Mi pedazo de tierra

Apañado thriller rural en torno a una difícil relación paterno filial. El principal objeto de amor del padre (Pep Munné) son sus tierras (el Tros titular), y ya sabemos a lo que la desmesurada pasión por las tierras conduce. En este caso no llega al nivel del "Manantial de las colinas" pero la idea es esa.

La sombra de un padre así es alargada, y el hijo (Roger Casamajor) ha salido todo lo bien que ha podido, o sea bastante mal y no tiene oficio ni beneficio. Paralelamente, los propietarios de tierras del pueblo están muy calentitos por la escalada de robos en caseríos que sufren. Se sienten dejados de lado por la policía.

Buen caldo de cultivo para que pasen sucesos dignos de novela (de Rafael Vallbona) y adaptación peliculera. Los parajes neblinosos del Segrià aportan la atmósfera necesaria y durante las escenas de nocturnidad me ha parecido por momentos estar inmerso en una película del maestro turco Ceylan, "Érase una vez en Anatolia" creo recordar.

El mayor pero que le pondría es el típico de las adaptaciones literarias. Como no he leído el libro, no sé si han querido abarcar todo, en cualquier caso demasiado para 83 minutos, con exceso de flashbacks algo liantes y que le sacan a uno a la superficie cuando preferiría seguir zambullido.

Gustará a: segrianenses, Los Tres Ases, traficantes de drogaína
No gustará a: hijos de Caín, somatenes, ladronzuelos

No consigue, en mi opinión, el director embridar esta tragedia rural que avanza de forma irregular, descompensada entre los diálogos y la acción y trufada de flashbacks anticlimáticos que intentan aportar trazos al dibujo de los personajes principales sin conseguirlo del todo.

El desarrollo de la acción apenas alcanza credibilidad una vez que padre e hijo inician la fuga. El padre que interpreta Pep Cruz termina por parecerse a una foto movida donde el buen trabajo del actor acaba borroso ante los bandazos de su carácter. La utilización en busca de mayor realismo de actores profesionales tampoco funciona dado que estos aparecen atenazados y constreñidos por sus frases y sabedores de que están siendo filmados, dando la sensación contraria a lo que se pretende.

Esbozos del problema del abandono rural y de un conflicto con la inmigración que no se aborda como debiera, relegando un problema muy serio con esas patrullas vecinales a las que parece justificar, a casi una peligrosa anécdota necesaria para la trama. La cosa termina de forma más efectista que dramática.
En el lado positivo la fotografía de Gina Ferrer hace que el desabrido entorno sea el protagonista que sale mejor parado.

cineziete

La ópera prima de Pau Calpe, contenida, abrupta y delicada a la vez, nos abre la ventana a una realidad poco filmada. Los pueblos agonizantes, que sobreviven a pesar del éxodo urbano y de los ladrones que esquilman sus propiedades, no han sido hasta ahora un plató popular.

Pero Calpe lo aprovecha para poner el foco sobre la vida doméstica de sus habitantes, mostrando la inquina, el odio y el afán de proteger un modo de vida, que es su propia existencia.

Esos humores que destilan los protagonistas se convierten por obra de Pep Cruz y de Casamajor en pantallazos de literatura. Una película sólida de guión fluido, tejida con flashbacks que arman una historia de familia y comunidad, rescatando la frágil belleza de un paisaje por el que pocos muestran afecto.

La banda sonora de Bernat Vivancos brillante y vibrante, tensa y anticipa un final sorprendente.

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