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Siguiendo mi camino

Comedia. Musical Historia de un simpático cura y su actividad a favor de su parroquia, así como las discrepancias con otro sacerdote mayor y más severo. (FILMAFFINITY)
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Críticas 15
Críticas ordenadas por utilidad
10 de enero de 2022
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si el otro día comentaba "¡Que bello es vivir!" y aludía a lo importante del contexto socio-político en el que fue rodada (en plena posguerra mundial) "Siguiendo mi camino" (traducida en Latinoamérica como "El buen pastor") merece un análisis similar. En este caso nos encontramos en plena Segunda Guerra Mundial, en un momento en el que películas como ésta que destilaban optimismo y bonhomía eran imprescindibles frente al ambiente bélico y dramático que se iba filtrando en la moral de los estadounidenses desde que en 1941 se involucraran en el conflicto. La precariedad económica y la desesperación por la suerte de los combatientes eran la tónica general de la época en aquel momento. El siguiente diálogo entre los dos sacerdotes -protagonistas principales- relata este sitz im leben de manera muy gráfica, eso sí, intentando suavizar el drama a través de la comedia:

Padre O'Malley: "El pobre Ted ha sido herido en África".
P. Fitzgibbons: "Ah, qué lástima".
P. O'Malley: "Lo están enviando a casa".
P. Fitzgibbons: "Un joven excelente y honrado. Quizás lo decoren".
P. Chuck O'Malley: "No, lo dudo. Un amigo suyo lo atropelló en un jeep".

La película del experimentado por aquel entonces Leo McCarey se hizo acreedora de 10 nominaciones a los Oscars, ganando 7 de ellos, incluyendo tres de los grandes: mejor película, mejor director y mejor actor (Bing Crosby). Precisamente el film es un traje a medida para el actor principal, protagonizando a un sacerdote que además de realizar el bien a diestro y siniestro tiene el don de la música como colofón a sus muchas virtudes.

El argumento gira en torno al padre Chuck O'Malley, un joven sacerdote que es trasladado a una parroquia de Nueva York, donde deberá compartir misión con un sacerdote mayor "chapado a la antigua", el padre Fitzgibbons, con el que tiene sus complicidades pero también su discrepancias. Posiblemente en esta película se inspirara Giovani Guareschi para crear a su personaje literario Don Camilo cuatro años más tarde, en 1948 y sus conflictos con su antagonista Don Peppone. Y de ambas obras bebió sin duda Cantinflas para interpretar "El padrecito", teniendo cada cada una de estas secuelas las peculiaridades de sus países respectivos. En estas palabras del anciano sacerdote entrevemos el relevo generacional que nos anuncia la película.

¿Esperanza? Sabes, Chuck, cuando eres joven, es fácil mantener encendido el fuego de la esperanza. Pero a mi edad, tienes suerte si la luz piloto no se apaga.

Espiritualmente la película es irreprochable, ensalzando las virtudes del protagonista principal como centro sobre el que gira la vida de la comunidad religiosa. Su forma de entender el sacerdocio, con un estilo cercano, informal y directo contrasta con los valores más tradicionales y conservadores del padre Fitzgibbons. El sacerdote joven está más preocupado de resolver los problemas económicos de los demás mientras el sacerdote mayor se dedica más a la vida social acomodada sin complicarse excesivamente la existencia. Ambos dejan entrever ya una incipiente pugna entre dos maneras diferentes de entender la Iglesia que cristalizaría con la celebración del Concilio Vaticano II en 1962. Visualmente podemos apreciar ese aperturismo con el paso de la sotana al clergyman, incluso pudiendo verse al padre O´Malley vestir de paisano en alguna escena. La humanidad que Leo McCarey sabía impregnar a sus personajes queda al descubierto cuando el espectador comprueba que la verdadera misión del padre O'Malley no es acompañar al padre Fitzgibbons sino sustituirlo. El tacto del primero para hacerlo con la mayor delicadeza posible y la manera en la que el segundo lo descubre pero no lo reprocha son dignas de la mayor de las humanidades, reflejando un mundo como el clerical en el que la humildad debe anteponerse a la soberbia, si bien no siempre sucede así en la vida real...

Analizando más detenidamente la figura del padre O'Malley vemos que los problemas tratados por el sacerdote son, sobre todo, económicos más que espirituales: el peligro de la delincuencia como única salida para los jóvenes del barrio, el desahucio de unos inquilinos por falta de pago, la fuga desesperada de su casa de una muchacha, la precaria situación de las instalaciones parroquiales... serán temas con una solución difícil que tendrá que afrontar a lo largo de un film que discurre a un ritmo lento y pausado, donde las reacciones de los personajes son tan importantes como la resolución de las tramas.

De entre todos ellos destaca por recurrente la precaria situación económica de la Iglesia, que por aquel entonces -como la de todo el país- era bastante penosa. Dos frases reflejan perfectamente esta situación:

Ted Haines (padre): Hijo, nunca le prestes dinero a una iglesia. Tan pronto como comienzas a acercarte a ellos, todos piensan que eres un talón.

Padre Chuck O'Malley: El Sr. Haines nos dará una hipoteca para cubrir la diferencia.
Ted Haines Sr .: Así es, padre. Me convenció de que tengo corazón. Y, después de todo, cómo podría existir una iglesia sin una hipoteca...
Padre Fitzgibbons: Eso es correcto. Así es.

Resumiendo, una película costumbrista, familiar y que desprende optimismo vital. Muy recomendable su visionado. La semana que viene espero comentar su secuela, "Las campanas de Santa María".

Jaime Salado de la Riva
Crítica para Reflexiones cristianas: https://creoendios.blogspot.com/
jaime salado
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18 de marzo de 2024
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
No ha envejecido mal esta película, drama totalmente hijo de su época, que arrasó en su día en los premios Oscar. Sí, sí, de acuerdo que es una película edulcorada, sensiblera en pasajes concretos, mucho más si se la saca de contexto y de época (cumple ahora 80 años, se dice pronto). Todo esto es cierto y verdad, pero no lo es menos que su construcción cinematográfica es una lección total de cine: su guión perfecto, su dirección magnífica, a ratos magistral, de un Leo McCarey que sabe bien qué tiene entre manos y a dónde quiere llegar.

Además, contamos con dos actores a los que su papel les viene a la medida, ambos premiados con la estatuilla y ambos ya en los altares del cine clásico: Crosby y Fitzgerald se comen la pantalla en cada escena, tanto cuando la comparten como cuando actúan en solitario.

Diálogos, escenas lacrimógenas, cierto aire de moraleja final. Tuvo una continuación que también fue un éxito, menos premiada.

Verla ahora, ocho décadas después de ser pergeñada, sigue siendo un placer.
melchorin
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30 de marzo de 2021
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Going my way (1944), dirigida por Leo McCarey y protagonizada por el cantante Bing Crosby, sitúa a los hombres de religión como los faros de un conjunto de personajes con dobleces. A los ojos de hoy es un muy anodino drama musical. Ganó el Oscar a mejor película.

Por Nicolás Bianchi

Bing Crosby fue un cantante súper exitoso en los años 30s y 40s del siglo pasado. Sus singles White Christmas y Silent Night permanecen hoy al tope de los más vendidos en la historia de la industria musical. Fue uno de los primeros crooners, varones de voces potentes que cantan con suavidad. No fue el único músico exitoso que tuvo su experiencia en cine pero sí es destacable que Crosby lo hizo cuando estaba en la cima de su fama. Con posterioridad fue reconocido como una referencia por Frank Sinatra, entre otros.

Crosby, la súper estrella del momento, se trasladó a las pantallas para hacer de cura. Ideológicamente republicano y cristiano, el cantante aceptó la propuesta del también católico director Leo McCarey. Going my way significó un éxito rotundo de taquilla, y por el arreglo al que habían llegado previamente, el director fue, hasta el momento, quien más dinero ganó en Hollywood por su trabajo en una película.

El film es conservador y tradicional tanto en su puesta como en su trama. Crosby interpreta al padre O´Malley, designado por el arzobispado para hacerse cargo de la iglesia del padre Fitzgibbon (Barry Fitzgerald), un anciano cura que vive prácticamente recluido en su parroquia. Además la iglesia está en problemas financieros ya que no pueden pagar la hipoteca y el financista Haines (Gene Lockhart) no tendrá, dado el caso, ningún problema en ejecutar la deuda y quedarse con lo que entiende le corresponde.

Al llegar a la iglesia O´Malley se da cuenta que el viejo Fitzgibbon es reacio a cualquier cambio por lo que, mientras introduce algunas de sus ideas, asume la posición de ayudante, para no avasallar a su veterano colega. O´Malley es bueno en todo sentido y tiene habilidad para negociar con los demás personajes que componen la sociedad que rodea la parroquia.

Hace la vista gorda cuando una pandilla de jóvenes roba un pavo y a partir de una relación de confianza con el líder del grupito forma un coro juvenil. También le ofrece ayuda a Carol (Jean Heather), una joven de 18 años, muy atractiva, que huyó de su casa. En vez de castigar o establecer algún tipo de penitencia el padre O´Malley escucha y luego obra para reencarrilar esas vidas.

La formación del coro y que la iglesia cuente con un piano le proveen a la película la excusa para introducir distintos números musicales interpretados por Crosby. La trama por lo general no avanza en esos momentos sino que se detiene. Los cuadros son una atracción dentro de la película. Solo cuando O´Malley le canta una canción de cuna irlandesa al padre Fitzgibbon, aquejado por alguna dolencia que le impedía dormir con normalidad, lo que además afianza la relación entre ambos, lo musical está en función de lo narrativo.

Vista desde hoy es difícil encontrar algo para rescatar en Going my way más que el reflejo de una época donde se comienza a ver a la juventud como sujetos descarriados que necesitan un orden en sus vidas. Los curas son presentados aquí como seres que están moralmente elevados por encima del promedio de su tiempo. Con su barrida en los principales premios Oscar y su éxito en los cines la película constituye un hito de otro tiempo, lejano, y que probablemente ya haya caído en el olvido.
El Golo Cine
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12 de septiembre de 2013
3 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una buena película de corte clásico y hecha con buen oficio. Lástima que la temática ya la moral sea tan casposas.
Los curas buenerrimos... la mujeres son una cotorras y sirven para mantenerlas y quedarse en casa... Uff!!! el papel del militar que todos con orgullo aceptan que se va de maniobras... Uffff!!!
Cierto que se reflejan las tentaciones a las que sucumbe el cura y cierto es que hay un poco de todo porque también hay una mujer con iniciativa e incluso una buena burla a que sea la mujer la que pueda mantener al hombre... Esto da que pensar en una pelicula de esta epoca. Creo que el transfondo esta dentro de la moral machista del pasado... aunque viendolo bien y leyendo mi propia crítica... ¿No habrá pretendido el director hacer una critica? Si es así, es una película maravillosa, cada cual podrá verla como desee.

Al final el ritmo cae un poco con tantas bondades.
Markuarium
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14 de febrero de 2021
3 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película olvidada... y eso que arrasó en los Oscars, teniendo 10 nominaciones y ganando nada menos que 7, incluyendo a la mejor película.

Pero.... es una gran olvidada...

Seguramente es una película para su momento, pero fuera de los años 40, esta película pierde fuerza, y no por su argumento, que es un argumento utilizado hasta la saciedad. Un punto a su favor es que si se hubiera estrenado en los 90, también hubiera tenido éxito. Sí, es contradictorio a lo que he comentado.

Las películas religiosas, empezaban a despuntar, y esta quizás es la que tocó techo, y curiosamente sea la religión católica la que lo hiciese, quizás en aquella époc era la religión por excelencia en EEUU.

Pero es demasiado edulcorada para mi gusto y demasiado "barriendo para mí".

Perdí interés a mitad de la película.
edugrn
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