Black Butterflies

Es un placer ver actuar a Carice van Houten. Se le ha visto en varios filmes y, sin embargo, no se siente. Es como los buenos árbitros, que son mejores cuando no son protagonistas. En aquellos papeles (The Fifth Estate, Repo Men, Valkyrie, por mencionar algunas películas reconocidas) ha sido una actriz secundaria que deja traslucir su seriedad y su formación artística. Por solo decir algo, se le ve bellísima en Game of Thrones en el papel de la bruja Melisandre.
Pero aquí, en Black Butterflies, Carice es la gran poetisa sudafricana Ingrid Jonker y logra conmovernos con su interpretación. La historia pasa por ser un lugar común: mujer sensible, altamente sensual y enamorada, con un padre represivo -de hecho será el primer ministro que condena la obra de Ingrid y a toda una comunidad por su deseo de libertad- y unos hombres que la rodean tanto intelectual como sexualmente. Entre estos están los escritores Jack Cope (Liam Cunningham) y Eugene Maritz (Nicholas Pauling), quienes, a cada cual según su estilo la poetisa busca para sentir el refugio que le hacía falta en casa. Con estos ingredientes pareciera que se debía cocinar un tortuoso triángulo amoroso, sin embargo, el amor de Cope se traduce en una espera continua y a veces dolorosa de la amada Ingrid y de su hija (de ella) Simone.
A Ingrid se le ha llamado la Sylvia Plath y es entendible por sus semejanzas, tanto en vida como en sus muertes, y en sus poesías, llenas de una denuncia sentimental y lúgubre sobre la realidad de la mujer y de sus países.
Un película para ver el Apartheid desde una más de sus perspectivas y para regocijarse en la poética literaria y fílmica de Ingrid, Carice y Paula van der Oest.