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Vida y muerte del Coronel Blimp

Drama. Comedia. Bélico En plena Segunda Guerra Mundial (1939-1945), un anciano militar británico rememora su larga y excitante vida. Su larga amistad con un colega alemán o su desobediencia a las ordenanzas para ayudar a una bella compatriota en apuros sólo son dos episodios de una experiencia personal inolvidable. (FILMAFFINITY)
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Críticas 21
Críticas ordenadas por utilidad
10 de noviembre de 2017
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Generalmente el género de la propaganda bélica suele carecer de escrúpulos a la hora de lanzar un mensaje. El mundo se divide en el "ellos" y en "nosotros" donde "ellos" representan toda la maldad y "nosotros" los valores a respetar y que mantienen funcionando a la civilización y la hacen progresar. Y el caso es que en la vida hay matices y en eventos tan complejos y tan decisivos como la II Guerra Mundial los hay a patadas.

Vida y Muerte del Coronel Blimp tiene en cuenta la complejidad de las relaciones humanas y como sentimientos que van más allá de la geopolítica, unen y estrechan los lazos entre las personas. El Coronel Clive Candy, protagonista de la película, es un hombre con unos ideales que siempre se han podido considerar desfasados. Ideas como el honor, la amistad, la fidelidad y la entereza. Pero que sin embargo son ideales que mantienen al mundo cuerdo y dan motivos para seguir adelante. Y en base a estos ideales se nos contará la historia de Clive Candy. De como se puede estar enamorado de un ideal de persona, en este caso de mujer, de como mantener una amistad a pesar de una guerra y aperecer en el momento propicio. De como no perder la humanidad, la decencia y el sentido común cuando todo el mundo se haya inmerso en una espiral totalitaria. Y también de como dejar paso a lo nuevo sin renunciar a las enseñanzas y aspectos buenos de lo viejo.

Y aquí está esta pequeña joya sobre la decencia, el juego limpio, la amistad y el amor. La caballerosidad, la gallardía y el espíritu inquebrantable. Una pieza audiovisual con una factura técnica preciosa y unas actuaciones brillantes, destacando especialmente a Deborah Kerr encarnando tres papeles.

Puedo afirmar que Vida y Muerte del Coronel Blimp, a fecha actual, se ha convertido en mi película favorita.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
JCR
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4 de febrero de 2016
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Parece que una vez más los "sacrosantos Cahiers du cinema" franceses iniciados en los 50 se pasaron de frenada cuando en sus listas de "buenos y malos" autores cinematográficos relegaron al ostracismo a "The Archers" (Los arqueros) que no eran otros que el tandem formado por los directores y guionistas Michael Powell (Británico) y Emeric Pressburger (Húngaro). Ambos dieron al celuloide de la Gran Bretaña 20 títulos entre los más selectos de su industria.
La carrera de Powell en solitario ya venia desde el 28 y seguiría sin Pressburger, el cual dos años antes de esta cinta había ganado el Oscar como mejor guión original con "49th Parallel (The invaders)", obra que junto con "One of our Aircraft is missing" (1942) habían contribuido al espíritu bélico de la contienda que se estaba viviendo.
Sin embargo un año después deciden rizar el rizo e inspirados en el personaje de cartoon del dibujante David Low, Coronel Blim (los Blim eran los globos de barrera antiaérea que semejaban un Zepelin) nos narran la vida y milagros del militar Clive Candy que al igual que el dibujo animado en el que se inspira representa aquellos viejos militares del imperio que no han evolucionado con los nuevos tiempos y cuyos códigos de honor repletos de reglas y formulismos no corresponden con los nuevos tiempos ni con las nuevas amenazas que implican la victoria a cualquier precio. Su ingenuidad caballeresca y su moral estricta es vista con amor y condescendencia a través de la mirada del dúo de directores. No así el Gobierno de Winston Churchill que trató de boicotear la cinta por todos los medios sin conseguirlo, impidiendo (para bien o para mal) que Laurence Olivier la protagonizara.
Pero por encima de todo esto Powell y Pressburger dan un recital de estilo, elegancia y sabiduría cinematográfica con un lenguaje narrativo arriesgado donde la elipsis es la protagonista y una constante en su obra posterior. A ello se le suman un diseño de producción sobresaliente, una utilización del Technicolor exquisita y un reparto donde Anton Walbrook se luce (la escena de su interrogatorio es memorable) y la recién llegada Debora Kerr deja su impronta en una tripleta de personajes que ya presagian su brillante futuro como actriz.
La amistad, el amor, el honor, el paso del tiempo..., todo cabe en las sutiles pinceladas de un guión donde lo que se sugiere está por encima de lo que ocurre en pantalla.
Definitivamente Cahier du cinema se pasó de frenada.
ELZIETE
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27 de agosto de 2020
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Entre los algo fanáticos seguidores del dúo de arqueros Michael Powell y Emeric Pressburger se discute cuál es, de las numerosas obras maestras de los años 40 que dieron a la luz, la mejor de todas ellas, la crème de la crème, aquella que esencie la proteica, irrepetible y sorprendente aportación al arte del cine que hicieron estos dos genios: para algunos es “Las zapatillas rojas” (1948), para otros “Narciso negro” (1947), otros piensan que la cumbre es “A Canterbury tale” (1944). De lo que nadie duda es de que esta es una de sus más indiscutibles obras maestras por ambición, depuración narrativa, originalidad y melancólica belleza. Resulta fascinante como esta pareja de directores combinaron en los años 40 con dignidad suprema, sin caer en panfletos, películas de propaganda con la más alta exigencia artística a través de su productora "The archers".

Esta segunda producción del dúo de arqueros es una fantasía romántica, rodada en Technicolor, llena de humor y melancolía. La narración empieza en 1943 en plena Segunda Guerra Mundial como una farsa en tono de comedia -“fuerza bruta e ignorancia despiadada”- que le permite abrir un largo flashback 40 años atrás.

La película es muchas cosas y admite numerosas lecturas: ante todo es la duradera y afectuosa amistad entre los dos personajes principales, el oficial británico Clive Candy y el coronel alemán Kretzmar Schuldorf y sus diferentes encuentros a lo largo del tiempo. El primero, en el que se participan en un duelo y en el que entablan amistad, el segundo encuentro, que refleja la amargura y la humillación del prisionero alemán tras la I Guerra Mundial y el tercer encuentro, 20 años después, cuando el alemán es un refugiado que pide asilo en Inglaterra para huir del nazismo.Es también un repaso a la historia del siglo XX desde 1903 con sus numerosos conflictos: guerras en Sudáfrica, hostilidad con Alemania, Primera Guerra Mundial, la dura postguerra, el ascenso del fascismo, el inicio del siguiente conflicto armado o los bombardeos del Blitz. También es una reflexión sobre el paso del tiempo y sobre las ilusiones perdidas y, en cierto modo, una sublimación artística de la fructífera amistad entre Powell y Pressburger (británico y austríaco) encarnada en los dos caracteres protagonistas.

Hay una ridiculización de la pomposidad de la vida militar, pero también una gran admiración hacia el sacrificado trabajo de los soldados en plena guerra. La película es de una gran valentía por su visión pacifista, a contracorriente, poco propagandista (no resulta ocioso señalar que, al parecer, Churchill la odiaba y trató de retrasar su estreno)

Cinematográficamente es perfecta, transparente, con encuadres perfectos, sin necesidad de marear la cámara, al estilo fordiano, escasas grúas o travellings, sólo utilizados para los momentos culminantes y elipsis geniales como el final del duelo. Los diálogos son maravillosos, llenos de emoción contenida, todo envuelto en un tono de permanente ironía a través de una mirada bondadosa que no excluye la ocasional melancolía.

Igualmente, la labor de Alfred Junge como diseñador de producción es extraordinaria y cuenta con escenas geniales como el ataque inicial a los baños de la oficialidad británica, la modélica descripción de los prolegómenos del duelo, con la discusión de sus intrincadas reglas, la descripción del paso del tiempo a través de los trofeos de caza colgados en las paredes de la casa de Candy o a través de los titulares de las revistas, el emocionante relato de Schuldorf de su vida tras la Primera Guerra Mundial y la llegada de Hitler al poder o cuando Candy visita las ruinas de su casa, destruida por un bombardeo alemán, al final de la película.

Los papeles, tanto de Blimp como de Schuldorf, son maravillosos, interpretados magistralmente por Roger Livesey y el austríaco Anton Walbrook -que trabajaron en varias películas más con “Los arqueros”-, así como el triple papel de Deborah Kerr, suerte de eterno femenino, uno de los más famosos papeles de su dilatada carrera. Nadie que vea o haya visto esta película podrá olvidar el carácter de este coronel pomposo, enamoradizo, romántico, escandaloso y encantador.

Obra maestra, inigualable y eterna y una de las grandes películas de la historia del cine
Gould
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2 de enero de 2021
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una película que empieza un poco caos. No sabes que pasa, que sucede y porque dicen lo que dicen. Luego ves que han empezado por el final (algo inusual por aquella época), y el final lo enlazan de nuevo con el principio pero explicando algunas cosillas más que no se veían al principio. Esta parte es quizás, la que más me ha gustado por contar una historia de una forma diferente.

En resumidas cuentas, narra las diferencias entre guerras. A ver... yo no he vivido aquella época, pero me parece algo surrealista. Que una guerra se gane con honor, caballerosidad, etc... y que la segunda guerra mundial no es una guerra "más", si no que es el mal en persona, y no se puede luchar con caballerosidad.

Me parece algo surrealista, también, que los prisioneros alemanes vivieran en un paraíso. En una mansión, con un lago y les organizaran conciertos al aire libre. Y que finalizada la guerra, no hubiera rencores. ¡Que más da que mueran personas! Esto último lo digo yo... me parece todo tan falso... lo siento, pero una guerra, por muy pequeña que sea (que no lo fue) es una guerra, y murieron personas, y destrozan familias, no se puede decir que no ha pasado nada.

En fin.... esta parte, como se puede ver, es la que menos me ha gustado.

Técnicamente, es muy buena. El tecnicolor es muy bueno, y luego los problemas que tuvieron al hacerla. El mismo gobierno británico le puso pegas. Y es normal que en plena guerra mundial, con toda Europa conquistada por los nazis, hicieran esta película.
edugrn
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21 de enero de 2023
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esos magos que eran Powell y Pressburger son capaces de hacer, en plena guerra, una película en un espléndido color, precisamente sobre las guerras.
Es una mezcla de comicidad y de drama, aunque predomina el optimismo y las buenas maneras.
Y también en plena guerra la historia de la amistad entre el oficial alemán y el inglés, que proporciona los momentos más emotivos de la película.
Magníficas las interpretaciones de Roger Livesey y de Antón Walbrook.
Abarcando tanto tiempo, de 1900 a 1943, las transiciones están muy bien hechas.
Notables también la escenografía y la fotografía.
Lo asombroso es que una película de hace 80 años conserve la frescura intacta. Por eso es un clásico.
yoparam
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