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Balada triste de trompeta

Comedia. Drama. Thriller En 1937, en plena guerra civil, tropas republicanas irrumpen en un circo, durante el espectáculo, con el objetivo de reclutar a sus empleados para luchar contra las tropas nacionales. Mucho tiempo después, en los últimos años del franquismo, dos payasos (Carlos Areces y Antonio de la Torre) luchan por el amor de una atractiva trapecista (Carolina Bang). (FILMAFFINITY)
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Críticas 346
Críticas ordenadas por utilidad
18 de diciembre de 2010
525 de 701 usuarios han encontrado esta crítica útil
1.- BALLATA TRISTE DI UNA TROMBA

Fallida, inacabada, insustancial, alargada innecesariamente, tan valiente como tirarse a pozo sin fondo, desaprovechada hasta el vértigo, dividida y diversificada como lo que pretendía plantear. No hay vómito de cine, sólo simple y desagradable sabor a bilis. Grotesca. Y, realmente, me duele escribir esto porque era uno de tantos que veía en “Balada triste de trompeta” el definitivo tour de force de Álex de la Iglesia, el resurgir de un cineasta que merecía más y la venganza por el maltrato injustificado de “Muertos de risa”. Hay muchos enlaces comunes con esa obra maldita e indignamente olvidada pero están ensuciados por la arena de una pista de circo que el director de “El día de la bestia” nunca debía pisar solo. Hablo de Jorge Guerricaechevarría y lo mucho que se le recuerda cuando finaliza el grito desconsolado del público envuelto en llanto y lágrimas.

Hay directores que no necesitan guión ni historia. La imaginería y el despliegue de un paritorio de imágenes sobrepasan cualquier límite que les imponga un texto predefinido. El problema de Álex de la Iglesia es que nos quiere contar una historia pero finalmente no sabe cómo hacerlo. Sus imágenes, planos y secuencias quedan, por lo tanto, vacios por disfuncionalidad, huecos por ordinariez narrativa y prendados de un hilo mínimo hacía la empatía de un espectador que tiene que buscar pequeños brotes en un gran huerto seco sin vida.
Sin recuerdos tan sólo queda el olvido. “Balada triste de trompeta” es una película de historia sin historia.

Me parece muy bien que Álex quiera dar trabajo a su novia pero Carolina Bang no es Giulietta Masina ni Ingrid Bergman, es Yola Berrocal oxigenada con el mismo portento interpretativo que Paris Hilton. En manos de ellas su personaje queda inútilmente descrito y tira por la borda esfuerzos que no conducen a nada. El viaje que inicia desde Fellini hasta Hitchcock pasando por la barbarie y el esperpento queda en la cabeza del director como lo que nunca fue plasmado por disfuncionalidades en la postproducción, cortes en secuencias que no se entienden y personajes desdibujados con acciones incomprensibles.

Álex de la Iglesia es autor pero no nos encontramos ante una película personal ni insólita sino desmenuzada y quebrada en el letargo de lo insípido. ¡Más carne, esto es la guerra!, parece decirnos un director que pretende aglutinar toda la España mediática y política desde la Guerra Civil en los himnos a la televisión por medio de Raphael y que finalmente me deja igual que la canción cuando acaba la película:

«Balada triste de trompeta
por un pasado que murió
y que llora
y que gime
como yo»

«Esta crítica continua con spoilers, desnudos y vísceras en el Spoiler»
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Maldito Bastardo
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15 de diciembre de 2010
360 de 521 usuarios han encontrado esta crítica útil
Acabo de llegar del pre-estreno de "Balada" y vengo con una mezcla de sentimientos...

Primero los buenos: Hay que reconocerle que Alex de la iglesia le ha echado cojones, eso nadie lo duda, la peli es técnicamente impecable, tiene imágenes potentes (Esa tela roja sobre la cruz de piedra...) y a veces el delirio cuasi felliniano resulta embriagador... Otras veces, la mayoría, sin embargo...

...Y aquí empieza lo malo, el delirio no hace ni puñetera gracia, de hecho exaspera, a mi y a los que tenía sentado a mi alrededor que se miraban con cara de "Vaya paja mental" cada dos por tres.

Es curioso como dos grandes directores como Iñarrittu y de la Iglesia han decidido tirar por la calle de enmedio este año, dejar de lado a sus guionistas, Arriaga y Guerricaechevarría, y montarse un guión ellos sólitos, claro que al guión se le ven más las costuras que a la cara de Antonio de la Torre (El único actor de la peli, por cierto, que se cree lo que dice) y es que desde que empieza se ve que los diálogos están escritos con muy poco sutilidad y dictados por un director con ideas visuales pero sin mucha maña para dialogar con naturalidad, hay diálogos brillantes, claro, pero se pueden contar con los dedos de una mano (cercenada) Sin embargo los tres pilares de una buena historia, personajes, dialogos y trama se caen por su propio peso... Y aqui entro en el Spoiler
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Patrick Bateman
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17 de diciembre de 2010
271 de 408 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pocas veces alguien tiene el valor para hacer algo así en el cine español. Álex de la Iglesia lo ha tenido al llevar a cabo un film como éste cuyo significado y profundidad pasará inadvertido para la mayor parte de los espectadores, acostumbrados al cine masticado.

El punto de partida es comprensible para todos, se nos pone sobre aviso de lo que vamos a encontrar: un fresco de la visión que Alex de la Iglesia tiene de la España del siglo XX. Tras una sucesión de fotografías e imágenes de archivo bien escogidas y montadas de un modo bastante efectista nos encontramos en un escenario durante la actuación de unos payasos en plena Guerra Civil. Los integrantes del circo serán reclutados por el Ejército Popular ante una situación de emergencia y obligados a cargar contra un regimiento del Ejército rebelde en el que los primeros serán derrotados. Este es el verdadero comienzo de la historia. El que después será el payaso triste, Javier, asistirá al apresamiento, languidecimiento (en las cárceles) y asesinato de su padre, interpretado por Santiago Segura, en el Valle de los Caídos, mausoléo mortuorio y faraónico construido a mayor gloria del general Franco y que, de algún modo (como veremos al final), es la viva representación del régimen instaurado por éste. El joven tendrá que abandonar su sueño de convertirse en el payaso tonto, siguiendo con la tradición familiar, dado que su experiencia vital lo empujará a la represión de los traumas vividos durante su juventud sumiéndolo en la más profunda tristeza y sumisión (reflejo de lo que ocurrió con tantos y tantos republicanos e hijos de republicanos obligados a reprimir su propia memoria personal frente a la represión del régimen). Es en este momento cuando pasamos a 1973, año en que se desarrolla la mayor parte del guión y nos encontramos con Javier ya ejerciendo como payaso en un circo cuya estrella principal es un sádico payaso del que todos parecen depender, Sergio. En este mismo circo trabaja Natalia, una joven y hermosa trapecista.

No deja de ser significativo que toda la película se desarrolle en un circo, el centro tradicional de la ilusión y la escenificación, de la más pura pantomima. He aquí otra metáfora de la España de Franco, una auténtica ilusión, una mera fachada sostenida bajo miles de muertos y que ocultaba un interior miserable tanto en lo moral como en lo físico (la humillación a la que fueron sometidos aquellos olvidados, aquellos derrotados por la España de Franco, está genialmente reflejada en el uso de Javier como perro de caza por parte del coronel que mató a su padre). El hecho de que la historia se articule en torno a dos payasos que adoptarán los rasgos característicos de este personaje a su propia anatomía de modo irreversible añade el dramatismo definitivo a esta historia, la historia reciente de España.
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davilochi
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18 de diciembre de 2010
178 de 267 usuarios han encontrado esta crítica útil
Érase una vez un prólogo desatinado. Fernando Guillén-Cuervo grita y no transmite nada. Santiago Segura tiene de actor lo que Carlos Areces de figura mítica del porno.

Érase una vez unos créditos superlativos. Al acabar advertiremos con tristeza que muy probablemente han sido lo mejor de la película.

Caperucita España es una trapecista jamona cuyo apodo, 'La Roja', le viene por el uso de una tela carmesí que adorna dos banderas: la republicana y la de Franco.

Caperucita España vive con el Lobo... pero, ay, a la chica también le gusta el Bobo. Dicen que el Lobo es un payaso extraordinario –no hay atisbo de magia cuando habla con los niños. El Bobo es simplemente bobo. El Lobo es lobo para el Bobo pero, bien mirado, el Bobo es lobo para el Lobo.

El Bobo es lobo y el Lobo es bobo. Los dos son en el fondo tan lo mismo, con la franja de escarlata en las banderas…

Nos une el rojo de la sangre –qué bien, una metáfora cromática de significado doble: sangre es a la vez violencia y parentesco. En realidad la significación es triple: cómo nos une el rojo de la Roja cuando da la campanada en eurocopas y mundiales.

Caperucita España es algo puta, la verdad. Que si el Lobo, que si el Bobo... Duda entre pollón y micropene. "Mira porcelana, o la muñeca o el balón." No se puede tener todo: ¿Lobo o Bobo?

La cinta tiene inmensas buenas intenciones y hace aguas por doquier. Hubiera deseado que Álex de la Iglesia rodara un film de altura: una sátira descomunal y delirante, repleta de talento, humor y cine. Sin embargo, todo queda en un espumarajo de artificio.

Con lo que le ronda por las tripas pretende construir un esperpento patrio y personal. Y yo, con mis gafas de pasta, apenas veo una caricatura zafia, sin profundidad, no muy graciosa –ahí está el mayor problema: los chistes son, en general, ridículos y malos.

La película me parece honrada, íntima y fallida. Contiene alguna perla: la escena del polvo salvaje entre Caperucita y el Lobo, en la que el Bobo (¡qué bobo!) cree que la está zurrando; las muecas enfrentadas de los dos payasos al final (una secuencia de gran riesgo que además funciona); la muy oportuna canción de Raphael… Alguna frase lapidaria: “La muerte es lo que tiene, que une mucho.”

Para entretener al respetable, de vez en cuando un motorista canijo se la pega contra una pared. El inventario de las ocurrencias vergonzantes sería tan extenso que da pereza ponerse a redactarlo.

Entré en la sala temiendo lo peor pero sin descartar una sorpresa positiva. Me encontré con el cuento negro, amargo, insustancial, simplón y endeble de la España de la Iglesia y sus payasos Grand Guignol.

El Lobo y el Bobo tirando fuerte de la tela carmesí…
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Servadac
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12 de septiembre de 2010
206 de 341 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hola, amigos, soy Quentin (sí; lo del nick es un alias), el que se sentó en el preestreno a la izquierda del amigo “pionero”. Lo sé porque a mi derecha (espacial, se entiende) había sentado un tío con camisa azul a rayas, chaleco de Lacoste, gafas de pasta y un pin con el lema “Rato 2012” que, no sé porqué, me da que bien podía ser él.

En fin. El caso es que pasaba hoy por aquí y me ha decidido aportar mi propia reflexión sobre esta “peliculilla de saldo” que, total, y a falta de dos meses para su estreno, “sólo” es la más exitosa de la historia del Cine Español en Venecia (ajo y agua a los genoveses, que no tienen festival (de cine)). Una película de la que todo Dios, y no salgo de mi asombro, parece tener una opinión perfectamente definida a pesar del “pequeño” detalle de que ninguno la ha visto (salvo nuestro amigo el “pionero”, Marchante y yo, que somos V.I.P.). Sí, todo quisqui, unos poseídos por el espíritu de Nostradamus y otros por el del Caudillo, tiene ya decidido si le gusta o no y que nota le va a clavar, con dos cojones: una mitad tiene clarísimo que es la “obra maestra definitiva” y la otra mitad – ay, qué risa, Marisa- que “De la Iglesia está acabado y que desde El Día de la Bestia y no levanta cabeza”: soniquete que he oído de todas sus anteriores películas menos, por supuesto, cuando la estrenó (entonces decían que no la levantaba desde “Acción Mutante”).

Y ese, más allá de los premios que le caigan, es el mayor triunfo de De la Iglesia. Porque, mira por dónde, el bueno de Alex, un buen día, harto del percal y de tanto olor a podrido, decide echarle dos cojones y enterrar de una vez esa farsa de “La Transición”; poner un espejo delante del rostro de Jano de la verdadera España, la “eterna”, que últimamente se empeña en no reconocerse: cainita, cerril, ignorante, envidiosa y mezquina como la madre que la pario. Una España que ni perdona ni olvida y dónde, mucho más que la felicidad propia, lo importante es que el vecino se joda y no levante cabeza. Se deja de gilipolleces y, con la simplicidad del genio, muestra España justo como lo que es: un par de payasos dándose de hostias. Y, ¿qué es lo que hace el españolito ante la provocación, al ver su propio y grotesco rostro en el celuloide?: para variar, y por aquello de chiste de la tortuga y el escorpión, le da la razón; empieza a destilar veneno, envidia y mezquindad (es lo propio) hasta dejar corta la metáfora y hacer que su sarcasmo sepa, y mira que es difícil, descafeinado y condescendiente.

Enhorabuena, Alex. Has conseguido que tus payasos se proyecten dentro y fuera de los cines. Ahora que te quiten lo bailado.
Caroline
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