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La caja de Pandora

Drama. Romance Lulú (Louise Brooks) es mujer ambiciosa y sin moral que usa a los hombres a su voluntad. Desinhibida y atractiva, el aprovechamiento de sus encantos conllevará también sus peligros. Obra mayor del expresionismo que encumbró a Louise Brooks, una joya del cine mudo que adaptó magistralmente la obra teatral "Lulu" de Wedeking. (FILMAFFINITY)
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Críticas 21
Críticas ordenadas por utilidad
2 de diciembre de 2018
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Terminando de ver “Die Büchse der Pandora” (1929) de Georg Wilhelm Pabst con Louise Brooks, Fritz Kortner, Francis Lederer, Carl Goetz, Krafft-Raschig, Alice Roberts, entre otros. Drama mudo alemán, “cine negro”, erótico y de suspense, es un “remake” del filme homónimo de 1921, basado libremente en las novelas de Frank Wedekind “Erdgeist” o “El Espíritu de La Tierra” (1895) y “Die Büchse der Pandora” o “La Caja de Pandora” (1904) La trama está dividida en actos, y gira alrededor de una mujer atractiva que utiliza todos sus encantos, en apariencia “inconscientemente” para lograr sus objetivos. La situación cambia a peor cuando ocurre un accidente fatal… Por la censura, la película sufrió mucho por las ediciones hechas a lo que debió ser el cine mudo ultra sofisticado en su forma original; totalmente atrevido para su época, pues se destaca por su subtrama lésbica, donde La Condesa es considerada “el primer personaje lésbico del cine”; y la referencia que se hace a “La Pandora” mitológica, que al abrir La Caja que le habían entregado los dioses, liberó todos los males del mundo, dejando encerrada sólo a La Esperanza… Sin embargo, el director se tomó muchas licencias para desarrollar la historia, y en la producción, se destaca el uso del expresionismo alemán, algunas secuencias interesantes, novedosas y adelantadas para la época, así como los temas tabúes tratados; y como historia, ha atraído una amplia gama de interpretaciones: Desde la misoginia hasta un presagio de la liberación de la mujer; y en el centro de estas lecturas divergentes, está la ambigua figura de la misma Lulú, donde cada hombre en su vida, seguro en la sociedad patriarcal para la que ella es una afrenta potencial, encuentra en ella lo que él quiere ver; sus propias necesidades, mientras tanto, permanecen ocultas; pero cada hombre la decepciona, porque tiene un defecto ciego que ignora “su verdadero yo”, una indiferencia que se deriva de esa combinación de egocentrismo e interés típicamente masculino. Ya sea que Lulú sea víctima o “Femme Fatale”, el centro de gravedad es el terrible destino de la anormalidad con el que está agobiada. En otras palabras, la vida licenciosa está marcada con la fatalidad, como una bola de nieve imparable, donde solo el mismo MAL puede detener al MAL mismo, de ahí el anacronismo de Jack “El Destripador” Del reparto, el filme es un escaparate para el lucimiento exclusivo de Louise Brooks, que está INMENSA en cada plano, de los que el director llega a abusar para subrayar la tragedia del personaje, donde se nota la inocencia y la sexualidad, sin hacerla parecer tímida ni impostada, y con su icónico corte de pelo, “El Bob”, su “sex appeal” y su forma de vestir, influyeron en el modelo de lo que se conoció como “la nueva mujer moderna” en Europa y los Estados Unidos; y llegó a inspirar al personaje principal del oscarizado filme “CABARET” (1972) No obstante, al filme se le achaca que es demasiado largo, con 130 minutos, con tramas algo lentas y otras innecesarias. Pero queda como una película muy, pero muy adelantada a su época, y no solo por los temas antes mencionados, sino por otros que se leen: El incesto con su propio padre, y que este la prostituya, que ella se acueste con su amante y con su hijo… la trata de blancas del “empresario”, etc. ¡Muy operístico todo! No es casual, que también inspiraría la ópera “Lulu” (1937) de Alban Berg: “Tendrás que matarme para deshacerte de mí”
RECOMENDADA.
NO tendrá nota en Lecturas Cinematográficas
http://lecturascinematograficas.blogspot.com/
Alvaro Zamora Cubillo
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17 de febrero de 2009
8 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sublime y desaforada tragedia en 10 actos. A medio camino entre la inocencia y la perversión, Lulú desata un torbellino de (bajas) pasiones entre todos los que la rodean. Inolvidable Louise Brooks. G.W. Past se sale. Cine mudo desesperadamente vivo.
Max Rebo
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13 de abril de 2010
6 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esa boca seductora, esos ojos cómplices que ofrecen miel, ese cuerpo sinuoso que invita al peligro, al abandono, a dejarse arrastrar sin prever consecuencias.
Cuando esa mirada clara donde anida la picardía frunce el ceño, el mohín se convierte en la tarjeta de visita de la tentación.

¿Cómo no caer rendido a sus pies si ofusca los sentidos?

Pero el camino entre lo alto y lo sórdido a veces se recorre deprisa.
Demasiado deprisa.
ÉGIDA
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28 de julio de 2020
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Decía Nietzsche en 1885, en Así habló Zaratustra, "Quien poco posee, tanto menos es poseído, bendita sea la pobreza".

Hacer abstracciones conceptuales para delimitar acepciones es una práctica más que necesaria si queremos entender lo mismo para los mimos vocablos a los que nos referimos. Eso, creo yo, habría que hacer con femme fatale. Su uso ha poblado la historia, la política, la literatura, pero por sobretodo el cine, esa maquinaria de superproducción artística capaz de condensar en sí muchas otras artes. El concepto aludido es parcialmente cierto en Lulú: no persigue un derrotero establecido, no busca nada en particular. Las pretensiones trascendentales masculinas, que tan bien fue capaz de identificar Simone de Beauvoir en El segundo Sexo, responden a un quimérico afán de conservar una estructura patriarcal inmanente en la división sexual binaria. Lulú es una respuesta impresionante a ese afán. Lulú es la irracionalidad o, más bien, como dijera el filósofo boliviano Juan José Bautista Segalés, "otro tipo de racionalidad". Lulú es el avecinamiento de una Segunda Guerra Mundial. Lulú va de Alemania a Inglaterra para empobrecerse y fenecer. Su sonrisa constante (impecable interpretación de Louise Brooks) y sus ojos expresivos solo están dispuestos para el placer, el que sea, pero no para la tragedia, no para la tristeza. Una femme fatale habría hecho lo indecible, en un mundo ya eminentemente capitalista, por lograr la riqueza o la fama. El único momento en que se le ve solicitando dinero es para salir de aprietos con sus encantos. No, Lulú no busca nada, Lulú comprende y abraza el momento presente buscando extraerle el mayor provecho posible.
Las críticas sutiles que va deslizando la película, de forma tan cándida y desprovista de una sobreideologización, le otorgan mayor inocencia a los móviles que mueven a Lulú y a los vectores de la trama: la trata de mujeres, que hoy en su rotunda ilegalidad mueve millones de dolares en el mercado negro mundial, verbigracia. La anatomía de Lulú debe ser necesariamente esa, desprovista de pechos turgentes, casi una niña, para graficar de este modo la inocencia, la ingenuidad detrás de sus actos, la ausencia de una teleología en sus actos.
Retomemos aquí el epígrafe de Nietzsche para correr el cerco hacia una lectura materialista: Lulú bien podría haberse casado con el doctor o bien irse con el hijo viviendo en la pobreza en Inglaterra, nunca trasluce una disconformidad por su existencia. No aspira a propiedades ni bienes suntuarios, pareciera alimentarse de la compañía de un grupo de hombres: no es la esposa fiel de un doctor burgués y no es la compañera de ruta de un novio pobre. No quiso la muerte del doctor, no quiso hacer sufrir (la película no lo trasluce) a Awla al llevar un amante a casa. Para no ser poseída por hombre alguno, en una sociedad igualmente patriarcal, no puede tampoco poseer, entendiendo que los propietarios son los hombres.
Lulú claramente no tiene aspiraciones pretensiosas, y no por ello es nihilista, pues desea, y vaya que lo hace; es más, goza como pocos en el filme. El estilo, la estética que instaura acá Brooks, no tiene mayores precedentes en el cine.
La delicadeza con la que se traza el personaje, tanto por la interpretación de Brooks como por la dirección de Pabst, la ingenuidad en sus actos, el desenfado con el que va llevando su personaje, es impresionante.
Juzgar con ojos extemporáneos esta delicadeza solo es tarea poco compleja para quienes están habituados a cine pretérito o a pasar por un proceso familiarización con contextos de producción que no son los de la época desde la que se juzga.
Por último, una sola crítica negativa: la irrupción de su asesino queda floja: es un personaje que llega rápido a la trama y tan pronto llega termina llevándose a nuestra musa.
Pedroanclamar
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7 de noviembre de 2013
5 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Louise Brooks, la reina y señora de lo que era la sensualidad en los años 20's.

Verdaderamente, ésta no ha sido mi favorita entre las producciones de Wilhelm, aunque no por eso no quita que sea un excelente film, aunque francamente creo que dentro de todos sus proyectos, es éste film el que mejor reparto ha tenido.

La caja de Pandora, una joya de cine mudo... Capturando lo que toda mujer de la época deseaba entre algunos aspectos ser: Desinhibidas, extrovertidas, sin el miedo al que dirán por el simple hecho de querer vivir la vida fuera de las reglas que en ése entonces la sociedad imponía.

No sé, me encanta Louise en el papel, su manera de intepretarlo... Le salió tan natural, tan ella.

En fin, creo que no hay nada más que decir.

Un saludo.
Ivonne Lumiere
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