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Edward, mi hijo

Drama Un despiadado hombre de negocios vive tan obsesionado con su hijo que sería capaz de todo con tal de protegerlo; pero el chico, lejos de pagarle con la misma moneda, sólo siente odio y desprecio hacia su padre. (FILMAFFINITY)
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Críticas 6
Críticas ordenadas por utilidad
30 de junio de 2011
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Gran película de Cukor en la que uno de los personajes principales no aparece jamás. Narra como la enfermedad de un hijo pequeño provoca un cambio en una familia normal ante la imposibilidad de curarlo por no tener el dinero suficiente para la operación. El padre, magníficamente interpretado por Spencer Tracy en un afán protector con el hijo va deteriorando la familia, su persona y al hijo que se convierte en un niño mimado sin ningun valor personal.
franio risji
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28 de julio de 2012
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me impresiona como Cukor se mete en camisa de once varas, hasta el fondo de la cuestión.
Lo que puede llegar a hacerse cuando la chispa la enciende el amor a un hijo.
No queda claro si para el personaje de Tracy,eso es una excusa ni si hubiese hecho lo mismo sin el acicate del hijo. Tampoco queda claro si el hijo, ha salido genéticament al padre, o su desastroso comportamiento hubiese sido evitable con otra educación, o cómo hubiera sido si hubiese nacido pobre o en una familia de clase media.
Creo que el padre no "puede" hacer más, la madre... tampoco, el médico...tibio. Todos sujetos a sus propias limitaciones. Y al final, la limitación externa de la vida, aquí, la guerra.
Me queda un sabor agridulce después de ver esta película, por un lado la sensación de que sí, existe un destino, por otro, que vale la pena ser valiente, y aunque también podamos equivocarnos, no muramos sin haber hecho lo imposible por cambiarlo.
Intensa, profunda, no entiendo por qué tiene una puntuación tan floja.
Hanami
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14 de octubre de 2008
6 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Melodrama al estilo de la época en donde un rudo hombre vive empeñado en vivir el éxito a través de su hijo, lo que en un principio parece idílico poco a poco se va viciando, convirtiendo la convivencia familiar en una situación tensa que en cualquier momento y por la más mínima reacción se puede quebrar, y es que Cukor representa el éxito como algo alcanzable solo a través de la corrupción, como un juego en el que todo vale y las consecuencias no importan.
o0_oscar_0o
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17 de junio de 2018
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Excelente drama, al principio con algo de humor, para más tarde ser sombrío y muy duro, donde se ponen en solfa "valores" muy yankis como el éxito a cualquier precio, "el valor" al hombre hecho a sí mismo escalando posiciones desde lo más humilde a lo más alto en la escala empresarial, por ejemplo.
Se trata de una producción de la Metro, que los productores exigieron se rodara en Inglaterra, y por ello la actuación de numerosos intérpretes de aquellas tierras.
Fue el primer papel de importancia de Deborah Kerr y a fe que consiguió un soberbio trabajo, no en vano estuvo nominada al Óscar por su difícil papel de esposa enamorada que se va desencantando de su esposo a medida que pasa el tiempo y ve cómo es él realmente.
Spencer Tracy está como siempre, es decir, maravilloso, consiguiendo el desprecio (su personaje, vaya) del espectador, una vez vemos sus verdaderos impulsos por mucho que las motivaciones en un primer momento nos parezcan loables.
Muy bien ambientada, quizás en metraje resulte un pelo larga, pero tiene magníficas escenas, como el largo diálogo entre el protagonista y el director de colegio donde estudia Edward, su hijo. Un diálogo duro pero con un generoso humor, donde destaca el siempre estupendo Félix Aylmer.
Como curiosidad, nunca aparece en escena el tercer personaje principal del film, es decir, Edward, el hijo, siempre omnipresente en la historia.
Para mi gusto, una gran película que en su estreno cosechó un fracaso crítico-comercial, pero que poco a poco se ha ido reivindicando.
Como triste y vergonzosa curiosidad, su guionista Donald Ogden Stewart, que adapta con gran intensidad y fuerza dramática el excelente texto de Robert Morley y Noel Langley, tuvo que quedarse unos buenos años en Inglaterra tras el rodaje de la peli, debido a que el tristemente célebre senador McCarthy y su asquerosa Caza de Brujas le estaba esperando en EE.UU. para meterle en el calabozo.

https://filmsencajatonta.blogspot.com
Constancio
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19 de agosto de 2015
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Qué debo hacer cuando me he enterado de que mi hijo primogénito, en quien tengo depositadas todas mis esperanzas, ha nacido con una atrofia que podría dejarlo discapacitado para siempre?

Varias cosas se pueden hacer: La primera, buscar ayuda profesional. Pero hay otras cosas que, entre tanto, podrían tomarse en cuenta y la holística las avala como de enorme importancia: La principal, ponerlo en manos de Dios y pedirle que nos ayude a entender porqué sucede lo que sucede. Si usted es una persona de fe, trate de descubrir el beneficio oculto que hay en este mal, el cual, con buena predisposición, es posible entreverlo en un cierto plazo. Para ayudarse en este tema, es de gran eficacia contar con la asistencia de un terapeuta holístico. También sería muy sano que pensara seriamente en modificar su comportamiento, sobre todo si hay acciones suyas que, de alguna manera, perjudican a otras personas. Finalmente, no pretenda forzar situación alguna. Deje lo esencial en manos de Dios, y tan solo permita que Él vea que en usted hay buena voluntad y el más serio compromiso para con su hijo. Si lo que hace es por él… y no por usted, como en realidad actúan muchas personas, le aseguro que comenzarán a moverse las fichas necesarias para que suceda lo que, exactamente, está necesitando la familia entera para su proceso.

Partiendo de estos principios, resulta fácil comprender que, el rumbo seguido por Arnold Boult, no fue más que un prolongado sendero de ligerezas, estimulados por la prepotencia, la autosuficiencia y la total falta de entendimiento de las leyes existenciales. Aunque pareciera hacer lo que hace pensando exclusivamente en su hijo, en realidad, Boult, solo piensa en sí mismo, porque consciente o inconscientemente, teme sentirse inferior ante los demás y no está dispuesto a admitir que alguien pueda verlo como un fracasado. Es esto lo que explica su total falta de escrúpulos para hacer la serie de cosas que termina haciendo… y de ahí en adelante, la larga cadena de atropellos, ligerezas e irresponsabilidades, que es capaz de asumir para hacerse con el “poder” (incluido el nobiliario título de Lord), pretendiendo salirse siempre con la suya. Pero está claro que no es posible levantar un alto edificio sin hacerle a la tierra un profundo hueco. Boult es de aquellos necios que no conocen el límite de las cosas y es entonces cuando, quizás, tome las decisiones más insólitas como aquella de hacerse a las hipotecas del colegio. Como él mismo dice, “no compré la universidad de Oxford porque no resultaba fácil”.

La manera como está planteado el filme, obliga cuando menos a una pregunta: ¿Por qué no vemos en ningún momento a Edward, el hijo? Algún reconocido crítico, afirmó cierta vez que ese había sido un gran descuido del director George Cukor. Al contrario, me parece que es lo mejor que pudo habérsele ocurrido. En principio, tuve la impresión de que el motivo era técnico: Había que conseguir a diversos chicos para poder ilustrar el desarrollo de Edward desde que era un bebé hasta sus 23 años, y eso podía resultar desgastante. Pero enseguida entendí que la razón es puramente psicológica: No es Edward lo que motiva las acciones del errático Lord Boult… es él mismo, es lo que él siente, lo que quiere tener, lo que quiere ser. Por eso, él es el centro de una historia que de nuevo confirma que, si siembras vientos cosecharás tempestades.

El brillante guión, escrito por Donald Ogden Stewart, estuvo basado en la obra ‘Un juego en tres acciones’ que Robert Morley y Noel Langley publicaran en 1948. La dirección de George Cukor resulta intachable en lo formal y en la dirección de actores, y Spencer Tracy nos ofrece otra de esas interpretaciones de nunca olvidar.

“EDWARD, MI HIJO” se aproxima a un tema de gran interés sobre el que las parejas deberían estar muy firmemente preparadas.

Título para Latinoamérica: “EDUARDO, MI HIJO”
Luis Guillermo Cardona
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