Excesivamente sobria recreación del final del siglo XVI para contarnos una historia de horror. Una expedición ruso-sueca se encuentra estableciendo las fronteras una vez terminada la guerra entre ambos (están en Finlandia, que entonces formaba parte de la corona sueca). Pero dan con un lugar en el que una vez que entras ya no sales de la misma forma.

Lo mejor es la puesta en escena y la ambientación de época, saliendo ya del medievo. Pero la historia avanza a rastras y pasan demasiados minutos sin que dejemos de preguntarnos que demonios nos están contando. Para cuando empezamos a hacernos una idea han transcurrido casi tres cuartos de película y la impresión de que el viaje no merece la pena ha calado hondo.

Para colmo, en demasiadas escenas la cámara no para de moverse, no se entiende ese tembleque continuo, si la acción es absolutamente letárgica. Todo para contarnos una historia de remordimientos por las atrocidades perpetradas en la guerra y de la necesidad de ser castigado para purgar los pecados. Que podía tener su aquel, pero no de esta manera.