No pierdas la cabeza (Cuentos asombrosos) (TV)

Robert Zemeckis es una gran director, más allá de la pifia inconcebible de algún film aislado, le reconozco cierta magia y un buen pulso para contar una historia. Amazing Stories fue una serie de los ochenta dedicada al bastardeado y subvalorado género fantástico y si bien el resultado puede llegar a ser desparejo en cuanto a la calidad, dejó algunos buenos ejemplos. Este cuento es un de ellos. "Go to the head of the class" es simpático, entretenidísimo, y posee la cuota necesaria de humor y horror para hacerlo interesante.
Las actuaciones son desparejas, pero como dije anteriormente, no interesa en este caso ya que el "encanto", que para Oscar Wilde era imprescindible, lo rescata de cualquier comentario o análisis negativo. El único que actúa bárbaro es el maestro Christopher Lloyd y Mary Stuart Masterson cumple bien su papel.
El argumento en el spoiler.

El enamoramiento de Zemeckis con Christopher Lloyd desde luego estaba justificado por cosas como ésta. Uno de los mejores episodios de todos los que puedes disfrutar en la nostálgica Cuentos Asombrosos. Una pesadilla adolescente entre libros, gomas de borrar y conjuros mal llevados que solo falla en la distribución de su tiempo.

A Robert Zemeckis debieron advertirle que no estaba haciendo una película y que se trataba de un capítulo, porque es una pena que el colofón de su idea solo dure en los diez minutos finales. Para un capítulo que roza los cuarenta minutos es un poco injusto tener que estar esperando media hora hasta que finalmente ocurre lo que ya te hueles.

Mary Stuart Masterson es la responsable de que esto sea así, o mejor dicho, su personaje es el culpable de que Scott Coffey esté todo el rato detrás de ella cumpliendo sus órdenes falderamente. No queda más que darle la razón al profesor de literatura y decir que el sexo es el culpable de todos los males de esta película.

El tenebrismo que esconde lo inseguro, las sombras que deambulan por doquier y la lividez de los rostros cobran apostura cuando R. Zemeckis se introduce en el mundo de los hechizos.
Y cuando dos actores adolescentes le siguen el juego como consumados profesionales y son capaces de trasmitir ese morbo que sólo se provoca a medianoche.
La trama, sin embargo, presenta momentos de flaqueza y va perdiendo gradualmente un ímpetu inicial que parecía augurio de un proyecto sobresaliente.
Mejor la ambientación que la capacidad de fabulación de modo que la película terminarán disfrutándola los muy forofos de los encantamientos.