El camino de la serpiente

Tremenda película, seca y amarga que sin aspavientos ni subrayados, de forma escueta nos muestra el engranaje en que se desenvuelve el capitalismo. Resulta curioso que sólo premiaran a Stina Ekblad como mejor actriz - pienso que más por lo que representa su papel que por su trabajo en sí sin hacerlo mal en absoluto - y no lo hicieran con Stellan Skarsgård, que está desagradablemente perfecto en su papel de abyecto que los vampiriza hasta la medula (1).
Al igual que a los bancos les interesa más que sigas pagando tus intereses mientras mantienes la deuda; el personaje de Skarsgård se nutre de esto y del miedo/ansiedad que se convierte en rutina y les impide jugar bien las pocas cartas que pudieran tener a su favor durante su larga relación.

Después de más de cien años el siglo XIX sigue aquí.

En definitiva: muy buen film, sobriamente dirigido y muy bien interpretado.

Yo prefiero llamarlo tradición o raza, los suecos son los mejores haciendo éstos dramas humanos ¡humanisimos! ; si éste film lo hubieran hecho los italianos seguro que salia una mujer gritando como si estuviera en el mercado o llorando o gimiendo como un animal sacrificado; si lo hubieran hecho los españoles sería soso; si lo hubieran hecho los franceses seria una cursilería verborrágica; si lo hubieran hecho los latinoamericanos estaría lleno de exotismos y sobreactuaciones; es decir nadie como los suecos para ésto, nunca caen en el melodrama barato y vulgar, nunca en la ridiculez, solo necesitan miradas y gestos y arrugas en el rostro para transmitir veracidad y sentimiento, dicen mucho con pocas y atinadas palabras, diálogos sutiles y profundos, ninguna alharaca.

El argumento es simple pero ahí esta la maestría para ejecutarlo, una historia de campesinos pobres, trabajadores, esforzados, pero también se muestra la libertad sexual de los pueblos, y como ésto no impide que exista una profunda devoción religiosa; lascivia y religiosidad, siempre fueron uno, porque habríamos de excluir a uno o al otro.

Historia circular, los hijos repiten la vida de la madre, todos atrapados, pero tal vez haya un resquicio de libertad, quien sabe, tal vez no todo esta prefijado y ocurre un milagro que toma el nombre de desastre natural.
El final mágico - religioso me parece perfecto, yo me lo creo todo.

Despiadada, inmisericorse, implacable con los hechos que narra, con ritmo sosegado e impasible, nos describe la crudeza de una familia para sobrevivir, explotada por la usura de dos religiosos comerciantes.

La historia es sencilla, el mayor mérito radica en su vertiente visual cuidada, esmerada en cada detalle, con una sobriedad expositiva que a veces hiela la sangre.
Una iluminación sobresaliente, digna del mejor Bergman, una recreación de espacios, lugares, vestuario, costumbres, excelsa, con una soberbia puesta en escena y unas elipsis brutales, salvajes, que hacen avanzar la historia abarcando varias décadas, sin que el ritmo se resienta.
Es una apuesta arriesgada y sale airoso con brillantez su director y guionista, en un proyecto marcado por la austeridad narrativa y la tensión dramática muy conseguida hasta el final.

Es una película para minorías por su temática y su estilo minucioso, sin concesiones a la galería, ni a nada.
Si la ves, tu retina grabará escenas para siempre, porque están rodadas con gran sensibilidad y estilo visual.
Alejada de toda morbosidad barata y ratería sospechosa, evita lo sensiblero, la grandilocuencia expositiva, los golpes de efecto, va a la esencia apropiándose de ella.
Una obra muy notable, de relevancia, esquiva con el mercadeo y la bolsa de valores.