Mizoguchi demuestra como abordar un tema tabú en esa época y en Japón más aún sin caer en tópicos.
Demuestra como la ausencia de escenas más o menos fuertes sexualmente, no menguan un àpice ni alteran lo que cuenta.
No es imprescindible como hoy se pensaría.
Mostrando el día a día de estas mujeres que se ganan la vida dando placer nos muestra la sociedad Japonesa de esa época, algo después de la segunda guerra mundial y como la hipocresía política y social no cambia pase el tiempo tiempo y lugar donde ocurra.
Esa sociedad nipona en lucha constante entre la tradición y la modernidad.

Lo que más me seduce es la sencillez de la historia, bajo esa aparente sencillez flota todo la complejidad de sobrevivir.
Como prescinde de hacer moralina y no cae en absurdos juicios morales.
En un estilo realista no exento de poética.
Seductor en sus profundas muestras de humanismo atemporal.
Grande muy grande el testamento cinematográfico de Mizoguchi.