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La mirada del amor

Drama. Comedia Narra la historia de Paul Raymond (Steve Coogan), precursor de los clubs de strip-tease del famoso barrio Soho de Londres. (FILMAFFINITY)

Preestreno: Festival de Sundance 2013.
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Críticas 6
Críticas ordenadas por utilidad
1 de abril de 2014
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Biopic sobre la vida de Paul Raymond, personaje que hizo fortuna del negocio del sexo partiendo de los espectáculos de variedades con tetas en el Londres de los 60-70 hasta meterse en el negocio de las publicaciones soft porn (género que sigue gozando de buena salud en el UK a dia de hoy y que básicamente consiste en mostrar desnudos sin alusiones a nada más explicito). Gracias a esta dedicación, pero sobre todo a su buen olfato a la hora de dedicar los beneficios en inversiones inmobiliarias en la zona del Soho, Raymond llegaría a ser considerado como una de las personas más ricas del UK y ganarse el apodo de King of the Soho.

Tanta explicación evidencia que tanto el entorno como el personaje me eran ajenos (como imagino le serán a muchos) y dicho esto queda claro que no dispongo de referencias directas para evaluar la fidelidad del retrato. En ausencia de referencias directas podemos comparar este con otros biopics, genero muy del gusto americano, y ahí para demerito de Winterbottom hay que decir que no encuentro diferencias notables en forma de señas de autoría con respecto a otras cintas del genero por ningún lado. The Power of Love (irónico título para el biopic de un pornógrafo al parecer debido a falta de acuerdo con el hijo del Sr Raymond), es una historia típica y hasta cierto punto tópica de subida y caida, eso si, en el entorno del londres de la minifalda y con acento inglés pero en ultima instancia podría haberla facturado cualquier mercenario americano.

Si Winterbottom no deja apenas rastro de su autoría Coogan (el resto de los personajes es mera comparsa) tampoco deja de ser Coogan en ningún momento. Pese a tratarse de un biopic no podemos decir que Coogan se diluya en Raymond, o que vayamos a asistir a alguna de esas faenas de mimetización de nuevo tan del gusto hollywoodiense (en mi opinión de merito casi siempre relativo) como podría presuponerse. El Raymond de Coogan nunca tiene vida propia o da la impresión de reflejar al personaje real al margen de una labor de peluqueria y vestuario tipo Lluvia de estrellas, es Coogan haciendo de Raymond, aunque ya digo y sobre todo careciendo de contacto directo con el retratado no es necesariamente molesto. Coogan es de esa estirpe de actores que siempre son ellos mismos, pueden interpretar a Hamlet o a Peter Pan, pero siguen siendo ellos en primer lugar sin que, reincido, ello sea necesariamente malo

El resto una ambientación correcta (aunque ignoro hasta que punto recoge el espiritu del Soho de aquella étapa que desde luego parece más interesante que la actual) y algún cameo como los de los Little Britain para completar una película con cierto tufillo moral, la caida en desgracia del personaje en alguna ocasión se vende como consecuencia de haber medrado a partir de negocios de moralidad discutible o al margen de la moral establecida, mensaje que al margen de tranquilizar las conciencias de quienes llevan sus vidas normales con sus trabajos socialmente aceptados tampoco tiene por que ser cierto.
somormujo
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5 de enero de 2015
6 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Al leer la sinopsis y ver el tráiler te haces una referencia tipo "El escándalo de Larry Flint", vida de desmadre, sexo, porno, dinero, extravagancia, sodoma y gomorra, desparpajo y atrevimiento de hacer lo que uno quiere al margen de la, siempre, doble moral de la sociedad -ya puedes ir olvidando tanto brío y garra-, luego lees que su protagonista es Steve Coogan, actor fetiche del presente director que no es capaz de ir más lejos de interpretarse a si mismo una y otra vez, excepción que no se confirma esta vez pues nos ofrece más de lo mismo, es decir, a él olvidándose de intentar siquiera acercarse a la esencia o espíritu del personaje y, al verla, descubres, más que una película, un documental ilustrativo sobre las andanzas y correrías de este vanguardista que abrió el primer local de chicas desnudas, futurista que tenía un don para adelantarse a las demandas del público, inteligencia para los negocios y sabiduría para hacer caja pues, está narrada con más frialdad, desafecto y distancia que pasión, calidez y una deseosa involucración del público que hubiera posibilitado un filme rodado con más gracia y esmero de cara a las necesidades del espectador.
Porque, tras finalizar la historia, conoces los hechos pero has pasado ausente por los sentimientos, para entonces, puedes afirmar que Paul Raymond era un empresario de éxito de locales de striptease que fue pionero en mostrar chicas desnudas en sus espectáculos, que hacinó una fortuna desproporcionada, que le perdía el exceso, las mujeres y su gustosa obsesión preferida de acumular todas las propiedades que veía y eran de su capricho, de carencias afectivas y remordimientos nulos que se trasladan a sus complicadas relaciones familiares siendo, la excepción, su hija mayor con la que se volcará vivamente dejando de lado a todos los demás miembros de su desmadrada familia creada a golpe de hago lo que quiero cuando me apetece, cojo lo que me gusta cuando deseo y lo dejo de lado cuando ya no me sirve aunque, la sospecha intuitiva personal te rumorea que lo visionado está a luces del surrealismo, insolencia, locura y arrebato de este portento quijote de los años 50-60 que luchó contra sus propios molinos de viento gubernamentales, estatales y sociales.
Es correcta pero no seductoria, precisa pero no desbordante, atractiva en la información vertida pero no en la absorción de su frenética vida, formal en su exposición pero de adrenalina, osadía y soltura ausente y un interés limitado a observar sin experimentar, a seguir sus aventuras desde tierra lejana que no crea acceso a la intensidad de sus mareantes ideas, imprudencias ostentosas y extravagancias diversas, excesiva beatitud y consideración para una vida tan rentable que daba para un relato más suculento, ardiente, de emociones más impactantes y sentimientos a flor de piel donde el desahogo temporal de la vista no se permite ante tanto desfase y disparate valiente y atrevido.
Ofrecer sólo un espectro, lúcido pero superficial, de toda la posibilidad que tenía en sus manos sabe a rancio innecesario, a poco nutriente, escasez de sustancia con poco condimento que satisface lo justo más, un intérprete que no tiene el carisma ni la habilidad de transmitir el espíritu y corazón del personaje en cuestión da, como mucho, para oír, por primera vez, su nombre y hacerte una idea de la importancia de este individuo en la historia inglesa pero, poco más, para descubrir su destreza, empuje, entusiasmo, valor y toda la ebullición ingeniosa sin recatamiento que inspiraban a este artista que leía la mente de lo que la gente necesitaba no da, para una idea general sí, para una imagen escandalosa no y, si algo fue su sello, fue el escándalo aunque, Michael Winterbottom, no haya tenido mucha habilidad al plasmarlo.
La mirada del amor no posee desenfreno, ni éxtasis o frenesí, verla cómodamente sin perturbación no es lo esperado, visión plácida sin alteración no es lo requerido, un remar contra viento y marea con ritmo de empatía y cautividad neutra no es lo acordado, la presupuesta vida apasionada de este visionario loco de mente cuerda, espíritu emprendedor, promotor audaz y sagacidad morbosa por sus venas a quienes las 24 horas del día se le quedaban pequeñas y austeras para el ritmo agitado y aventurero de su persona no es lo reflejado aquí, sólo una versión oficial de buena sintonía y moderación que no ofenda ni altera en demasía, educado prototipo de informar y comunicar sin profundizar ni herir ni alterar ni penetrar en el fondo de lo maligno, sádico y perverso de su razón.
Ha servido la carne pero se ha olvidado de su apetecible calentado y jugosa salsa que le da, a la misma, su sabor picante, obsceno y delicioso, una ensalada sin aliño estará sosa y desganada por muy adecuado que sea el tomate y buena la lechuga que le acompaña; la magnitud, consistencia y exquisitez se encuentra en el acierto y arte de la mezcla.

lulupalomitasrojas.blogspot.com.es
lourdes lulu lou
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20 de octubre de 2014
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Quién ha dicho que el porno no da pasta? Paul Raymond, controvertido empresario londinense, llegó a convertirse en el hombre más rico de Inglaterra gracias a sus publicaciones y espectáculos de dudoso gusto, pero astronómicas ganancias. La muerte de su hija debido a una sobredosis, a la que pensaba nombrar sucesora de su imperio, le convirtió en un recluso. Michael Winterbottom nos cuenta su historia (al menos una parte) con la ayuda de su actor fetiche Steve Coogan, que como siempre hace de sí mismo. No llegamos a conocer del todo bien la personalidad de Raymond, salvo sus insaciables apetitos sexuales y la caradura con la que se abre paso en el mundo del espectáculo y las revistas. Tampoco parecía un hombre muy diplomático en lo tocante a las relaciones personales. Winterbottom arroja una mirada tal vez nostálgica sobre el "Swinging London", aunque sea demasiado joven para recordarlo, que podría complementarse con la de Antonioni en Blow Up. Película interesante, más comprensible para los británicos que para los españoles, se deja ver por el buen hacer de los actores y la acertada ambientación. Para los obsesos, buen desfile de tetas y culos.
Eduardo
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15 de agosto de 2014
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una nueva colaboración entre el irregular Winterbottom y su actor fetiche, Steve Coogan.

Coogan se pone ahora en la piel de Paul Raymond, o bien, de Geoffrey Anthony Quinn, como lo llamaron sus padres, quien fue un empresario inglés, primero de espectáculos eróticos y después el creador de la revista Men Only, con contenido soft porn, que lo llevó a convertirse en todo un magnate de la industria del entretenimiento dirigido al público adulto.

Además de la ascendente carrera de Raymond, el filme de Winterbottom toca también la faceta paternal del empresario en su relación con su hija Debbie, una conflictiva chica interpretada de manera efectiva por Imogen Poots.

La ambientación de la película juega a su favor en la recreación de todo ese mundo de Inglaterra, principalmente en los años 60 y 70, la película es entretenida en parte por su atractivo personaje principal y la gran interpretación de Coogan, así como el acertado ritmo que imprime Winterbottom a la mayoría de las escenas de Raymond dentro de su mundo de glamour, excesos, mujeres y buena música.

Pero su excesiva duración que se siente un tanto difusa y recargada en las excesivamente dramáticas y atribuladas secuencias entre el personaje de Raymond y Debbie, la hija, le juegan un poco en contra.

Más cercana a sus mejores películas, como 24 Hour Party People, Winterbottom consigue una entretenida película, con personajes que cautivan y música que contagia.
Quique Mex
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31 de marzo de 2015
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
No está nada mal este biopic sobre el pornógrafo Paul Raymond interpretado por Steve Coogan. Personalmente desconocía la figura de Raymond, un tipo descaradamente inteligente quien, gracias a la industria del porno (legal), llegó a ser la persona mas rica de toda Gran Bretaña. Hasta aquí, la historia. Ahora vayamos a la película. ¿Que está sucediendo últimamente con los biopics? Últimamente todos tienen una gran pobreza visual y argumental, todo parece falso y parecen más preocupados en ser fieles a una realidad que en hacer una buena película, todo suena a cartón piedra. Gracias a Dios aun hay pequeños milagros como este "The look of Love" donde el aspecto visual es magnifico (se nota que al director le encanta el Londres de los 60s), las interpretaciones son buenas (es una película por y para Coogan) y la historia que se cuenta resulta atractiva para el espectador. Winterbottom permite expresar emociones pero las rueda desde la distancia, permitiendo que el espectador sea un voyeur mas que decida si esas emociones le resultan interesantes o no (no se implica ni manipula). Puede que a muchos les resulte extraño un biopic donde parezca que nada se cuenta (no es así realmente) pero a mi me ha sorprendido la buena construcción dramática (no siempre funciona, también es verdad) y sobre todo me ha gustado mucho como está rodada. No es que sea una película para recordar pero mientras la estás viendo te das cuenta que es un precioso divertimento que está hecho con honestidad y ganas de contar una historia. Pero claro, es que tras la cámara está Michael Winterbottom...
El Criticón
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