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Adieu Philippine

Drama Michel es un joven que trabaja como operador de cámara en televisión, un trabajo temporal antes de su servicio militar. Conoce y traba amistad con dos chicas jóvenes, Lilian y Juliette, aspirantes a actrices cuya falta de talento les limita a actuar en anuncios de televisión. Los tres amigos comparten unas vacaciones en Córcega, que será el último descanso de Michel antes de ser enviado al ejército francés... (FILMAFFINITY)
Críticas 4
Críticas ordenadas por utilidad
13 de febrero de 2011
19 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un viejo, creo que un vecino invitado a comer en casa de los padres de Philipe —el padre lo interpreta Maurice Garrel— dice que los americanos y rusos se unirán frente a los chinos: 600 millones en aquel entonces… Han pasado casi cincuenta años de esa afirmación y todavía el mundo sigue dividido entre rusos, americanos y chinos. Como el corazón de ese joven que trabaja como operador de cámara antes de empezar su servicio militar.
“Adieu Philippine” es uno de los mejores filmes de la nouvelle vague y de los menos conocidos y bastardos. Ejemplo de cine improvisado (en lo formal con esos planos en exteriores donde el público atónito se convierte también en protagonista de un semi-documental).
Tan entretenida como la mejor película de aventuras, tan emocionante e inteligente como la mejor película de autor, tan fresca, genuina y divertida como marca la mejor tradición. Ejemplo de raccord dentro del eje y eje de un nuevo cine. Filme de irrepetible belleza y encanto. El canto más dulce a la libertad, tanto humana como cinematográfica.


Extraído de La Bastardè Vague: La modernité cinematográfica.
Maldito Bastardo
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7 de marzo de 2019
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
El primer largometraje de Jacques Rozier es una interesantísima cinta generacional que nos traslada al punto de vista de Michel, un joven que pasa sus últimos meses antes de ser enviado al ejército para cumplir con su servicio militar, sobrellevando un trabajo frustrante como operador de cámara, conociendo a dos chicas y finalmente marchando de vacaciones antes de partir hacia su destino.

"Adieu Philippine" es una película de personajes con conflictos pequeños y olvidables, casi podría decirse que ligera e intrascendente, de no ser por el trasfondo que lo condensa todo y que actúa como estado de ánimo pasivo y conclusión global. El hecho de aproximarse a un final predeterminado es en sí mismo una oda a la fugacidad de la juventud, de un Michel que ve cómo su vida está a punto de dar un vuelco, y en sus intentos de aprovechar estos últimos momentos de vida civil hay una búsqueda constante de la liberación y reivindicación personal. Rozier sin embargo no plantea este escenario como una situación dramática o terrible que causa una gran ansiedad a su protagonista, sino que decide dotar de una organicidad al proceso; sin borrar el calado emocional de dicho mensaje, lo hace permear de manera más sutil, y la sensación al final de la misma de que se ha llegado a un punto de inflexión es obvia y desoladora.

Este tema de fondo, que explica y fundamenta gran parte de la película, se ve complementado por un fuerte carácter generacional. De hecho, su contexto temporal es probablemente tan o tal vez más importante que lo mencionado anteriormente. Se produce una brecha entre lo viejo y lo nuevo, un contraste en la forma de ver la vida entre generaciones, y una transición a la modernidad, con todo lo que implica al respecto de conflictos y cambios en las escalas de valores. Es en esa encrucijada donde se sitúa Michel, que reivindica para sí mismo unos valores y unas reglas que le alejan de todo lo anterior, y que es fiel reflejo de esa sociedad en plena transición, lastrada todavía por los viejos paradigmas pero destinada a cambiar. Tampoco hay que olvidar en este sentido el papel de las dos chicas que acompañan al protagonista, que también encuentran un terreno para sus propias reivindicaciones individuales, negando activamente las ataduras sociales y los roles femeninos del pasado. No es casual que el filme fuera realizado en esta época, en pleno auge de la visión contestataria del cine que implica la Nouvelle Vague, y tal vez sea, en ese sentido, una de las obras definitivas de este movimiento, una simbiosis de fondo y forma tal que hace inseparables a la una de la otra y condicionan la razón de ser misma de la cinta, que pese a lo universal de sus temas, no podría haberse rodado en otro momento ni bajo otro ambiente artístico.

Todo lo dicho da pie, por otro lado, a una obra desdramatizada, con una ligereza que parece querer huir de todo atisbo de énfasis, adquiriendo en ocasiones un punto de vista casi objetivo y al mismo tiempo negando una estructura que podría haberle dado más empaque e impacto como narración. No es una carencia intrínseca de la cinta, pero su capacidad de fascinar y mantener la atención puede verse muy afectada por este enfoque; sin olvidar que, en lo que se refiere a montaje y gestión de sus recursos narrativos, carece de la radicalidad más impresionante que podemos encontrar, por ejemplo, en el Godard de esta época. Es por ello que en cierto modo se siente tan sólida y consecuente consigo misma como austera y escasa en alicientes que pueda proporcionar al espectador Es cierto que al margen de sus cualidades principales tiene puntos de interés secundarios e inesperados, como es esa visión satírica y llena de mala baba de las condiciones de trabajo en la industria audiovisual, y que muy probablemente tienen una clara inspiración autobiográfica; pero en general este, entre comillas, plano menor y más discreto en el que se mueve respecto de obras más llamativas de la vanguardia cinematográfica francesa es tal vez la razón principal de que "Adieu Philippine" no haya logrado adquirir el estatus icónico de muchas de sus contemporáneas.

Texto escrito para www.cinemaldito.com.
Ghibliano
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22 de junio de 2022
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
203/21(15/06/22) Vista hoy día, 60 años después de su estreno (08/01/1962) este es un film interesante, un ejemplo más de la nouvelle vague francesa. Fue el debut en la dirección de Jacques Rozier, que también guioniza junto a Michèle O'Glor. En lo que es un reflejo de la juventud francesa del momento, ello con un punto elegiaco al colocar como fin de este verano de aventuras la llamada del protagonista a filas para ir a la Guerra de Argelia, con lo que en todo momento esta ese ahalo de oscuridad al fondo (esta conclusión es precisamente el título del film). Esto imprime un sentido dramático al relato, en contraste con el espíritu núbil y festivo de las correrías del trío protagónico. Es un lienzo sobre la alegría de vivir, sobre ese tiempo donde nos sentimos sin responsabilidades, una oda a la libertad, frente a ese horizonte del Jinete del Apocalipsis de la Guerra. Pasamos con Michel (protagonista masculino) sus últimos meses, como trabaja de operador de cámara, como tiene una relación con dos jóvenes que no sabe cuál elegir, como las jóvenes intentan medrar para liberar del servicio militar a su pretendiente, tienen tratos con un ‘pícaro’ empresario publicista, viajan a Córcega, tiene roces por la tensión sobre con que chica se quedará Michel, por la pero todo en un aire ligereza acorde con la mentalidad juvenil, pero siempre con ese anochecer de la guerra, cual claro reflejo de aquello del ‘tempus fugit’. Pero el film no puede sacudirse el carácter cuasi experimental de du filmación, con mucho de improvisación (y se nota), con rodaje en plan ‘guerrilla’ por las calles (hay incluso transeúntes mitrando a cámara sorprendidos), con intérpretes amateur y se notan demasiado, la mayoría de los cuales nunca actuó en otra película antes o después de esta. Esto es contrastado por la frescura de muchas conversaciones. A resaltar la banda sonora con mucho jazz, yeyé, y cha-cha-cha, que crea en muchos tramos la atmósfera banal que seguramente se pretende.

Michel (Jean-Claude Aimini) es un joven aburrido en París a punto de ser enviado a Argelia en el ejército. Trabaja como técnico de cámara en un canal de televisión. Un día conoce a dos adolescentes, Juliette (Stefania Sabatini) y (Liliane Yveline Céry), y comienza a salir con ambas por separado. Michel consigue que lo despidan deliberadamente de su trabajo y se va de vacaciones a Córcega para disfrutar de sus últimos días antes de entrar en el ejército. Las dos chicas lo siguen hasta allí y las tres buscan a un director de cine comercial, Pachala (Vittorio Caprioli) que le debe dinero a Michel.

Es bueno el modo en que la Guerra de Argelia siempre sobrevuela toda la trama, y ello con escasas referencias a ello (por mor, entre otras cosas, a la censura gala por una guerra entonces activa; por ejemplo, el barco que va a llevar al protagonista al reclutamiento no puede ser militar, así que será uno de recreo, lo cual hace más turbador el momento, que lo llevará de Calvi al cuartel Marsella), marcado con el inicio con un cartel que pone: "1960, sexto año de guerra en Argelia”, para a continuación pasar a temas triviales sobre el consumismo de vestimentas; Hay un ex soldado que no quiere hablar de la Guerra en Argelia, dejando entrever sin decirlo, el horror del conflicto, los fantasmas internos que asolan al veterano. No se habla de la Guerra en la comida, exponiendo el terror que es este tema

En los márgenes queda una crítica al mundillo de los empresarios, quizás en una visión ácida del capitalismo, ello visto en modo caricaturesco por medio del ‘pícaro Pachala, también ejemplo de productor indolente (en claro guiño de Rozier a los productores con los que tuvo problemas). Reflejo guiñolesco del mundillo de la publicidad, tan ligado al mundo del cine y de la tv, y también entrelazado al universo del arte, donde la fina línea entre lo sugestivo del arte y lo comercial sensacionalista se pueden difuminar. Derivando en tramos divertidos como el rodaje del spot de frigoríficos, todo un canto a lo heterogéneo (un iglú con una planta tropical, más un tío que no se quiere quitar la corbata; o el spot que rueda en Córcega exigiendo ver pechos de las chicas, con anacronismos en un anuncio romano con barcos modernos en el fondo).

Rozier despliega dosis de incisivo gusto visual en varios tramos, como el hermoso baile en que Liliane tiene con el submarinista italiano, recortados en claroscuro con el fondo con la luna, el paseo en bote por el mediterráneo del trío protagónico, todo esto en Córcega, o el baile cha cha cha de Yveline Céry en primer plano, que parece bailar mirando al espectador o danzando con este de modo lisérgico; Y es que en la isla corsa es donde la cámara crea secuencias con halo lírico. Y también donde se da un buen final, sin ser maniqueo, es claro y diáfano en su mensaje.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
TOM REGAN
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29 de enero de 2015
1 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Quizá mi 7 a 'La mama y la puta' fuera un accidente. Ese día habría desayunado croissants, puede. O estaba imbuido por los aromas de Pernod. Que un actor/actriz actúe con naturalidad es lo mínimo que se le podría pedir; pero otra cosa es que parezca que esté improvisando en todo momento. No sé si estaba viendo una película o un documental sobre las costumbres estivales corsas de principios de los '60. Además tiene un montaje 'raro', como si cortara las escenas antes de tiempo; si le unimos los paisanos que encuentran en las escenas de exterior, mirando a cámara, solo faltaba ver la cara de Samanta Villar en unos de sus '21 días con...'
amarmol
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