Ascensor para el cadalso

Como bien intuye el Capuchas, jamás había visto sacar tanto partido a una barra libre.

Contemplando un Oltra para el cadalso, además de Spud y compañía, quizás me ha faltado Esperanza Aguirre enseñando el pistacho.

No he podido soportar tanta concesión, tanto cine impostado, tanta inmobiliaria buscando recompensa, además, llama mucho la atención ver en la orgía alcohólica a Secuaz, el azote de la credibilidad en prácticamente todo los guiones de la historia, aquí decide emular a rompetechos y hacer la vista gorda, no afila su lapicero y fusila un poncho saludando al graderío, no pretenderás hacerme creer Secuaz que Mallazo no se columpia de lo lindo verdad?

Curiosamente, un licorero decide hacer justicia ante tanto trenecito de botellas y señala que si sumas dos tontos muy tontos y la cabina obtienes un Oltra, podría ser, la verdad, aunque jamás pondría a la misma altura esas películas.

Pasada la media hora de metraje ya tenía colgado de la chepa a Schopenhauer fustigándome e indicándome que Mallazo ponía las imágenes y yo tenía que buscarle el sentido, que es lo difícil realmente, bien, pues no se lo he encontrado.

Después de padecer a dos insoportables mamelucos, un tipo encendiendo el mechero en un ascensor para leer el marca, y una artificial María Ángeles Martín deambulando por las calles agitando el Batusi, Mallazo decide rematar con un mas que previsible final.

Y yo ante tanta adversidad, sólo puedo decir.

Mas pan quiero, madre.

Mas pan quiero.