James Wan es un director altamente reconocible por realizar películas sorprendentes en el género de terror como es su debut en Saw (2004) y las dos primeras peliculas de la saga The Conjuring (2013, 2016). En ellas se puede observar un buen manejo de la atmósfera terrorífica y de la tensión que suscita en el espectador. Y en el caso de Malignant (2021), todo esta maestría se intensifica.

La cinta se reviste de un guion rocambolesco, altamente original, que oscila entre la sorpresa y la desfachatez de proporcionar un manejo del twist de cada acto totalmente inesperado, directo y desvergonzado. Realmente su construcción narrativa posee un carácter absurdo tremendo, sin embargo, Wan sabe lo que mejor se le da y convierte esta espiritual película de Serie B en una controvertida y extremista historia sobre la dualidad, una de corte clínicamente "maligna".

Annabelle Wallis se recorre cada pasillo y cada espacio de la casa del terror con la comodidad que asegura cinematográficamente Wan, con unos planos secuencia vertiginosos, unos cuadros abiertos a la incomodidad, al gore más inexplicable y a coreografías dignas de competir con las exitosas escenas de acción de una especie de Kill Bill que se tuerce entre aspectos del slasher más extravagante posible. Además, exponer de una manera tan rigurosa y discreta algunas referencias cinematográficas de otras cintas del género exalta el amor y la pasión del cineasta por su mayor huella en el cine.

Da igual si la historia no resuelve eficientemente los dramas familiares o el amor cicatrizado y reconstruido por el perdón del arrepentimiento, aquí lo que importa es el factor sorpresa y la factura técnica de un realizador que crece a paso agigantado, con un estilo depurado y con una libertad creativa que se hará visible cuando reconozcamos a ese maldito "monstruo" entre los mundialmente famosos Freddy Krueger, Michael Myers o Jigsaw, que no es para menos.