Cinema Sabaya

He leído alguna crítica que si hubiera sido un documental, y no una peli que parece un documental estaría mejor.
Yo opino todo lo contrarío, aparte de esto, que en una peli a si me parece una tontería, ya que va mucho más allá.
Nos habla de las mujeres en una sociedad tan machista. De los autoengaños que se hacen de sus vidas (no se puede estar bien, ni realizarse como ser humano si perteneces a alguien, y te dicen lo que no, o si puedes hacer) eso es esclavitud... me ha parecido muy interesante, aunque transcurre en una habitación, se me ha hecho corta, ya que la dinámica del grupo está muy bien llevada.
Abstenerse personas que les guste las pelis de acción. Y recomendada a las personas que les guste indagar sobre el alma, y otras profundidades.

Algo me aleja de la unanimidad de la crítica en torno a “Cinema Sabaya”, la ópera prima de la cineasta israelí Orit Fouks Rotem. Algo aún mayor me deja gélido ante su propuesta, llevándome a pensar que es un enorme error haber utilizado la fórmula narrativa del falso documental para colarnos lo que no es más que un falso documental. Algo me hace concluir que, si hubiera sido un documental real, yo hubiera acabado entusiasmado con la visión de este film pero, al no serlo, me deja una cierta sensación de estafa y desilusión, por muy loables que sean las buenas intenciones que encierra la propuesta.

La premisa argumental de su guión, firmado por la propia debutante Orit Fouks, es mucho más que loable. Consiste en encerrar en un único espacio a ocho mujeres, israelíes y palestinas, con la excusa de realizar un taller cinematográfico con una joven realizadora llamada Rona. Se le entregará a cada una de ellas una cámara de vídeo y un trípode y se les pedirá que documenten sus respectivas vidas para mostrarlas en clase. El grupo está formado por mujeres de distintas edades y condiciones socioeconómicas, de distintas religiones y creencias políticas, todas ellas en mitad de esa convivencia imposible entre dos Estados permanentemente en guerra, Palestina e Israel.

Sobre el papel suena genial. Uno espera, en un momento dado del metraje, pensar que estamos viendo un documental y que todo es real y se aferra a esa idea. La textura realista que ofrecen sus protagonistas (casi todas actrices amateurs salvo la gran Dana Ivgy, siempre solvente) hacen desear que lo que estamos viendo sea un caso de sororidad y empoderamiento real, pero no y ahí es donde se desinfla el film para mí. Apasionante para un documental, frustrante para ser ficción.

Ello lleva a la lamentable cuestión de que sus 91 minutos de metraje puedan llegar a hacerse largos en algunos tramos del mismo, seguramente por un exceso de falso hiper realismo en su guión y en la fotografía de Itai Marom. Demasiadas buenas intenciones para tan parco resultado.