Regreso de Megan Fox que no podemos decir que sea a lo grande aunque, ¿cuando ha hecho esta chica algo grande? Nuestra Megan es la acomodada esposa florero de un alto cargo político, y arrastra un trauma debido a una agresión. El marido intenta congraciarse con ella de la manera más retorcida que imaginarse pueda.

Los primeros veinte minutos son para salir corriendo. Todo poses, todo lujo y apariencia al mejor estilo de los telefilmes de domingo pero con más caché. Y unos diálogos que harían sonrojar al guionista de una telenovela turca. Y en estas se produce el golpe de timón y, hombre, algo se anima la cosa. Al principio parece que el invento va a ir por unos derroteros similares a "Gerald's Game" (2017) pero no tardamos en encontrar que esto es un thriller del clásico juego del gato y el ratón mil veces visto.

La pobre Megan no para de correr y ocultarse mientras intenta disimular sus escasas dotes actorales, al tiempo que entran en escena los clásicos secundarios. Estos se dedican a jugar al poli bueno y poli malo y sabes como van a terminar y en qué orden. Aunque intentan dotar de algún sentido a sus motivaciones la verdad es que apenas tienen peso y pasan a importarnos un pimiento. El diseño de producción de resiente de un escenario helado más falso que Judas, en especial ese vaho digital que exhalan los actores y que siempre queda fatal, y la nieve en ningún momento se siente auténtica. Entre el corre que te pillo y malo que no se quiere terminar de morir llegamos al final que todos esperábamos. En unos años la pasarán un domingo cualquiera en Antena 3 y lo encontraremos de lo más natural.