La tortuosa vida de la actriz y princesa Leia Carrie Fisher es el foco de esta película, pero tan solo en un episodio de la misma. El gran Mike Nichols vuelve a supergirse en las complejidades del alma humana y en sus interrelaciones con sus semejantes, aunque en este caso algo falla, y es que pese a que el guión de la propia Fisher es un ramo de virtudes, de excelentes réplicas, probablemente su propio ego no le dejó que los personajes se mancharan en el barro, que se mojaran sin llegar a redimirse por todo, que vivieran las partes más duras de su existencia. Por ello la película peca de superficial y trascendente, aunque el conflicto esté bien planteado y resuelto y el director sepa cual es la historia que tiene para contar, que además de lo dicho expone la relación con su madre, lo que filmicamente significa que ofrece la posibilidad de soltar a dos estrellas al rodeo y se de una lucha de divas. En este caso sale visiblemente victoriosa Meyl Streep, ya que Shirley McLaine parecía encontrarse ya en su etapa en la que su único personje es una mujercilla irónica con tendencias a la bebida y que fué grande en algún tiempo. Meryl Streep, pese a no dar su mejor interpretación, probablemente con las alas cortadas por ese problema de ego, aprovecha los mínimos detalles para dar vida a esa actriz inestable con incapacidad para centrarse y descubrir lo que puede llegar a conseguir.