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Mélo

Drama. Romance Año 1926. Después de seducir a Marcel, un violinista amigo de su marido Pierre, Romaine intenta envenenar a su pareja. (FILMAFFINITY)
Críticas 3
Críticas ordenadas por utilidad
3 de noviembre de 2009
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
En griego "melos" significa canción o música, pero también canto lúgubre o lamentación. Ambos sentidos palpitan en esta interesante película:
Con la música como trasfondo, "Mélo" va evolucionando desde unos tonos cándidos, amables y tangueros hacia unas melodías más fúnebres, amargas y dolorosas. El guión, la fotografía, la interpretación de los actores, todo va perdiendo luminosidad y se va impregnando sutilmente de un aire cada vez más luctuoso.

Dentro de la obra de Resnais, veo a Mélo como un apéndice o prolongación menor de la magistral "El amor ha muerto" (1984): de nuevo el amor, la muerte y el suicidio; y de nuevo el mismo cuarteto de actores (Azéma, Ardant, Dussollier, Arditi).

Sabine Azéma ganó el César ese año y está mejor que nunca. Irradia tal energía y desparpajo que libra a la película de ser el soberano tostón que podría llegar a ser, tratándose de la fiel adaptación de una obra de teatro con algunas escenas muy largas, y bastante envejecida en una primera lectura.

Fanny Ardant sale poco pero tiene una de mis escenas favoritas: me sobrecoge su mirada al tragarse todo para no dañar al hombre que ama. Él nunca la amará como ama a la otra (que lo traicionó), pero ella aguanta, acepta, y decide no contarle a su amado lo que sabe. Claro que para él tan malo es saber como no saber.

En fin, no es el colmo del entretenimiento pero me ha gustado verla dos veces porque le he pillado mejor el punto. No es tan obsoletamente misógina como parece (se diría que las mujeres son o pécoras o arrastradas), porque en la escena final vemos al violinista seductor reproduciendo los mismos comportamientos teatreros y embaucadores que antes criticaba como vicios de mujeres.
Sahar
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29 de enero de 2011
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Las paginas pasan el programa… las fotos de los actores aparecen antes del título… La obsesión de Resnais es el teatro… Un telón rojo desaparece con un encadenado… llega el cine filmado… Trío…
Lo mejor: la secuencia en entorno real con ese travelling siguiendo al amor perdido en el agua…

Obra de Henri Bernstein y segunda adaptación tras la realizada por Paul Czinner. Cuatro personajes. Melo y drama, música y drama. Dramaturgia y violinista. Narración lineal y teatralidad en lo etéreamente cinematográfico. Simple, pero demasiada y efectiva genialidad. Absorbente fortaleza. Esposa, mujer y amante, frente a un telón y sin colorantes ni conservantes que ofrece a un Resnais integral escribiendo el guión sin ayuda de Alain Robbe-Grillet o Marguerite Duras. Tal vez un defecto o una libertad creativa mayor.

El drama de Alain Resnais tiene una puesta en escena que no esconde su devoción teatral. No falta el telón rojo y el programa con el nombre de los actores. Sabine Azéma fabulosa. Al título le vendría bien la continuación a su inicio, que es lo que forma parte de mi vida, drama. Brindemos por el drama antes y después de cerrar el telón rojo cada noche pese a los aplausos de unos y abucheos de otros. Ley del cine y del cineasta.
Maldito Bastardo
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21 de noviembre de 2012
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Elegante historia de amor y pasión que, con muy pocos personajes y muy pocos escenarios, es capaz de presentarnos esa mezcla de sentimientos de forma magistral.

El director no ha querido disimular la procedencia teatral del texto; es más, la subraya con ese telón rojo que sirve para dar paso a los 3 actos.

Si "El año pasado en Marienbad" empezaba con los actores presenciando una obra de teatro, para luego verlos danzar de forma automática en un gran salón lleno de espejos, aquí estamos dentro mismo de la obra teatral y, los personajes bailan; y ese baile se ve reflejado en unos espejos que multiplican a los bailarines. El sensual tango sirve de símbolo a ese amor apasionado que tiene como protagonistas a un hombre, una mujer y la música. Porque la música es el gran protagonista del film. Y, curiosamente, no tiene apenas banda sonora: oímos la música del baile y también al violinista tocando, primero con Sabine, luego con Pierre.

El juego de luces subraya perfectamente la intensidad de lo que dicen los actores, que saben aguantar muchos primeros planos.

También me ha gustado cómo se resuelven los decorados de los diferentes domicilios: Pierre en su casita de las afueras -tradicional, acogedora, abarrotada de muebles y sillones tapizados de cretona y terciopelo- y André en su apartamento de París -esculturas africanas, cuadros cubistas, rosas rojas, piano de cola, grandes ventanales, espacio moderno e impersonal-, acorde con las diferentes vidas y los diferentes vestuarios -tweed frente a esmóquin, gabardina frente a abrigo negro.

Todo está señalado de forma sutil y el espectador atento va sacando conclusiones. Una buena forma de contar una historia refinada.
luguca
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