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El conquistador de los mares

Aventuras En el siglo XIX, el capitán inglés Horatio Hornblower atraviesa el Atlántico con su barco para ayudar a un enloquecido dictador centroamericano. (FILMAFFINITY)
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Críticas 23
Críticas ordenadas por utilidad
30 de abril de 2007
46 de 47 usuarios han encontrado esta crítica útil
Primero de cuatro films realizados por Raoul Walsh sobre aventuras en el mar ("El pirata Barbanegra, 1952", "El mundo en sus manos, 1952" y "Los gavilanes del estrecho, 1953"). Se basa en las tres primeras novelas ("The Happy Return", "A Ship On The Line" y "Flying Colours") de Cecil S. Forester, según adaptación del mismo. Se rueda en exteriores de la Riviera francesa y de Villefranche-sur-Mer y en los Warner Firts National Studios (Inglaterra, RU). Producido por Gerry Mitchell, se estrena el 10-IV-1951 (RU).

La acción tiene lugar en el Pacífico, entre el Cabo de Hornos y un lugar próximo al istmo de Panamá, Plymouth, Londres, La Tete-de-Buch, el río Loira y el puerto fluvial de Nantes. Los hechos tienen lugar a lo largo de unos 12 meses, en 1807/08, después de la batalla de Trafalgar (1805), en el marco de la guerra de Inglaterra y Napoleón.

La película combina acción, aventuras, drama, romance, comedia y guerra. El relato está dividido a la manera clásica en introducción, tres actos y epílogo. Los primeros minutos del metraje se dedican a la presentación de los personajes y de su situación, mediante un encadenado de planos precisos y diversos que familiarizan al espectador con la tripulación. La acción se inicia con la llegada de la fragata Lydia al lugar de destino, sólo conocido por el capitán, seguida de una batalla con un galeón, primera batalla naval de Walsh, vibrante y visualmente muy atractiva. El film luce una grata sencillez narrativa, que se apoya en el uso de elipsis y sugerencias. Pocos realizadores han sabido decir tantas cosas con tan pocos fotogramas como Walsh en el film. Yuxtapone texturas narrativas diferentes, que dan ligereza al relato. Éste es el caso (no el único del film) de la última batalla, precedida de una secuencia dramática y seguida de un episodio en clave de comedia. Destaca el buen manejo del humor (apuestas sobre las previsiones del capitán, hizado de una dama a bordo, gritos de miedo de la sirvienta) y de la farsa (extravagancias grotescas de Alvarado). No descuida la épica de la historia y su grandeza: admiración de la tripulación por el capitán, su capacidad de sorprender al enemigo y su habilidad para concluir acciones relevantes. No faltan toques de humanidad: el capitán cocone a los miembros de la tripulación por su nombre, rechaza los castigos físicos, etc.

La música subraya el sentido de la acción, como el despliegue de las velas ("Main Tittle"), la ternura del bebé (melodía de caja de música), la próxima separación de los enamorados (bajos), su reencuentro (melodía romántica). La fotografía aporta momentos culminantes como el movimiento de cámara que acompaña la lectura por el capitán de la carta de su esposa, de la que muestra la butaca, el cuadro de bordar y el clavecín. La interpretación de Gregory Peck es austera y sobria, como corresponde al papel. La de Virginia Mayo es desenvuelta y seductora. El capitán Hornblower es un personaje de ficción literaria.
Miquel
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7 de junio de 2010
30 de 31 usuarios han encontrado esta crítica útil
Raoul Walsh dirige con acierto esta película de aventuras, sobre Horatio Hornblower, héroe de una saga novelística sobre la marina británica en las guerras napoleónicas, escrita por Cecil Scott Forester. El propio Forester intervino en la elaboración de un guión que conjuga batallas navales, duelos de capa y espada y un romance central, pues según Walsh :”En todas mis películas la historia gira siempre alrededor de las escenas de amor”.

Y el romance Gregory Peck – Virginia Mayo es el eje del film, tanto, que en el guión se fusionaron distintas novelas para conseguir que la aventura nunca abandonase el romance. Esta sensación de historias "cosidas" queda patente cuando en Portsmouth, la pareja debe separarse para desconsuelo de los aficionados a los "happy ends". Pero no. Una nueva aventura y nuevas dosis de caprichoso azar y “tutti contenti”. No se confundan, la película es muy buena, las batallas navales son de lo mejor que he visto en cine, incluso y a pesar de los 53 años de diferencia entre una y otra, superior a Command and Conquer (basada en otro personaje novelesco, Jack Aubrey), pero el añadido se percibe con claridad, incluso para quienes desconocíamos la saga de Mr. Forester.

Y aquí, trompetas, clarines, fanfarrias y todo lo demás para Gregory Peck. No afirmo que sea su mejor papel. Discutiría entre su capitán Ahab (Moby Dick) y Atticus Finch (Matar a un ruiseñor). Pero si hay un artista al que el traje marinero le venga como anillo al dedo ese es Peck. No solo por la percha, sino porque, como los toreros, templa y manda. Cuando reprende a un oficial por infringir azotes a un marinero, sin apenas palabras, el espectador sabe con quién se juega los cuartos. Su fiero caparazón no es tal y a lo largo de la película se irá resquebrajando, a lo que no será ajena Lady Bárbara Wellesley (Virgina Mayo). Vemos a un miembro de la tripulación sorprendido de que el capitán recuerde su nombre, al propio capitán azorado por las palabras de Bárbara y otros muchos detalles donde el león pierde su fiereza. En esta mezcla de picaresca y solemnes seriedades Peck se mueve como pez en el agua, nunca mejor dicho.

La elección de Virginia Mayo tuvo ciertas críticas pero el resultado es excelente. No aporta la pomposidad de la nobleza que, probablemente, otras actrices hubiesen aportado pero da lo que se espera de ella, naturalidad y simpatía a los ojos del público, sin lo que no puede imaginarse una historia amorosa que cale en el espectador.

Curiosos los tipismos. Los españoles representados por un impresentable dictador que se apoda El supremo. El término galáctico no se había acuñado aún. Los franceses en su rol de perdedores tampoco salen bien parados. Los ingleses, evidentemente los buenos de la película.

Con una fotografía excelente de Guy Green (Oscar por Great Expectations de David Lean) y unas maquetaciones y efectos de batallas, increíbles, Raoul Walsh a sus 64 años volvía a demostrar que estaba en la cima del mundo cinematográfico.
FATHER CAPRIO
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21 de julio de 2009
22 de 25 usuarios han encontrado esta crítica útil
Estupenda película de aventuras dirigida por Raoul Walsh. Pese a lo comentado, tiene u excelente ritmo, y en ningún momento se hace larga. Magnífica interpretación de Gregory Peck, bien Virginia Mayo y magníficos los diálogos entre los dos oficiales del barco, cruzando apuestas sobre las decisiones del capitán.

Sin ser una obra maestra, es una buena película que hará pasar un rato agradable
espasi
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13 de febrero de 2008
20 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
Raoul Walsh lleva a cabo una adaptación ficticia de la novela de C.S. Forester, sobre el capitán Horatio Hornblower.

Uno de los primeros alicientes con los que cuenta la película es la fotografía inundada en ese technicolor resplandeciente, la mano de Walsh en las batallas, Gregory Peck y Virginia Mayo... aunque a los españoles nos traten un tanto despistados y nos dejen de lado aquí luchan contra el mismo enemigo.
"El hidalgo de los mares" es una cinta de aventuras agradable y entretenida, que no se puede comparar con "El mundo en sus manos" más épica y con más sentido del humor, aún así no pierde para nada el interés del espectador que asiste a una sesión de buen cine y para nada aburrida.
Dusty Rivers
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10 de febrero de 2011
16 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
Recordaba esta película por haberla visto de niño y guardar un buen recuerdo de ella. Sin embargo, al verla estos días ha habido varias cosas que me han chocado y -está claro- molestado, pese a que estoy muy distante de una quisquillosa actitud patriótica.

Lo primero, el pintoresco título que se le puso en español, pues si puedo imaginar algo bien distante de la hidalguía es el comportamiento del capitán Hornblower. Es un buen colega de su tripulación, pero no tiene empacho en izar una bandera que no es la suya para engañar al enemigo; a ver, si para ganar hay que dejar de lado la hidalguía, allá va. Tampoco le hace ascos a vestir un uniforme que no es el de su país, porque se trata de vencer como sea. Eso sí, sin que los uniformes de la tripulación y del protagonista sufran grandes daños salvo en los momentos cumbres de los combates. No quiero ni imaginarme el taller de planchado y costura de a bordo.

Los españoles aparecemos como medio lelos, desorganizados, sucios y oscuros de piel, incapaces de defender un barco que era muy superior al navío británico. Nada que ver con los impecables oficiales del imperio, más bonitos que un san luis de madera. Incluso no pierden la oportunidad de menospreciar los mapas españoles, por poco fiables; curiosamente los únicos que ellos llevaban a bordo.

En fin, una pena que España no haya dispuesto nunca de una industria cinematográfica potente, para poder contar las cosas como quisiera, aunque sea saltándose la historia real. No puedo dejar de recordar aquella "Orgullo y pasión" en la que hasta alteraban radicalmente el mapa de la península, por conveniencias del guión.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
jeeves
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