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Hacia la luz

Romance Historia de amor entre un fotógrafo que está perdiendo la vista y una joven un poco desconectada de la sociedad qué trabaja narrando películas para ciegos. (FILMAFFINITY)
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Críticas 21
Críticas ordenadas por utilidad
24 de octubre de 2017
15 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los audiodescriptores de películas son aquellos que se dedican a trasladar a los invidentes sensaciones y sentimientos a los que, tal vez, ellos no puedan llegar por la desconexión de un órgano tan importante. No es, en absoluto, tarea fácil ya que aquellos que están privados de la vista, desarrollan un mundo interior bastante más profundo y exigente. Si además, el que necesita de este servicio es un fotógrafo al que se le está cerrando la última rendija de luz, el trabajo se multiplica.
A este oficio, tan interesante y complicado, se dedica Misako, que une a las dificultades laborales sus propias carencias, ausencias y preguntas sin respuesta.

Naomi Kawase ha incomodado, una vez más, a ese sector que quiere salir del Calderón (corazón de la Seminci) con todo bien ordenadito dentro de su cerebro limpio y compartimentado, a los que no se quieren llevar trabajo para casa, a quienes la espiritualidad les parece música celestial sin cabida en un mundo tan materialista, en el que bastante tenemos con defendernos de los peligros inmediatos como para pasear por las nubes.
Pero yo le agradezco a esta mujer fuerte y flexible, que exuda perlitas de sensibilidad, que se ocupe de los asuntos del alma, que nos acerque, como solo ella sabe hacerlo, las conversaciones del viento, la furia y el remanso de la mar, los atardeceres inaprensibles, los amores incipientes, la cálida comprensión y, como en este caso, la revolucionaria claridad que ilumina los más recónditos rincones, y para la que no se necesitan los ojos.
Sinhué
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18 de noviembre de 2017
8 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Marin Karmitz, procedente de Rumanía pero francés, al fin y al cabo, es el artífice de MK2. Recuerdo que le conocí, hace tiempo, cuando Kieslowski presentaba su último film, “Tres colores: Rojo”. Ambos tipos eran muy inteligentes, y mientras Kieslowski hacía alarde de una sinceridad aplastante como creador, Karmitz, no perdía detalle de nada. Excelente observador, prudente, con gran formación y, evidentemente, con buen ojo para sus inversiones. MK2, con el tiempo, es ya una productora y distribuidora francesa que se ha hecho grande. Tavernier, Godard, Resnais, Chabrol, Malle…, por ejemplo, fueron producidos por MK2. Incluso su brillante lista incluye otros directores más “exóticos” como Yilmaz Güney, Kieslowski, Kiarostami, Haneke o Arturo Ripstein. Todo un lujo. Incluso tienen su red de salas en Francia y acuerdos con más salas, no solamente europeas, para su exhibición, además contar con otros productos, como DVD y libros. Todo un ejemplo de negocio con distinción.

Teniendo en cuenta lo dicho, no deja de llamarme la atención que haya decidido involucrarse en este film dirigido por Naomi Kawase. Porque “Hacia la luz” parte de una buena idea, un argumento muy atrayente para no sólo los cinéfilos, si no para algún que otro director, sin duda, y sobre todo porque el tema no ha sido muy explotado en el cine: el ser narrador de películas para ciegos. El problema es que tras su interesante arranque, la película se va desinflando. Su historia central en ningún momento adquiere fuerza, y las historias paralelas, como la de la madre de la protagonista, no aportan nada a la narración, que se escuda en la música y la fotografía. Pero tampoco se ha sabido construir el armazón apropiado para ello.

La fotografía de Arata Dodo está plagada de bonitas tonalidades de atardeceres, hay un elevado número de hecho, pero intenta emular sin éxito a Emmanuel Lubezki. Hasta fugazmente se le cuela la sombra de la cámara, por querer estar casi encima de sus actores y recoger esa luz melancólica, casi de forma obsesiva. La música de Ibrahim Maalouf irremediablemente parece que pertenece a sobre todo a Brian Crain o a composiciones de Nyman o Ludovico Einaudi, pero también se pierde, quizás por un exceso de preciosismo donde no hay precisión ni tampoco inspiración que haya provocado el film.

Ayame Misaki, como la joven protagonista, está mona y en algunas escenas parece que puede con el cometido, pero se queda finalmente atrás, quizás porque su directora confió más en su belleza que en sus posibilidades dramáticas. Masatoshi Nagase, como el resto del reparto logran salir adelante pero sin tampoco llegar a brillar, aún a pesar del bonito envoltorio.

Hay ciertos diálogos que parecen más salidos de una publicidad con medios que de una película, lo que culmina sus pretensiones. Y es una lástima, porque podía haber salido mucho mejor, pero su directora se ha perdido en una plasticidad gratuita. Quizás por su tono relajado o ciertos factores podían haberme impulsado a recomendarla, pero no puedo hacerlo, ya que se me hacía larga en algunos momentos y me ha aburrido, que es lo peor que me puede ocurrir viendo un film, por muy cuidado que quiera estar y por más benevolencia que le quiera yo poner.

Por ejemplo, aunque “Una pastelería en Tokio” podía pecar de cierto efectismo, al menos, su historia estaba bien construida y podía resultar emotiva. Pero aquí, insistimos, ese exceso de sentimentalismo, para suplir sus defectos, no le han bastado como para resultar una película romántica, y sobre todo, que tenga vida. Demasiado muermo es el que finalmente deja como sabor.
Maggie Smee
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27 de marzo de 2018
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si hay un aspecto verdaderamente importante o afín al cine de Naomi Kawase, es el de la imagen a través de la cual potenciar ya no a nivel visual, también conceptual y metafórico, la condición de la misma mediante la que aludir a los instintos o sentimientos más primarios, aunque siempre desde engranajes complejos —como lo son las cuestiones desde las que traza la nipona un discurso—. Así, la autora de Aguas tranquilas ha logrado forjar un cine con impronta propia, que precisamente encuentra en la capacidad de lo visual una virtud para indagar con una sensibilidad innata en todas aquellas inquietudes que constituyen nuestra esencia como seres humanos. Desde temas como el dolor, la pérdida, la memoria e incluso su concomitancia con la naturaleza, han circundado una obra de enorme cohesión que no ha parado de evolucionar desde que iniciase su periplo en el largo de ficción con Mae no suzaku —con la que, además, recibiría la prestigiosa Cámara de Oro en Cannes—.

Partiendo de una herramienta cuyo peso no deja lugar a dudas, surgen los mimbres de un nuevo trabajo —esta Hacia la luz— donde, si bien la imagen continúa poseyendo una significación capital para su trabajo, Kawase la somete a una disertación sobre el valor propio y la percepción que obtenemos de ella. Para ese cometido, la audiodescripción en la que la protagonista refrenda su visión de un universo distinto, actúa como perfecto vertebrador de una narración que en primera instancia extraña a través de ese off, pero poco a poco va obteniendo una coherencia que se ve reflejada incluso en sus estampas. El uso del plano constituye así en Hacia la luz uno de esos mecanismos capaces de complementar un tipo de lenguaje más literario que no es otra cosa que la representación de ese mundo del que debe extraer algo más que una exposición, sentimientos.

Es esa senda la que facilita articular un cine cuya sensibilidad vira en torno a lo afectivo, y que precisamente halla en la imperfección de sus personajes una vía para entablar el diálogo donde terminan convergiendo ideas o pensamientos que no necesariamente se establecen en una sola dirección. La cierta jovialidad y energía de Misako, la protagonista, se topa así con la perspectiva de un personaje que mantiene la cordura y esperanza mediante sus actividades diarias y una cámara que le acompaña allí donde va, pero que contrasta con una negrura interior que, si bien no se persona en primera instancia, deja poso a medida que se nos descubre.

De hecho, es el propio personaje quien se detiene en un pasado —«Es mi corazón», afirma, sosteniendo su cámara, en determinado momento— apelando a un recuerdo —que, sin embargo, todavía funciona como imagen, como reflejo material— que no es otra cosa que su forma de aferrarse a una realidad que se desmorona. Ha dejado atrás la imaginación, otro tipo de percepción que se resiste a activar por un miedo irracional a perder lo único que conserva de aquello cuanto amó: la vista —representada por su pasión, la fotografía—. La aparición de Misako dispone así un tosco enfrentamiento dado que la joven no comprende los reproches a una labor que le permite seguir conociéndose, descubriéndose. Y el camino trazado por ambos irá manifestando nuevas sendas en las que comprender que la memoria pierde su valor si a uno le impide avanzar, quedar apresado con el objetivo, más que de seguir viviendo, de continuar sosteniendo una existencia desvanecida.

Naomi Kawase compone un retrato lúcido y hermoso que encuentra en sus estímulos motivos para seguir indagando en un cine repleto de vida, que atrapa en la luminancia un reflejo necesario en el que subsistir y dotar de significado a ese espacio tan humano donde cohabitan los relatos de la cineasta.

«Aunque te abrace, te echo de menos» exclama uno de los personajes del film que describe Misako, y en esa sencilla oración se recoge la importancia de una materialidad cada vez menos presente, más quimérica en busca de un recoveco donde la percepción y los sentimientos terminan resultando imprescindibles para la consecución tanto de un cine alejado de sus preceptos más básicos, como de la vida.


Crítica para www.cinemaldito.com
@CineMaldito
Grandine
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23 de octubre de 2017
11 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me da lástima tener que decirlo, porque le tengo un especial cariño a la filmografía de Naomi Kawase hasta el momento, pero "Hacia la luz" no da la talla.
Tras un prometedor comienzo en el que se nos presenta a los protagonistas (un fotógrafo que está perdiendo la vista y una descriptora de películas para ciegos) la historia empieza a girar sobre sí misma de una manera tan reiterativa que agotaría a un monje cartujo.
No pongo en duda la belleza visual del film, ni la construcción de los personajes, ni la profundidad que subyace a su argumento, pero todas esas virtudes se diluyen en una película que produce desesperación por monótona, con un guión perdido, que no se dirige a ningún sitio, con unos personajes que deambulan por las secuencias sin saber muy bien a dónde se dirigen y con un tedio generalizado que ni de lejos justifica más de cien minutos de metraje.
Cuando el cine de autor se lleva al límite del ombliguismo es muy posilble caer en la pedantería. Y si a esa pedantería le unimos una buena dosis de apatía, nos quedamos con eso, con un envoltorio de lujo para un contenido muy pobre.
Jotacelada
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12 de noviembre de 2017
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hacia la Luz supone la cuarta participación de Naomi Kawase en la Seminci de Valladolid. En su última participación consiguió el Premio a la Mejor Dirección con “Una Pastelería en Tokio” (2015). En esta ocasión la directora japonesa construye un relato de amor entre una audiodescriptora de películas y un fotógrafo que está perdiendo la vista, en el que el uso de la luz y la fotografía constituyen una de sus piezas fundamentales. Hacia la Luz también ha participado en la Sección Oficial del Festival de Cannes.

En la primera escena, Hacia la Luz se nos presenta como una película dentro de otra película, donde escuchamos una voz que describe todas las imágenes que estamos viendo, una especie de comentario de audio. Estamos ante una compañía que realiza descripciones sonoras de películas para espectadores ciegos. De esta forma, los espectadores experimentamos de forma inmediata una ruptura entre las imágenes que muestra la película y su audiodescripción correspondiente en palabras.

Misako Ozaki (Ayame Misaki) tiene un trabajo inusual, escribe audiodescripciones para personas con discapacidad visual. Esto también incluye sesiones regulares de retroalimentación con personas ciegas o de poca visibilidad durante el proceso de preparación con el fin de mejorar el producto final. Después de una demostración, hay una crítica inusualmente fuerte a las descripciones de Misako por parte de un reciente llegado a estas sesiones de trabajo. Se trata de Nakomori (Masatoshi Nagase), exfotógrafo afamado que está perdiendo gradualmente su vista, hombre amargado que no acepta su destino y ofende a Misako al catalogar de “intrusivo” su texto, porque subestima la imaginación de las personas que pierden la vista, los abruman con texto y ofrecen interpretaciones subjetivas. Una crítica dura si tenemos en cuenta la cortesía tradicional japonesa.

Hacia la Luz es una película sobre los sentidos y la pérdida, la conciencia y el olvido, y sobre la luz y la oscuridad. Unos ingredientes ideales para la realizadora japonesa Naomi Kawase que a lo largo de su filmografía ha demostrado una notable sensibilidad, sin embargo, en Hacia la Luz decepciona un poco. En primer lugar, porque la directora cae en la trampa del excesivo sentimentalismo, y en segundo lugar, porque mezcla todos los ingredientes, de múltiples maneras sin desarrollar ninguno en profundidad. Los personajes permanecen desdibujados porque una historia con más causas presentes que necesarias no les deja mucho espacio para evolucionar.

Nakomori acaba de publicar una foto que a Misako le recuerda a su padre recién fallecido. Aparece el recuerdo y el dolor de una pérdida, que incluso se intensificará porque su madre pronto la abandonará, ella ya es muy mayor y cada vez más olvidadiza. Al igual que la mujer de la película que Misako intenta describir, la cual va desapareciendo gradualmente debido a su enfermedad de Alzheimer.

En Hacia la Luz hay una escena esencial, en la que Misako se encuentra con el director de la película para conocer su interpretación de la descripción del final de la película. En este encuentro queda claro que Misako interpreta la película de una manera completamente diferente a la que hace el mismo director. Se trata de una película dentro de otra película. El trabajo de ella es sobre cómo ver el cine, debe describir la acción, la ubicación y los personajes con precisión, pero al mismo tiempo, permitir que el público use su imaginación. Misako también debe evitar imponer una lectura subjetiva. Cuando un personaje mira el atardecer, ella comenta por ejemplo que está lleno de esperanza.

Se trata de una epopeya sensorial, la epopeya de Misako, una batalla para describir correctamente y con palabras bien seleccionadas, a las personas ciegas. Se nos plantean entonces muchísimas preguntas de difícil respuesta. Además de la importancia de la luz, la película plantea otro tema que gira en torno a la esencia del cine ¿Qué frase usar, qué interpretación es la más correcta para no poner en peligro la finalidad que la película desea transmitir?, ¿Cómo se pueden poner las imágenes en palabras?, ¿Debería uno guardar silencio cuando se trata de arte?. La percepción es demasiado subjetiva porque lo que aflora de los ojos de uno, puede ser invisible para otro, lo que es importante para uno, no lo es para otro. El mundo a través del cual nos movemos existe solo a través de la subjetividad.

Hacia la Luz es una película muy poética y sensible que habla no solo del amor, la fragilidad de la vida o la búsqueda de la felicidad sino también de la fascinación por el cine desde una perspectiva profunda y original, con un mensaje claro, la aceptación de la realidad ayuda a superar el resentimiento y la amargura, y el amor consigue acabar con el aislamiento y la soledad. El exceso de sensibilidad y una narración algo lenta restan muchos enteros al resultado final de la película.

https://cinemagavia.es/pelicula-critica-hacia-la-luz/
Eduargil
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