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El botones

Comedia Stanley (Jerry Lewis) es un botones un tanto simple del lujoso Hotel Fontainbleau de Miami Beach, Florida. Los huéspedes van y vienen, pero Stanley está al pie del cañón día tras día, enfrentándose (y creando) todo tipo de catástrofes que incluyen confrontaciones con clientes difíciles de complacer, llaves de habitaciones cambiadas y llamadas de teléfono equivocadas... (FILMAFFINITY)
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Críticas 9
Críticas ordenadas por utilidad
19 de enero de 2013
13 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
The Bellboy es la primera película como director de Jerry Lewis, después de una larga experiencia tanto en TV como en cine con su dúo con Dean Martin. Muchas características excepcionales se reúnen en esta caso tan especial dentro del cine de los 60:

Por un lado, destaca la temprana edad con la que Lewis da el salto a la dirección (34 años), y que, aun y venir precedido por sus éxitos anteriores como actor, dispusiera de una libertad creativa tan grande (teniendo en cuenta que fue producida por la Paramount). Por otro lado, está el hecho de que siga apareciendo como actor protagonista que, por si fuera poco, lo hace por doble partida (lo vemos en el papel del botones de un hotel carente de sentido común -o con un sentido común exacerbado, según se mire y, más tarde, interpretándose a sí mismo, al ya por entonces famosísimo Jerry Lewis-).

Y después tenemos el planteamiento argumental de la película, que no posee un argumento al uso y se vende como una serie de gags sin aparentes conexiones entre ellos. Y de esta forma la película da inicio con un epílogo en el que vemos al supuesto jefe de los estudios que la han producido y que, para sorpresa de todos, no es capaz de contenerse y tras presentar el film rompe a carcajadas sin ton ni son.

Son la unión de todos estos elementos y otros, los que hacen de The Bellboy un film rompedor no sólo en su momento sino, en muchos sentidos, en la actualidad. En un panorama actual en el que se vislumbran nuevos caminos de la comedia (con predominio del absurdo) como es el denominado post-humor, The Bellboy, con 50 años de antelación se adelantaba a propuestas como Muchachada Nui, planteando un retorno a la voluntad de hacer cine de “sketches” para sacar carcajadas a través de una serie de gags a cual más ingenioso y sorprendente, y sin una construcción argumental (más allá de presentar retazos de la vida laboral de un botones en un hotel).

Uno de los elementos que hacen esta obra algo innovador es precisamente el hecho de que, a pesar de sus 50 años de antigüedad, consiga transgredir todos los esquemas mentales del espectador actual, que no es capaz de anticipar el resultado de un gag (véanse gags fantásticos como la señora de las chocolatinas, que pasa de estar delgadísima a obesa en tan solo un instante, y tras otra más de las meteduras de pata de Lewis, cuyo motor es el de crear el caos involuntaria y patosamente).

Pero si a esta falta de pretensiones más allá de generar la carcajada, le sumamos un discurso crítico con algunas de las obsesiones de Lewis , punto que lo puede conectar con Los Monty Python o Muchachada Nui (la fama y lo que esta conlleva, representada por sí mismo), tenemos una ópera prima ciertamente contemporánea para la que los años, y a pesar de estar rodada en blanco y negro, no pasan, y cuya capacidad de romper esquemas preestablecidos no se ha visto muy mermada.
kakihara
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22 de octubre de 2006
13 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
El cómico de New Jersey Jerry Lewis (1926), nacido Joseph Levitch, debutó en el cometido de dirigir sus propias películas con The bellboy, un hilvanado de poco más de una cuarentena de situaciones cómicas imbuidas de su peculiar estilo, a saber, movimientos convulsivos a medio camino de un primate y una marioneta, desmedido desdén por la trama (el orden de los gags no altera el resultado), predominio del elemento visual (de hecho, el personaje de Lewis, Stanley, no pronuncia palabra), inclinación por el absurdo y la fantasía (el gag de la mujer gorda y las chocolatinas, el de la foto con flash…)

El personaje que interpreta Lewis es su clásico modelo de hombre infantilizado en demasía y despreciado por la sociedad, cuyo patrón se halla sin sobrado esfuerzo en Tati, Harpo, Laurel… No en vano, un doble de este último se cruza con Stanley (ambos poseen el mismo nombre) hasta en tres ocasiones. A propósito de dobles, el propio Jerry Lewis interpreta dos papeles, el botones y él mismo, su dualidad de cómico y hombre personificada por separado; costumbre la de representar más de un personaje que retomaría en posteriores obras.
Kick'Em Ars
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10 de noviembre de 2014
11 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Empieza El botones con un personaje que habla mucho para decirnos muchas cosas y una cosa que dice es que El botones no tiene guión. No tiene guión y no tiene guión y hasta aquí todos contentos. El guión de El botones es hágalo usted mismo si puede y Jerry Lewis lo hace de maravilla. El botones te pone un millar de sillas en un par de minutos, contesta al teléfono igual que una secretaria sorda, te cambia las llaves de sitio, plancha que no es una maravilla, toca los instrumentos de oído, quita el motor con una destreza inusual y todo sin decir una palabra. Mis palabras son pocas: Obra maestra que junto con Lío en los grandes almacenes son las dos mejores del mejor cómico del cine sonoro.
Lloyd
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5 de marzo de 2008
8 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando Jerry escribe, produce, dirige e interpreta, nada menos que dos papeles en esta película, tenía 34 años y una "larga" experiencia de artista completo que ambicionaba ir más allá. Nacido en una familia de artistas, y tras hacer esto y aquello otro, con sólo 20 años se alía a un galán-cantante de primera, Dean Martin (29) y forman una pareja de enorme éxito en el show en vivo, en el cine (con la friolera de 18 películas) y en televisión.

A lo largo de esos años mantuvieron firme una sólida amistad de la que se contaron muchas cosas, una de las más fáciles de demostrar es que el talento de Martin supo aprovechar las grandes relaciones con el show business de Lewis y que, tras tantos años de trabajo conjunto sus egos chocaban irremediablemente. El 25 de julio de 1956 realizan la última actuación del célebre dúo entre el galán que arrebata a las mujeres y el tierno payaso que suele quedarse con su chica preferida. Desde entonces, Jerru hace unas cuantas películas arriesgando cada vez más y aprendiendo de sus directores preferidos: en su primera época el gran Norman Taurog y ahora Frank Tahslin.

En 1960 con El Botones se lanza a escribir, producir, dirigir e interpretar dos papeles por primera vez (lo de los dos papeles lo repetirá en la tan celebrada El profesor chiflado) y es un bombazo. Así inicia una década llena de triunfos dirigidos por otros y por él mismo hasta su gran despedida en 1970 con su sátira al nazismo en ¿Dónde está el frente? Retorna al teatro, la televisión y a actuaciones individuales sin humor, como la genial El rey de la comedia, de Scorsese y en los 80, con dinero de productoras escandinavas, realiza un par de películas de sketchs muy buenas, que lamentablemente no están en el mercado del dvd.

El Botones es un ejercicio breve de poco más de una hora llena de hallazgos y homenajes al cine mudo. Irregular, porque el humor lo es incluso en manos de los mayores maestros como Keaton o Chaplin, sólo éste último ha logrado obras maestras que pervivan hoy, pero aún así hay que seguirlas con atención de estudioso, no pueden provocar la misma carcajada que entonces.

Pero el logro enorme de El Botones radica en la coreografía del invento y sus múltiples sorpresas con artistas invitados y golpes de efecto y números revisteriles muy pulidos: superjerry está en forma, lo hace todo y todo lo hace bien en un burla burlando capaz de poner el mundo boca abajo, incluso riéndose de sí mismo, de su fama y de las veleidades del mundo.

JL también tuvo tiempo de casarse y tener 5 hijos. Cuando se divorció, declaró: "Mucha paciencia me tuvo mi esposa, yo que ella me hubiera suicidado". No obstante, reincidió en el matrimonio con una mujer mucho más joven con la que permanece unido.

En 1977 fue candidato al Premio Nobel de la Paz por su lucha y colaboración económica con el tratamiento de los niños enfermos de distrofia muscular, algo que todavía sigue promoviendo desde la televisión a sus 82 años.
horacio
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23 de febrero de 2013
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
“The Bellboy” (Jerry Lewis, 1960) empieza con un directivo de la Paramount lanzando un aviso: “Lo que está de moda, lo que ustedes están acostumbrados a ver, no es lo que vamos a hacer nosotros, esto es, una comedia.” Más que una declaración de intenciones, que ya se da en la segunda parte del discurso dónde se nos avisa de lo absurdo del metraje, parece una constatación del estancamiento del género cómico, recordado en la siguiente década por la solitaria presencia de Blake Edwards.

Efectivamente, la película no tiene trama, carece de argumento y es, en sí misma, una divertida tontería. Jerry Lewis dirige, escribe y produce un film donde el único hilo conductor consiste en una serie de sketches y gags dominados por lo absurdo y el slapstick pues “The Bellboy” parece componerse de tiras cómicas auto conclusivas seguidas y precedidas de otras. Fue rodada en blanco y negro, bebiendo de Tati, Chaplin, Keaton, Harpo o el propio Lauren, recogiendo el vodevil de los Hnos. Marx y rindiendo así un entusiasta homenaje a todos ellos…incluso a sí mismo. La aparición de Jerry Lewis haciendo de Jerry Lewis no sólo introduce uno de los sellos del cómico, interpretar distintos papeles, sino que además se compone como el autorretrato de una estrella comida por el personaje, en su caso de payaso triste que no va por la vida haciendo el idiota.

Está claro que el espectáculo aquí es el propio Lewis, que deja constancia de ello desde una presentación de su personaje anterior a los créditos de 4 minutos. Un botones que, sin comerlo ni beberlo, se encuentra en medio de embrollos que no corresponden a su naturaleza, una especie de “El Nota” con la componente mímica y expresiva de cómicos venideros como Jim Carrey (que protagonizaría películas como “Dumb & Dumber” con semejante estructura narrativa). Un personaje que inspiraría a Hrundi V. Bakshi o el propio Mr.Bean, construidos bajo la estela que habían marcado personajes como Stanley.

No nos emocionará, ni siquiera nos hará pensar más allá de la búsqueda de una trama que, evidentemente, no existe. Pero si lo que querías era reír, seguramente habrás cubierto tus expectativas. Jerry Lewis demostró que la comicidad del mimo, el sketch o el gag visual no estaban muertos, sino que además tenían muchos años por delante y muchas nuevas caras por recibir, aunque durante un tiempo el género estuviera sólo a manos del inspector Clouseau.
Lordpol
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