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La mujer de la arena

Drama. Thriller Un entomólogo en busca de insectos en un desierto de arena se ve de repente atrapado conviviendo con una mujer que vive sola en una vieja casa, y con la que establecerá una extraña relación. (FILMAFFINITY)
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Críticas 33
Críticas ordenadas por utilidad
16 de agosto de 2013
17 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
Puede parecernos una locura vivir en una casa que va siendo devorada por la arena del desierto, hundiéndola cada vez más en sus entrañas. Nos puede parecer inaudito que una mujer viva sola en ella y dedique la mayor parte de su tiempo a cavar para desenterrar una casa que no para de enterrarse. Pero al fin y al cabo, no es más que lo que hacemos cada uno de nosotros en nuestros trabajos: entregarle nuestra vida, desenterrarnos cada día del tiempo que nos entierra. El concepto de esta película tiene mucho del imaginario de la cultura japonesa que poseemos en occidente: estoicismo, autodominio, serenidad y felicidad. Recuerdo vagamente un cuento japonés en el que un hombre consiguió cambiar una gran montaña de lugar, cavando cada día un poco muy pacientemente. Esta idea también aparece en la película Offret de Andrei Tarkovsky, en la que el periodista Alexander (Erland Josephson) opina que si cada día realizas la misma tarea a la misma hora sin traicionar jamás esa rutina, por insignificante que sea lo que hagas, debe ser suficiente para cambiar el mundo.

Para empezar, la protagonista de la película, la mujer de arena, aparece como engatusadora, celestinesca, ya que obliga forzosamente a quedarse con ella y desenterrar la casa a un profesor de Tokio que se encontraba en el desierto buscando insectos por su afición de coleccionista. Este concepto, por otra parte, posee reminiscencias bíblicas: “Por haber hecho caso a tu mujer, […] maldita sea la tierra por tu culpa.” (Génesis III: 17) Y si cabe barrocas, en tanto la casa como tumba por tres motivos: En primer lugar, para el entomólogo la casa es ciertamente un sepulcro, porque él no considera vivir el estar dentro de esa vivienda en la que la arena no para de sepultarlos, es un morir dans la vie, e incluso muestra una tentativa de suicidio. En segundo lugar, la vivienda es igual que una tumba, pues se encuentra en un agujero en la tierra y se va soterrando. Y por último, la arena simboliza el tiempo y la muerte, en concomitancia con los preciosos relojes de arena, ésta va cayendo a la parte de abajo significando el tiempo que pasa.

Por tanto, la mujer de arena sitúa la supervivencia por encima de la moralidad. Pero esta mujer que atrapa, que quiere quitarle la libertad al hombre, al mismo tiempo inspira ternura y piedad, lo cual a su vez conduce a la reflexión de la relación hombre-mujer, recordando al prototipo de fémina que chantajea emocionalmente al compañero para que éste se quede con ella, a sabiendas de que no la ama. Pero esta dialéctica entre amo y esclavo muestra toda una jerarquía completa de poder que además va acompañada por el zoom de la cámara: el insecto es cazado por el aficionado a este tipo de coleccionismo en el nivel más bajo, en un segundo nivel él es atrapado por la mujer viuda, luego ambos están dominados por los vecinos y, en el último nivel, todos son víctimas del desierto.

Pero la mujer de arena es feliz allí. Lo que para el entomólogo y para muchos de nosotros puede resultar espantoso, para otros puede ser una fuente de placer y bienestar, planteamiento fructífero para crisis varias, sin pretensiones de ahondar en política. Sin embargo, la actitud de la mujer de arena deja de ser saludable en el momento en que no soporta la idea de vivir fuera de su casa. Solo ve la felicidad allí y no cree que pueda encontrar nada interesante fuera de su hogar, al igual que revelan estos versos del poema “The Sun Rising” de John Donne, cuando expresa que para los amantes la cama es el mundo: «Ask for those kings whom thou saw'st yesterday, /And thou shalt hear, / "All here in one bed lay."» Por otra parte, está en el centro neurálgico del ser humano el echar raíces en un lugar y el ser posesivo, germen del capitalismo y reflexión o triángulo de las Bermudas para el comunismo.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Claudiayelcine
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17 de marzo de 2011
16 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Extraordinaria. No se me ocurre otra manera de calificarla. Un estudio sobre la supervivencia humana desde el espacio reducido de una casa y una huerta de arena, un hombre y una mujer. ¿Para qué más? Esos son los elementos mínimos y esenciales que conforman un hogar o núcleo familiar humano: marido y mujer, bajo un techo propio. A lo largo de casi dos horas y media, apenas salimos de este reeducto, pues lo que importa es lo que ocurre en los complejos recovecos de la mente de él, principalmente, a quien la arena va alienando, confundiendo y agotando poco a poco. Una fotografía sugerente, preciosa, precisa viene a sumarse a la atmósfera opresiva e inmovilista que Teshigahara construye desde planos siempre, por contra, móviles, ya que la arena no se detiene, nunca (como dice la primera noche la protagonista).
Una película bella y misteriosa a partes iguales, con un guión excepcional y unas interpretaciones a la altura. Una obra maestra (más) del cine japonés de los 60.
Desartico
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23 de julio de 2009
14 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hace tiempo me hablaron de esta película, de su belleza, de su particularidad. Supongo que lo mejor para poner el cebo es repetir lo que me dijeron: vas a ver una película bellísima, unas imágenes llenas de simbolismo y poesía; vas a ver fotografías sensuales, preciosas, que giran alrededor del mundo de la arena, de su persistencia, de su capacidad para borrar el tiempo, para borrar los hechos. Vas a ver, también, la sensualidad de la arena y llegarás a notar que la masticas, que te pica a tí misma, que te molesta y a la vez la buscas en tu cuerpo con ansiedad de fetichista. "No te olvides de verla", me dijeron, "porque no encontrarás una película igual".
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
iulanda
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29 de marzo de 2009
10 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
La película, a pesar de las situaciones que describe, está narrada con grandes dosis de realismo, a la vez que es deliberadamente lenta, y relata la vida en las dunas a través de innumerables sutilezas con las que el espectador conforma su idea de la cotidianidad de los protagonistas. La fotografía (Hiroshi Segawa) subraya constantemente el clima de desasosiego que vive el hombre hasta que, casi al final, termina por aceptar la situación. Entonces Teshigahara recurre a otros elementos para desatar la tensión: La escena del foso de arena convertido en escenario de violencia sexual mientras los aldeanos les rodean con sus tambores y máscaras practicando antiguos rituales; o esa otra en la que ruega le devuelvan a la casa, atrapado entre las arenas movedizas; o la escalofriante escena de la huida, cuyo mezquino objetivo resulta ser ver el mar, son una buena muestra de la inquietante tensión que, sobre esta fábula, sabe crear el cineasta.

En ningún momento queda claro si la mujer está en el agujero por voluntad propia o fueron los lugareños quienes la obligaron a estar ahí. Lo que es evidente es que ambos están cautivos, al margen de que uno lo acepte como natural y otro intente huir constantemente de su destino. Comparten el trabajo y no pueden escapar de él. Tampoco deben, porque de su trabajo depende, además, la comunidad. Y, tal como le relata la mujer una noche mientras cenan, por extensión, dependería de ello el resto del mundo. Consuelo ciertamente poco tangible, pero dadas las circunstancias, el único posible. Más vale tener ese que ninguno para tratar de mantener la cordura, porque sus vidas, al igual que ocurre con la arena, seguirán su propio proceso, el establecido como natural, en el que podrán variar los términos pero no el acuerdo ya que, como sucede con la naturaleza (simbolizada por la arena), la vida termina desarrollándose al margen de la voluntad de quienes traten de abrir caminos para cambiarla. (Puerta de Babel)
babel36
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30 de noviembre de 2014
10 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
No iba a escribir nada sobre "La mujer de la arena" porque una vez leídos todos los textos de los usuarios no se puede añadir nada nuevo ni nada mejor, sin embargo la sempiterna aspiración humana de permanencia en el tiempo, el querer dejar huella ni que sea para releerme yo mismo dentro de un tiempo o sencillamente por recordar qué me empujó a ver esta película japonesa y qué pensé sobre ella, aquí me encuentro tecleando. "La mujer de la arena" no es una película para todos, es más, encaja dentro del género "gafapasta" que no sin razón un enorme sector de aficionados al cine detestaría.

Yo llegué aquí por las recomendaciones de mis almas gemelas, pero no me atrevería a recomendársela a nadie. La obra que teje el japonés Teshigahara puede producir perfectamente el efecto contrario que la mayoría de los que han escrito sobre ella han sentido, de manera que en lugar de fascinación es muy razonable sentir tedio... Aún así, creo que si se le da tiempo es posible quedar atrapado (nunca mejor dicho, ahí queda el guiño y lo repito: quedar atrapado) por una película extraña y única.

A mí me ha dado un buen bofetón, lo confieso, aunque no tan duro para alzar su nota hasta las ocho estrellitas o más. Mi idea del adjetivo calificativo "kafkiano" coincide plenamente con lo que le sucede al protagonista de esta aventura existencial, un "kafkianismo" nipón como bien señalan muchos usuarios, compuesto por surrealismo, con una carga de profundidad innegable y ya que hablamos de cine, porque esto es una película, con un formalismo sorprendente, con unas imágenes muy bien puestas. Además, lo que la hace más atractiva es la rareza de ese suspense, conocer lo que le sucederá a nuestro entomólogo, conocer el final... Y de aquí al SPOILER, escrito en mayúsculas porque para mí acabó siendo lo realmente mayúsculo.

Así que no quería escribir nada y he vuelto a subrayar todo lo que se ha dicho. Pero resulta que es importante hacerlo porque mirando atrás (hablamos de una película de hace cincuenta años) podemos encontrarnos con obras espectaculares que trataban el cine como un medio para hacer arte, para transcender (o intentarlo al menos), con más o menos entretenimiento pero siempre a través de la imagen en movimiento.

Ah, olvidaba escribir la palabra más importante de la película: arena, mucha arena, mil veces escrita y jamás sería suficiente, arena, arena, arena, arena, arena, arena... Y desolación, incomprensión, misterio, desconcierto... Soledad...
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Luisito
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