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El gato negro

Terror. Drama. Fantástico Una mujer y su nuera son atacadas y violadas por un grupo de samuráis, que las asesinan cuando prenden fuego a la cabaña en que ellas viven. Poco después, dos mujeres muy parecidas a las muertas entran en escena, atrayendo a samuráis solitarios hasta su casa con oscuras y vengativas intenciones. (FILMAFFINITY)
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Críticas 8
Críticas ordenadas por utilidad
15 de mayo de 2008
44 de 57 usuarios han encontrado esta crítica útil
Yabu no naka no kuroneko (o Kuroneko a secas) es una película que se suele incluir dentro del género fántastico o de terror (género que tan bien se les da a los japos), pero va mucho más allá. Es una reflexión sobre temas como el amor, el perdón, la lealtad, la situación de la mujer o la violencia. Aunque aparezcan de forma sutil dentro de la trama misteriosa de la película, estos temas y la reflexión sobre ellos, recorren toda la película y son lo que la hace trascender por encima de la mayoría de las de su género.
La primera escena es magistral y nos introduce al peculiar mundo de Shindô, en el que el tiempo y el espacio tienen una relación y un ritmo distintos a los habituales. La película comienza con un plano en el que se ve llegar a un grupo de samurais a una casa en la que viven una mujer y su nuera, violándolas y asesinándolas, hechos que intuimos, pero que no llegamos a ver. Se evitan las imágenes truculentas de la violación y el asesinato, pero todo el horror de los hechos está ahí, reflejándose en los rostros grotescos de los samurais riendo mientras las mujeres son violadas.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Maese Huvi
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15 de junio de 2008
21 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
* De la mano de Taneko Shindo, responsable de la tremendísima “Onibaba”, “Koroneko” es uno de esos viejos films de terror japoneses que, para mi gusto, tienen un encanto que le falta al terror nipón de los últimos años.

* Modestos decorados, no tan artesanales y falseados como en films de terror más antiguos, que siempre encuentro dan un empaque teatral intimista muy atractivo, que resulta muy efectivo al condensar el horror y no dejar que se disipe la fantasmagórica atmósfera.

* Aunque al principio me pareció que la película iba a seguir una trama bastante lineal, la ambientación oscura y tenebrosa, de poderosas y bellas imágenes, me mantuvo atento, y gracias, pues la película transcurre poniéndose muy interesante.

* Agradecido también por la sutileza y elegancia en todos los aspectos del film, de que a esas mujeres convertidas en demonios-gato no se les haya endosado uno de esos aparatosos y lanudos disfraces de carnaval que tanto desmejoran el climax del cine de terror. En estas viejas películas, con sus aires teatrales, no fastidian mucho el conjunto, pero hay que ver que pintas me llevan algunos “bichos” en el cine fantástico nipón actual. Pero ya digo que en “Kuroneko” nada hay de esto, en conjunto es una película elegante, grácil, de hermosa y fúnebre imagen.

* Desde el inicio tiene un tono dramático que se intensificará con la aparición del hijo y esposo de estas terribles mujeres-vampiro, y a quien encargan aniquilarlas. También este encuentro depara ciertos momentos románticos que me han gustado mucho, con ese componente dramático. Al hilo de esto, ¿Es “Kuroneko” una historia de amor o de venganza? Tras ver la película me he quedado pensando en el supuesto pacto que liga a las dos mujeres con los dioses infernales, y no me queda claro si se prestan a vagar por el mundo de los vivos, trayendo un poco de infierno a la esfera mortal, para vengarse de sus asesinos y saciar su rencor contra la casta samurai, o es por esperar el regreso del marido e hijo y poder verlo de nuevo, sacrificando por ello sus almas.
irian hallstatt
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12 de abril de 2010
15 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con una estética muy intimista cercana al teatro, Kuroneko es una fábula, una leyenda japonesa que junto con Onibaba, se asemeja a los cuentos de horror que Lafcadio Hearn trajera de esas tierras. La película nos enseña dos cosas: por un lado que la violencia de género es un mal antiguo que afecta todos los rincones del planeta desde hace demasiado tiempo; por otro, que el inconsciente colectivo (si es que existe tal cosa), alberga miedos similares y similares modos de expresarlos en todos los continentes.
ruanorosa
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16 de noviembre de 2016
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
El J-Horror es un subgénero del de terror, exclusivamente japonés, que se recrea en la aparición de espíritus o fantasmas propios de su folclore. Aunque fue popularizado en la década de los noventa, debido a la expectación que causó The Ring (1998) en el público occidental, lo cierto es que este tipo de relatos en el ámbito cinematográfico son más bien viejos (y en el caso literario debemos remontarnos al propio medievo nipón con los cuentos "kaidan"). Aquí, dirige Kaneto Shindo, uno de sus maestros absolutos, y uno de los mejores cineastas japoneses del siglo pasado.

Sin inventar ninguna fórmula y como ya hiciera antaño con Onibaba (1964), considerada por muchos su mejor obra, Shinto nos deleita con una historia de las mismas características: ubicada en las cercanías de la puerta de Rashomon (que da paso a Kyoto y que nos recuerda al maestro Kurosawa) y desarrollada temporalmente durante una época aparentemente indeterminada del período feudal japonés, hacia la época de guerras entre clanes. En ambas, Shindo se recrea en las características que lo hacen ser un director único: la estética tenebrista y la recreación, mediante ella, de una atmósfera profundamente fantasmagórica y fascinante. Nadie hace eso mejor que él.

Abre la película con una escena de extrema solemnidad: un plano fijo por el que vemos llegar a unos samuráis. Cuando ha acabado una de las mejores escenas de la propia cinta, nos damos cuenta de que no se ha dicho una sola palabra. Se deleita en el ritmo, en su propia narrativa. Los samuráis sudan, el sol les abrasa; cuando se cierra la cinta, nieva y lo que nos queda es una reflexión, una escena inquietante e ilusoria.

En un análisis superficial, nos encontramos a mujeres campesinas (doblemente damnificadas) esperando la llegada de su marido, un campesino que vuelve convertido en un honorable guerrero. El campesino, que vivió fuera de casa durante años, a causa de la guerra, sólo piensa en regresar y volver a ver a su mujer y a su madre, pero tampoco lo consigue. La guerra no ha beneficiado a nadie, y sólo ha causado desunión y sufrimiento. Esto parece querer decirnos Shindo, que ya se reiteró bajo el mismo contexto belicoso en la antes mentada Onibaba.

En otro más profundo, podemos ver cómo Shindo trata el sometimiento de los campesinos en el feudalismo frente a los señores (líderes de los clanes), que son protegidos por los samuráis (aparentemente guerreros honorables). El tipo de samurai que se ve en el filme sólo sigue órdenes del señor, pese a no ser de su agrado o ir en contra de su voluntad, y en algunos casos, se convierten incluso en depredadores bandoleros que, ante la penuria de la guerra, asaltan a campesinos y los tratan a su gusto. Parece que el único fin de este guerrero es obtener reputación y, una vez conseguida, mantenerla a toda costa: cuestión de honor. En el estamento más privilegiado, el señor, que, pasando por encima de cualquier ciudadano, sólo busca su propio beneficio, llegando a la invención de heroicidades en su figura en pos de mantener su status. Una muestra de las relaciones estamentales (durante la guerra), donde premia el egoísmo, el afán por sobrevivir y por subir en la escala social. En medio de eso, conceptos como el amor que, sin llegar a salvarlo todo, maquillan mucho el alma humana.

Es una completa espiral de horror. En definitiva, un J-Horror con la mejor estética y con una historia que bien podría ser un drama griego, donde, al final, sólo queda desazón y sufrimiento, pese a todo.

Crítica publicada originalmente el 16/09/2016 en http://cuentosdelalunapalidadeagosto.blogspot.com.es/2016/11/el-gato-negro-kuroneko-1968-de-kaneto.html
Rdosdedos
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30 de octubre de 2015
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si hablamos de subgéneros renovadores y con personalidad nacidos al amparo del terror, uno de los más importantes y populares posiblemente sea el J-Horror, o terror japonés. Cuando este nombre salta a la palestra, a algunos les pueden venir a la mente títulos de finales del siglo XX como Ringu (1998), Ōdishon (1999) o Ju-on (2000 ó 2002, para gustos). Sin embargo, los inicios de esta ola eminentemente espiritual y vengativa de cine se encuentran más bien a finales de los años 50, cuando aparecieron los precursores de la misma con las marcas de la casa: una característica estética surrealista y temáticas fantasmagóricas y demoníacas. Dentro de las visiones más atrayentes, de mayor potencia visual e impacto podríamos enmarcar a Jigoku (1960), Kwaidan (1964) de Kobayashi, Onibaba (1964) y El gato negro (1968).

El gato negro contiene todos los ingredientes descritos en el párrafo anterior, siendo además una historia extrapolable a nuestros días por su alto componente sugestivo. Dos mujeres, nuera y suegra, son atacadas por un grupo de samuráis, que las violarán a ambas —aunque no llegaremos a verlo— y quemarán la cabaña en la que viven, con ellas dentro. Tras esto, un gato negro irá a curiosear alrededor de los cimientos, convertidos en ceniza, y los cuerpos inertes de las dos protagonistas.

Tras este demoledor inicio, que da cuenta ya de la condición masculina ante la indefensión femenina, llegaremos a las consecuencias de sus acciones: la venganza. Dos misteriosas mujeres, de aspecto similar al de las dos asesinadas, aparecerán en un bosque, desde donde comenzarán a atraer a los asesinos, uno por uno, con claras y sensuales intenciones. Pero, ¿hasta qué punto llevarán a cabo sus propósitos?

Kaneto Shindō, uno de las más innovadoras voces del cine japonés y artífice también de Onibaba —antes mencionada y que eclipsa en cierto modo a esta—, sigue en El gato negro la senda marcada por aquélla, en cuanto a las consecuencias de la guerra y la violencia, añadiendo aquí menos metáforas visuales y sí más observaciones sobre el papel de la mujer en la sociedad y la necesidad de ésta de enfrentarse a todo aquél que utilice la violencia y la represión como forma de sometimiento, para obtener todo lo que tenga a su alcance. Muy interesante, por esto mismo, la conclusión final que cada cual esté dispuesto a darle al global de esta cinta, pues invita, aún más, a analizar qué prima más, una vez modificadas de lugar las variables y los sentimientos de todos los protagonistas.

El gato negro es un clásico del cine de terror con total merecimiento y, además, una de las películas más importantes de la historia de la cinematografía japonesa, una de las más importantes del mundo y está llena de diversidad. Si bien es cierto que la historia ya no asustará a casi nadie, acostumbrados al terror actual, sí captará de lleno nuestra atención y sobrecogerá nuestro subconsciente de forma permanente. El sugerente entorno, sus fantásticos decorados y vestuarios, así como la recreación felina y su mágica atmósfera, son aspectos positivos generalmente difíciles de encontrar en una sola obra. Si a ello además sumamos una extraña sensualidad algo vampírica y una calidad visual y artística a la que nada hay que objetar casi 50 años después, el resultado es claramente recomendable.

En El gato negro hay mucho que admirar y sobre lo que reflexionar. Especialmente porque, después de todo, quienes más miedo dan son los vivos, y no siempre se puede depender de los espíritus para que vengan a sacarnos las almas del fuego… O sí, vaya usted a saber.
Fendor
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