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El hombre de la cabina de cristal

Drama Arthur Goldman (Maximilian Schell) es un magnate judío de Nueva York que sufre una grave crisis mental que lo lleva al borde de la locura. Goldman acaba siendo capturado por agentes israelíes y juzgado por crímenes de guerra porque, en realidad, es Adolf Dorff, un coronel de las SS. (FILMAFFINITY)
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Críticas 7
Críticas ordenadas por utilidad
3 de octubre de 2013
10 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un juicio sobre el holocausto judío, completamente desgarrador, aderezado con el cinismo de un sujeto depravado que se regodea con haber cometido los actos mas bajos que un ser humano pueda realizar, a la vez que se ufana de ellos, con burla y sarcasmo, dentro de una cabina de cristal y rodeado de sus acusadores, en el mismo estado de Israel.
Sublime la interpretación de Maximilian Schell.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
marcelopuchol
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23 de septiembre de 2016
8 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
172/11(16/09/16) Turbador e inquietante film de Arthur Hiller, extraño que reflexiona de modo furibundo sobre la culpa, sobre los remordimientos, sobre la influencia de la barbarie sobre los que la sufren. Es la adaptación cinematográfica de la obra de teatro homónima de 1964 del dramaturgo y también actor Robert Shaw (“El golpe o “Tiburón”), al que le desagradó tanto el guión adaptado que pidió se retirará su nombre de los créditos, al parecer cuando vio el film si le gustó. Los hechos se inspiran en la detención y juicio de Adolf Eichmann, criminal de guerra nazi que fue juzgado en Israel en 1962. Una cinta que divaga entre diferentes géneros de modo mordaz e irregular, pero dejando ideas marcadas a fuego sobre las diferentes afecciones de culpabilidad, sobre los sentimientos de responsabilidad, sobre la búsqueda de la difusa identidad. Un relato que discurre a modo de engañosa comedia negra, políticamente incorrecta, polarizando la culpabilidad de víctimas y verdugos, dirigiendo dardos envenenados a la pasividad con unos aceptaron su trágico si no sin rebelarse, contra los que no movieron un dedo para impedirlo, contra los que se parapetaron en la obligación del deber. Impresionante la actuación de un Titán Maximilian Schell, apoteósica encarnación que tuvo como premio la nominación al Oscar al mejor actor, galardón que perdió a favor de Jack Nicholson por “Alguien voló sobre el nido del cuco”. La película en su estrenó generó gran polémica en su estreno por proponer cierta equidistancia, la ya mencionada entre víctimas y verdugos.

La cinta está partida en dos partes muy marcadas: La primera acontece en un lujoso ático de Manhattan, donde vive el protagonista, Arthur Goldman (Maximilian Schell), un adinerado industrial, locuaz tipo que parece vivir con el fantasma de sus acuciantes recuerdos de haber estado preso como judío en un campo de concentración, Mauthausen, durante la WWII, o al menos eso dice, convive con su asistente Charlie Cohn (Lawrence Pressman); La segunda parte cambia de registro y nos encontramos en una sala de juicios en Israel donde el protagonista será juzgado por crímenes contra la humanidad durante la mencionada contienda bélica, con Miriam Rosen (Lois Nettleton) de fiscal, y el juez (Luther Adler). Este bloque es el más rico en complejidad, por el que merece la pena ver el film.

Son dos películas en una, cuasi-independientes, donde hay que comentarlas por separado. En la primera parte se hace la presentación de tipo ambiguo, atormentado y trastornado por su pasado de preso de un campo de exterminio nazi, es una análisis desigual sobre los traumas del pasado, la autoculpa que se auto impone un superviviente del Holocausto de millones de muertos, para ello se hace un estudio de personaje bipolar, de estrafalario comportamiento, un excéntrico enigmático que parece guardar secretos apegados a su pasado durante el nazismo, un tipo arrogante, narcisista, violento, lenguaraz, con el que el espectador no se puede identificar, pero a la vez siente que es una persona afectada, contaminada por demonios internos que lo oprimen. Esta parte cojea bastante, cae en redundancias, se estanca y dura demasiado, se alarga sin saberse muy bien hacia dónde va, con diálogos confusos, pasados de rosca, caóticos, hay que verlo como el preámbulo de la segunda parte; El registro cambia radicalmente, la víctima del Holocausto pasa a ser el verdugo, aquí la narración pasa a ser una oscura sátira sobre el exterminio judío, un corrosivo lienzo donde la sensación de culpa explota, donde la verdad y la mentira se abrazan, se nos habla de la mansedumbre con que los judíos aceptaban su calvario, se nos habla de la delgada línea que separa la cordura de la locura, de lo fácil que puede ser moverse por los dos lados, se nos habla del purgatorio eterno en que viven muchas personas que jamás podrán huir de un acontecimiento trágico que marcó sus existencias.

Es una cinta con un buen ritmo narrativo, a pesar de lo desequilibrado del primer tramo te mantiene atento porque sabes que la situación va a implosionar y quieres saber por dónde, y cuando llega en el juicio te tiene atrpado entre las redes de una situación que escapa a tu entendimiento, hasta que al final todo cobra sentido. Su puesta en escena resulta bastante plana, prácticamente dos escenarios, por donde la cámara se mueve sin alardes técnicos, con un estilo cercano al telefilm, aunque su temática y calado emocional lo desbordan. Se la puede acusar de banalizar el mal (Hanna Arendt), de hacer chanzas del salvajismo bestiario de los nazis, pero es que lo que quiere exponer es la pesadilla en que vive el protagonista, tipo preso de su aciago pasado, su sombrío humor solo desea exhibir el estado cuasi-febril en que sobre-vive este misteriosos hombre.

Maximilian Schell es el amo y señor de la función, un Coloso desparramando energía, virulencia, de una intensidad doliente, cínico, furibundo, vibrante, colérico, extasiado, componiendo todo un arco de emociones dejando traslucir las grietas de su bombardeada alma, con una oratoria delirante en su electricidad, monólogos cáusticos, en su adecuado al personaje histrionismo, versando sobre los judíos, los nazis, el Holocausto, el capitalismo, nos inunda con la ambigüedad de su rol que no sabremos hasta el final quien es realmente, fascinante el carisma que desprende, en las tablas del teatro fue encarnado su personaje por Donald Pleasence. El resto de secundarios palidecen ante esta majestuosa actuación, y quizás esto es una tara, no tener un rol que le de apoyo y quede casi solo ante la historia.

Film recomendable a los que gusten de films extraños y originales sobre relatos que mezclen el Holocausto y los sentimientos de culpa. Fuerza y honor!!!
TOM REGAN
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21 de junio de 2017
7 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Excelente film, no por sus cualidades técnicas de las que carece, puestas todas al servicio de la narración. Una visión del holocausto donde se dicen cosas no habituales en todas las muchas peliculas que sobre el mismo se han realizado.

Como marca a un ser humano sus experiencias traumáticas en tales circunstancias y, aprovechando esa exposición de un alma desde entonces perturbada, se indican unos puntos de vista sobre el comportamiento de los dos pueblos, el alemán y el judío, que no suelen plantearse. (Sólo un ejemplo: en el juicio; a un testigo sobre su detención y traslado al campo de exterminio: Juez:¿cómo siendo uds. miles ante unos 20 soldados vigilantes del traslado, no se rebelaron¿. La respuesta sigue siendo hoy un enigma sin conocer el proceso previo de degradación, miedo y pasividad de ese pueblo. O al menos hasta el día en que, ya dueños de su propio destino como país, recuperaron su condición de humanidad.

Es un film que no permite su excesivo detalle en crítica alguna, por el riesgo de anular su excelente narración,por lo que callo aquí. Sí recomiendo vivamente su visión por la aportación tan novedosa de puntos de vista amplios y diferentes, que los habituales seguidores de tal temática en el cine sabrán valorar.
luviso
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26 de octubre de 2008
10 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Buena película sobre cómo la barbarie humana puede afectar a los que la sufren.
Está basada en una obra teatral de 1964 a su vez inspirada en la detención y juicio de Adolf Eichmann, criminal de guerra nazi que fue juzgado en 1962.
A destacar la gran actuación de Maximilian Schell que fue nominado al Oscar como mejor actor principal por este papel.
albiblanco
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14 de febrero de 2013
6 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
De esta película, lo mas relevante es la soberbia actuación de Maximilian Schell en una trama que se adivina y, luego, te sorprende. Todo el peso de la cinta, del interés que suscita, recae exclusivamente en Schell. Hace varias demostraciones de talento maravillosas a lo largo del metraje.
Maximilian Schell, al igual que James Mason y algun otro, es uno de esos casos en que uno no se explica porqué no ha tenido mas popularidad. Ya en Topkapi demostro un talento fuera de lo corriente. Aquí se supera.
Con independencia del mensaje de fondo, previsible, toda esta película es una experiencia que no deben perderse los amantes de la interpretación.
Muy recomendable.
manolo
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