Era Sam Wallash!... Lo chiamavano... E Così Sia!

Es curioso cómo en los últimos 'spaguett' que perpetró Demófilo Fidani los guiones fueron adquiriendo algo más de densidad dramática. En este la trama, sobre el sempiterno tema de la venganza, cuenta con la novedad de que el antihéroe que ha de ejecutarla, interpretado por Robert Woods, sea un tipo que no siempre mantiene la serenidad a causa de sus traumas de infancia.

Woods, un nombre esencial en el eurowestern, y particularmente en el español, fue acogido a este lado del charco como otros muchos norteamericanos que no habían tenido éxito en Hollywood. En su caso se daba la circunstancia de que tenía, además, un tipo físico bastante a contracorriente para lo que entonces solía ser un galán: larguirucho, desgarbado y algo asténico, lo que le había permitido trabajar como doble o especialista en alguna peli en América. Pero poco más hasta que llegó a España.

Por lo demás, aparte los mencionados apuntes psicoanáliticos de andar por casa que se refuerzan por un 'flashback' y a los que tan aficionado solía ser el cine entonces, es esta una cinta en la que pasan bastantes cosas y hay bastante más dialogos que en otras de su director. Y por una vez a su hija en la vida real, Simonetta Vitelli, no la secuestran, ya que encarna a una chica del 'saloon' amante del villano. Y está muy guapa y sensual, además de con más líneas de diálogo.

Por haber, hasta hay también un pintoresco combate de boxeo reglado. Al lado de las habituales golpizas y balaceras. Junto a muchos puntos muertos que impiden que la cinta salga de la mediocridad.