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Chagolate con churros rating:
7
Film noir. Thriller Tony le Stéphanois (Jean Servais) is a grim, hardboiled crook fresh from a stretch in stir for the noble gesture of taking a rap for his younger buddy Jo le Suedois (Carl Mohner), a mug who mixes crime with his role as a family man. Tony tracks down his old flame Mado (Marie Sabouret). When he finds she's been unfaithful, he first makes her strip and then beats her with a belt so hard he leaves permanent scars on her back. A resulting ... [+]
Language of the review:
  • es
April 30, 2008
21 of 33 users found this review helpful
Ayer me percaté que está ya preparado un remake con Al Pacino a estrenar en el 2009. Para evitar que no me pasara lo mismo que con “Las diabólicas” (visionar primero el remake y mucho tiempo después la original con la otra completamente olvidada) decidí disfrutar ya de lo que se considera la mejor película del recientemente fallecido Jules Dassin.

Puestos a comparar, prefiero el atraco que el gran John Huston realizó cinco años antes. Las similitudes con esta cinta son muchísimas y Bassin no puede competir que la calidad que despliega su colega americano.

Dos serán las escenas que convierten esta película de título extraño en un ejercicio a recordar: el robo en sí, donde el realizador galo se permite el lujo de dejar mudos a la cuadrilla durante veinte minutos (veinte minutos sin mediar palabra, chicos, y la tensión por las nubes) y el viaje en coche de un inconmensurable Jean Servais regresando de la casa de campo.

La verdad es que físicamente, si veo a Pacino en la piel de Jean Servais, lo que no sé es, hasta que punto, Pacino podrá doblegar el recuerdo de una actuación que te deja boquiabierto. Servais lo es todo en “Rififi”. Eclipsa a todos, incluso a los que tampoco lo hacen mal como son sus compañeros de fechorías: Robert Manuel y el propio director Jules Bassin (que hace de galán italiano). Falla Carl Möhner, que no está a la altura del resto de la banda; y falla y mucho la panda de malos-borregos que ponen en aprietos a nuestros cuatro amigos. No me convencen nada y tiran por la borda mucho del buen trabajo que había hecho.

Y la música. La música, la música, la música. (Es como si estuviera suspirando). Lo bueno de ver una película en casa en que a la hora de los sustos y demás efectos sonoros puedes coger unos de los veinte mandos que al día de hoy pululan por nuestra sala de estar y bajar el volumen. Lo que pasa es que aunque podamos cuidar nuestra salud auditiva me sienta fatal hacerlo. Y en Rififi lo hice más de lo necesario. La música de Georges Auric atronaba demasiado. Remarcaba demasiado la acción, la adornaba innecesariamente. No tardé en darme cuenta que la música iba a causarme problemas, tan poco tiempo como el necesario para mostrar los títulos de crédito.
Chagolate con churros
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