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Macondo

Drama Filmada como un documental, "Macondo" cuenta la historia de Ramasan, quien perdió a su padre en la guerra en Chechenia y debe actuar, pese a su corta edad, como el hombre de la casa, ocupándose de sus dos hermanitas y ayudando a su madre. (FILMAFFINITY)
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Críticas ordenadas por utilidad
17 de febrero de 2014
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Notable debut de la germano-iraní Sudabeh Mortezai el que ha dispensado en la última jornada de la Berlinale esta joven realizadora, de padres iraníes, nacida en Alemania, criada en Teherán, estudiante de teatro en Viena y de cine en la Universidad de California. La solvencia para con el cine de corte realista, de vocación denunciativa, atento a los problemas socioculturales de la sociedad que nos rodea no ha se le ha podido escapar a nadie. MACONDO atesora un nada despreciable bagaje de firmeza escrutativa y de hondura analítica.

MACONDO nos traslada hasta un barrio de Viena, concretamente hasta uno situado en el distrito de Simmering, dentro del cual unos modestísimos pisos han sido dispuesto para que vivan en él más de 3000 exiliados provenientes de 22 países distintos. El film se centra en una familia de chechenos, huída allí tras el conflicto bélico con Rusia. Una mujer, un niño de once años y dos gemelas de unos ocho. El padre murió combatiendo en el frente. La película empleará como punto de vista principal mediante el que exhibir la problemática de todo ese tipo de seres humanos desplazados por supervivencia el que dispone la personalidad avispada, responsable, honesta y disimuladamente rota de Ramasan, el hijo.

El primer trabajo de esta joven realizadora pertenece a esa clase de ejercicios en los que la cámara se postula a ejercer tareas de vigilante, de perseguidor, de sombra alumbrativa del objetivo al que pretende radiografiar en toda su máxima extensión. En este sentido, Mortezai logra con creces su objetivo, pues sí consigue, sin trampas sentimentaloides, sin brusquedades hiperrealistas, sin alharacas compasivas ni sangrantes, que el espectador de la cinta acceda a la existencia difícil, tensa y expectante de Ramasan. La cámara en mano, obviamente, como no podía ser de otra forma, se convierte en el instrumento principal escénico empleado por la directora para que su punto de partida intencional alcance la complejidad y la profundización estipuladas.

MACONDO se adhiere al niño (sensacional el pequeño Ramasan Minkailov ) y de esa incesante observación se vislumbran sus problemas debidos a la ausencia del padre (ese retrato a la entrada de la casa, el reloj recuperado), a la burocracia austriaca (el miedo por parte de la madre a solicitar papeles en su país), a la llamada de la religión a la que pertenece su madre, a la vida humildísima, carente de capricho alguno que lleva su familia (escenas en el supermercado), a la autoimposición de convertirse en el hombre de la casa (los continuos mandatos a sus hermanas pequeñas), a las tentaciones delincuentes a las que él hace frente en principio (el robo no culminado de las pilas), o a la llegada de un hombre que dice haber sido compañero de armas de su padre y que intuye que quiere acercarse a su madre.

La narración queda constituida como la suma de todo este cúmulo de pequeñas peripecias que irán, poco a poco, condensando una razonable sensación de peligro. La directora demuestra en todo momento que sabe lo que tiene entre manos y lo que no debe hacer. Una película valiente, sincera, clara y necesaria, que sabe estar a la altura del propósito desde el que parte sin caer en maniqueísmo, simpleza o brutalidad algunos.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
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