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El monasterio de Sendomir

Drama Polonia, siglo XVII. Un despechado noble decide vengarse de la infidelidad de su esposa. (FILMAFFINITY)
Críticas 5
Críticas ordenadas por utilidad
11 de enero de 2015
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Klostret i Sendomir (El Monasterio de Sendomir, 1920) es una película olvidada. Y lo es porque la historia la escriben los vencedores. Y como el Monasterio de Sendomir no es un filme norteamericano ni soviético ni siquiera francés o alemán sino sueco, ha quedado silenciado con el paso del tiempo.

Y eso que el filme lo dirige Victor Sjöstrom, uno de los cineastas más importantes de este período. La película presenta además algunos rasgos que serían habituales en su cine. El guión lo realizó el propio cineasta a partir de una historia escrita por Franz Gillparzer (realizada en el 1828). De hecho, esta historia sería adaptada también en el cine mudo, por el director alemán Rudolf Meinert con el título Das Kloster von Sendomir (Das Kloster von Sendomir, 1919).

La película se inicia con la llegada de unos soldados a un monasterio. Ahí les acogen, aunque se encuentran con un monje totalmente hostil que les cuenta la historia de cómo se fundó precisamente ese monasterio. La película emplea el recurso cinematográfico del Flashback, ya cimentado en aquel momento para desarrollar la historia (que es precisamente los orígenes del monasterio). Donde realmente el filme presenta una novedad realmente trascendente es en el final de la película.

A parte de este flashback la película nos cuenta el eje principal del argumento, que tuvo lugar en el mismo monasterio pero unos años atrás. La historia es típicamente romántica, y nos desarrolla un argumento trágico y amoroso, que tiene lugar cuando el señor del castillo (lo que era antes de monasterio) se entera de que su mujer le ha sido infiel desde largo tiempo. Lo cierto es que la película desarrollará esta historia analizando las exaltaciones de las pasiones y los sentimientos, que bordean el extremo durante todo el metraje del filme.

El ambiente gótico es utilizado también por Victor Sjöstrom, que se recrea con él durante gran parte del metraje. La ambientación del Monasterio de Sendomir alude indudablemente a las novelas góticas británicas (y por tanto a la tradición literaria de Horace Walpole), ya desde la propia localización en la que transcurre la película. Los Monasterios, como el que nos ocupa en la película, fueron uno de los lugares más emblemáticos e icónicos de toda esta literatura y del romanticismo. El Monasterio de Sendomir no sólo nos muestra el lado romántico del monasterio, sino que también hace hincapié en las pasiones exaltadas y en las historias trágicas que tanto abundan en estas novelas. Por tanto es lógico que podamos decir que el peso literario de la obra que originalmente adapta la película, perteneciente a Franz Grillparzer, tiene una gran importancia en la película. De ahí a decir que El Monasterio de Sendomir es un simple folletín romántico va un trecho, y sin duda se debe al cineasta que el filme no caiga en la caligrafía cinematográfica de segunda.

El lado historicista del filme lo encontramos desde la propia premisa, pues el filme se ubica en un tiempo pasado (algo también habitual en la literatura romántica; que tampoco está demasiado especificado en el filme). La película utiliza este contexto histórico para construir un ambiente atractivo, tanto en los escenarios como en los propios vestuarios (sólo hace falta recordar los soldados que se hospedan en el monasterio y sus llamativos trajes).

Como gran parte de este primer cine mudo (1920), la mayoría de planos son estáticos y el único movimiento lo proporciona el montaje del filme. A pesar de que en algunos momentos la narración puede parecer demasiado hermética, teniendo en cuenta que ya habían transcurrido cinco años desde que D.W. Griffith estrenara The Birth Of a Nation (El Nacimiento de una Nación, 1915; película que parece mostrar un lenguaje más desarrollado que el del cineasta sueco) lo cierto es que el primer cine de Sjöstrom antes de emigrar a los Estados Unidos, está plagado de estos planos estáticos que en sus manos cobran una gran sobriedad.

El final es realmente sorprendente, y nos hace recordar enormemente los giros finales de muchas películas contemporáneas. La película cierra el Flashback que se había iniciado en el monasterio para volver al presente. La escena se centra en el personaje que interpreta Tore Svennberg. Justo después entra un monje en la habitación, revelando que el mismo monje que les ha contado la historia es el propio protagonista de ella. Un final efectista con el que se cierra la película. Por si fuera poco, el plano final, que nos muestra a la comunidad de monjes rezando sobre el Cristo de madera, nos revela la religiosidad de Victor Sjöstrom, que también aparecería en posteriores películas del director sueco, como es el caso de su película más conocida, Körkarlen (La Carreta Fantasma, 1921).

https://neokunst.wordpress.com/2015/01/11/mundo-mudo-el-monasterio-de-sendomir-1920/
Kyrios
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6 de noviembre de 2013
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Dos hombres llegan a un viejo monasterio para pedir pasar la noche, en dicho lugar les atiende un monje el cual les comienza a contar la historia del lugar, que era antes un lujoso y enorme castillo. Este lugar era del conde Starschensky (Tore Svennberg), un tipo que vivía con su esposa, su hijo y múltiples sirvientes.

Klostret i Sendomir es un mediometraje mudo sueco de poco menos de una hora de duración, ambientado en dicho monasterio, particularmente con escenas nocturnas en su totalidad, señalar que hay un muy buen uso de la iluminación. Particularmente la copia del film que pude ver traía como música voces corales, más algunas instrumentales.

La historia del film está muy bien manejada, hay un buen aprovechamiento del tiempo, logra compenetrar al espectador y es bastante impactante sobre el final, para terminar siendo una muy agradable película con un discurso fuerte y una ambientación muy sugestiva.
10P24H
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3 de febrero de 2019
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta cinta forma parte de un tríptico cinematográfico de Sjöström, iniciado con “Los Proscritos” (1918), continuado con el presente trabajo y terminado con “La carreta fantasma” (1921). Como ya hiciese con “Los proscritos”, adapta una novela de Franz Grillparzer, y nuevamente también como en aquella cinta, el director se involucra y participa en la elaboración del guión; únicamente le faltó el detalle de protagonizar este mediometraje que lleva todas las aristas y nortes de su director, para entonces ya curtido y experimentado con decenas de largometrajes producidos en apenas unos años.

Se aprecia en la película cierta economía en su desarrollo, encontraremos pocos elementos, pero muy bien pergeñados, en esa economía se advierte la experiencia y la suficiencia del director, la concisión y seriedad en la puesta en escena dan fe de un autor ya prácticamente consumado, en el oficio y en el arte del cine. Otra característica por la que la película se vuelve tan reconocible como obra de su autor, y a la vez un ejemplar del talento de su creador, es su herencia teatral, la carga dramática del teatro corre por sus venas, en el filme hay pocos personajes y pocos ambientes, casi uno solo, en la historia hay elementos que ciertamente hacían factible e incluso necesario un rodaje de estas características, y era Sjöström el director idóneo, con un cálido halo teatral, y dejando de lado artilugios o trucajes técnicos, era un hombre de teatro haciendo cine, y lo hacía muy bien.

Destacan como protagonistas absolutos de la cinta Tore Svennberg y Tora Teje como el conde y la condesa, respectivamente. Puede que estén trasnochados ciertos aspectos de los personajes (no hay que olvidar que se basa en un relato escrito un siglo antes), pero quedarse en eso no hace justicia a la película. La cinta cuenta un drama matrimonial en toda regla, con infidelidades, engaños, trampas y celos y los temores y sorpresas que se va llevando el conde a lo largo del metraje, que se transmiten perfectamente al espectador.

Notable trabajo del maestro Sjöström, su versatilidad, su amplio espectro de posibilidades artísticas, el espíritu sueco, y su solemne herencia fluyen en él, este trabajo es digno integrante de esa inmortal filmografía.
Juan Marey
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26 de octubre de 2020
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Polonia, siglo XVII. Dos caballeros alemanes, camino de Varsovia, se detienen a descansar en el monasterio de Sendomir. Son recibidos por un hosco monje a quien le preguntan por la fundación del monasterio.

Victor Sjostrom, con guion propio, dirige esta película que es una fiel adaptación del relato, con estructura teatral (se llega a señalar las distintas partes en que se divide éste), homónimo de Franz Grillparzer, escrito en 1828.

Sjostrom sumerge al espectador en este mediometraje, tras la presentación que he recogido en mi sinopsis, en un flashback que abarcará el nudo de la obra, en un episodio escrito en plena era romántica, en la que el amor del marido, más su idea del honor y la infidelidad de su esposa supondrán el núcleo de la acción. La parte final, el desenlace, a algunos les sorprenderá y a otros les parecerá previsible.

Interesante argumento, aunque se puede considerar bastante melodramático, e incluso folletinesco, muy del gusto del público que acudía al cine hace cien años. Sjostrom dirige con su habitual maestría, y a pesar de que sigue manteniendo la cámara estática, la acción del guion y un buen montaje hacen que la narración tenga dinamismo, algo que ya había conseguido en anteriores ocasiones.
Juan Ignacio
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18 de septiembre de 2023
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259/18(17/09/23) Estimulante drama silente que para disfrutarlo hay que poner el chip del contexto en que se rodó, tiene nada menos que 103 años. Lo he visto por estar en la dirección el primer gran realizador sueco, Victor Sjöström, luego vendría Ingmar Bergman (con el que Sjöström trabajó de protagonista en su gran “Fresas Salvajes”). Este un drama pasional sórdido, imbuido de un halo romántico fatalista turbador, guion del director que se basa en un cuento de 1828 de Franz Grillparzer (llevada al cine el año anterior en una producción germana dirigida por Rudolf Meinert), del que Sjöström adaptó anteriormente “Los proscritos”. Sobre un relato enmarcado en el lugar titular, siendo el grueso de la trama un flash-back en que un monje narra a dos viajeros quien y porque se creó el monasterio. Donde un Conde sufre celos, teniendo ciertos elementos de la shakesperiana Othello, con un mandamás sufriendo de celos, con un sirviente que los alimenta, con una bella esposa de la que duda, esta con una doncella que la intenta proteger, y eso es lo peor, aunque el clímax es similar, los motivaciones son muy diferentes, donde hay dilemas morales, ira, engaños, trampas, sentimientos de culpa, resentimiento, frustración, cobardía, furia, y un clímax desgarrador, su epílogo puede sorprendiera en su momento, pero el supuesto twist es más que previsible. Para un mediometraje (53 minutos) cargados de bajos instintos, de sentimientos a flor de piel. Obra bañada en un exacerbado goticismo, con tomas poéticas, enmarcadas por decorados puntiagudos, con mucha toma nocturna para acentuar el suspense, en los interiores se juega dramáticamente con la iluminación escasa en consonancia con los sentimientos de claustrofobia (el castillo deviene en prisión) que se quieren proyectar.

Podría ser una obra teatral (hay pocas localizaciones, incluso supongo se ampliaron para dar más impresión de fluidez narrativa), pero Sjöström dota de sentido escénico ágil gracias al buen quehacer del DP Henrik Jaenzon (“El primer amor”), con sugestivas tomas exteriores (ese carro que se aleja iluminado por un farolillo por un oscuro por el que amanece a lo lejos por un camino es muy lírico). Aunque en su todo se rueda en toma estática (hay que tener en cuenta que Griffith hacía ya 5 años que había dado un salto cualitativo en su filmación de “El nacimiento de una Nación”), el único dinamismo es la edición (nada moderna), aunque para está el juego expresionista del que hace gala el sueco.

En realidad, su argumento es escaso, ni siquiera juega con la ambigüedad de si la esposa será o no una adultera, lo deja claro desde el primer momento, es todo muy lineal. Lo que sobresale es la intensidad que el director imprime a la narración, te atrapa en como te hace empatizar con el Conde, con su sufrimiento. El noble no solo se siente engañado por su amor, siente que su extirpe es un fraude, que su herencia en modo hijo es mentira, notas su sufrimiento, el actor Tore Svennberg (aun, como todos, con su inherente histrionismo fruto del cine mudo) como el Conde está muy bien, expresa su dolor, y su amenaza inquietante, erigiéndose en un rol típico del cine de Sjöström, alguien cuerdo y por circunstancias de amor es llevado hacia la demencia más vejatoria. Como también es buena la actuación de Tora Teje (debutó en esta película), como la infiel esposa que cree poder manipular a su marido (tiene sus razones también de amor, pues fue obligada a dejar a su amor para hacer caso a su padre y tener un matrimonio de conveniencia, lo que supone su cautiverio para ella. El tóxico hetero patriarcado medieval), con un final estremecedor, de los que te deja mal cuerpo por lo que están dispuestas algunas personas a hace para sobrevivir, muy buena.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
TOM REGAN
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