo hará esta película.
Jjaayymm
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14 de enero de 2017
335 de 535 usuarios han encontrado esta crítica útil
La verdad es que no sé por dónde empezar. No quiero extenderme demasiado hablando de los supuestos motivos externos de la película que la han convertido en un éxito, que convenía que así fuera, ni de su tremenda campaña de promoción, pero sería curioso al menos señalar que estamos ante todo un ejemplo de estrategia de cuándo estrenar un film y sacar el máximo rendimiento en taquilla. De entrada, el subtítulo español añadido a su título no lo recordarán los espectadores, sino que se remitirán a su título original, tal y como ya ocurrió en los informativos televisivos cuando daban la noticia de que había arrasado con siete Globos de Oro, creando un nuevo récord. Ya le pasó por ejemplo a “Amor sin barreras”, subtítulo añadido a “West Side Story” y que a estas alturas nadie recuerda.

Al menos para mí, lo mejor de “La La Land (La ciudad de las estrellas)” es su principio, con ese logo “prestado” de Cinemascope en precioso technicolor que, automáticamente, nos remite a la época del musical americano rodado en este sistema, aunque haya sido rodado realmente en Panavision. Su primer número musical, totalmente colorista, tiene un cruce entre número contemporáneo de musical de Broadway para turistas y de Jacques Demy, pero a mucha distancia de lo que es un musical americano en toda regla y del citado Demy, ya digo, y eso que es uno de los más espectaculares y logrados, dentro de la propuesta que presenta Damien Chazelle, una propuesta que se va desinflando según avanza su metraje, ya que para la anécdota que cuenta nos resulta de excesiva duración y sin sorpresa.

Por desgracia “La La Land” a mí no me hechizado, y eso que cuando veo un buen musical me derrito. Su coreografía me parece simplona, con pasos muy elementales para que cualquiera posteriormente, en su versión teatral, porque la habrá y de eso se trataba su éxito, lo pueda hacer sin complicaciones, así como cantar sus canciones, que no implican grandes registros vocales ni grandes complicaciones. Y más vale no entrar en comparaciones, porque si suelen odiosas aquí serían humillantes, ya que no hay ni rastro de los bailes de Gene Kelly, Fred Astaire, Ginger Rogers, Rita Hayworth, Judy Garland, Ann Miller o de las piernas mágicas de Cyd Charisse. Ni sombra de Minnelli, Donen o Cukor entre otros, por no hablar de los últimos renovadores del género, como el gran Bob Fosse. Todo, más que homenaje, es un copia, corta y pega de miles de títulos, incluyendo hasta momentos de Woody Allen de su “Todos dicen I love You”, quizás todo generado por el encanto y el éxito que fue “The Artist”. Era lógico que la propia industria hiciera su respuesta ya que es el musical, junto con el “western”, son los géneros más genuinamente americanos. Y el musical, para mayor INRI, hay que tener en cuenta que es el género que mayor cantidad de premios ha ido recogiendo a lo largo de la historia.

Puede que aquí sea donde reside la esperanza renovadora de la industria americana, que intentará imponer este nuevo estilo de musical para hacer frente a la moda del cine de súper héroes o entregas galácticas, cada vez más repetitiva y cansina, con el aliciente de pasar posteriormente a teatro el musical que en cine haya sido rentable, primero en escenarios americanos y luego venderlos al resto del mundo, incluyendo España, que parece que al fin ha entrado por el aro y forma parte del circuito, que trabajo ha costado.

Creo que la clave de todo está dentro de la misma película, en el diálogo que se mantiene en el primer encuentro entre Keith (John Legend) cuando habla con su amigo Sebastian (Ryan Gosling), este un purista del jazz. Keith le oferta un trabajo en un grupo y le habla que hay que renovarse, tocando un estilo adulterado, más “moderno”, ya que el jazz sólo lo escuchan los viejos de noventa años y que si decide seguir siendo un purista, morirá de asco. Pues eso ha hecho Chazelle, su director, sin el talento suficiente, como el resto del equipo, optando por una “renovación/ adulteración” del género, ya que hubieran sido incapaces de hacer un musical como los antológicos o en su defecto renovador en toda regla.

Su atmósfera también me ha evocado inevitablemente a Coppola, con su “Cotton Club” o sobre todo con su preciosa “Corazonada” que injustamente fue todo un fracaso. Y no solo hay un cierto aire de Coppola en esto, también de Hitchcock, con esas ventanas que despiden esa luz verde fantasmagórica que nos recuerda a “Vértigo”, o esos giros de cámara a lo Brian De Palma, o ese ambiente de clubes que tan bien recreaba Blake Edwards pero sin llegar a la altura de los mencionados, y la lista podría continuar, sería interminable.
Justin Hurwitz con su banda sonora en la que se incluyen temas versionados, no originales, Linus Sandgren con su preciosista fotografía, Tom Cross en montaje o Mary Zophres con su vestuario, son opciones favoritas para adueñarse de los Oscars en la próxima edición y sumar más premios de los que en principio le podían caer.
El que Emma Stone esté frente a uno de los más encantadores personajes de su carrera no tendría que ser motivo de premio. Es como esos Oscars que con el tiempo se ven algo disparatados como el que le dieron a Cher por “Hechizo de luna” o a Gwyneth Paltrow por “Shakespeare in Love”. Ryan Gosling se ve que se lo ha currado, pero más se lo curró por ejemplo Richard Gere en “Cotton Club” donde nadie le doblaba en los solos de trompeta y nadie se lo reconoció. En cuanto a los secundarios están como sumergidos en la niebla, poco importan, incluyendo las amigas de la protagonista, que podían haber tenido mayor relevancia y que finalmente no aportan nada. En fin, un nuevo mito inflado a más no poder, quizás para no pensar en Donald Trump.
Maggie Smee
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