Tempus fugit.
El cine se ha inventado para comprobar que el tiempo se nos escapa entre los dedos, para ver el pasado y el futuro como una anécdota convertida en secuencia lúcida, para descubrir que lo que anida en la imaginación puede devenir realidad y para desgranar la ilusión por la ladera de la fantasía.

Tengo de nuevo la cabeza llena de musgo.
¿Y cómo no va a ser así si uno se ha imaginado mil veces la escena final?

A este corto se le agradece la creatividad, la fluidez y la frescura.

Ingeniosa y divertida, la película nos recuerda que todos hemos viajado alguna vez en autobús pero que nunca nos hemos encontrado con Claudette Colbert.
Claro que nosotros tampoco somos Clark Gable.

Hay tipos listos, tipos con suerte, tipos guapos y tipos fatuos. Hay mujeres atractivas, mujeres fatales, mujeres encantadoras y mujeres que no son capaces de pedir ayuda.

¿Alguna vez los espectadores podremos ser como los actores?

Ya lo dije, película divertida e ingeniosa que conviene ver.

No será aquí donde se ponga en duda la belleza de los dibujos ni su inquietante lenguaje icónico cargado de metáforas que remiten de inmediato a lo más recóndito (deliberado o no) de lo inconsciente.

Esos ojos que miran con desasosiego, esas imágenes que se retuercen sobre sí mismas hasta conformar un universo totalmente diferente a aquél que les engendró, ese discurrir del tiempo, esos miedos, esas intranquilidades, ese permanente desvelo por lo que sucede alrededor y esa magia que emerge de la arena y que la propia arena destroza merecen nuestra consideración porque tanto el mensaje como la forma decirlo se hacen acreedores a él.

Ya se sabe que casi cualquier opción que uno decida adoptar como norma de vida, de su propia vida, es en sí misma una decisión válida, estimable, que se debe valorar y que, en todo caso, no es preciso compartir ni desear, pero sí respetar.

Y en el ámbito del cine lo que importa es ser capaz de decirlo con fuerza expresiva, con capacidad de fabulación, con destreza narrativa y con sugerentes escenas llenas de impactante iconografía.

Lo que importa es ser capaz de decirlo de forma artística.
Incluso a machaca martillo.

El título del corto mueve de inmediato la curiosidad del espectador y le hace permanecer atento porque pertenece a uno de esos asuntos que interesan desde la infancia. Ser invisible, poder atravesar puertas, no reflejarse en los espejos o carecer de sombra están inscritos en el ámbito de los sueños, confesos o no, de esa primera edad.

Así que la propuesta resulta cautivadora de antemano, las imágenes con las que comienza el vídeo son inquietantes y la música acentúa la tensión.

El espectáculo abre sus puertas.
Sólo falta saber cómo se las arregla el director para desarrollar y culminar la historia.