Como arquetipo de esa burguesía decadente, que esconde a cualquier precio sus miserias, encontramos a la bella Séverine. ¿Quién se puede imaginar que tras su pureza campan a sus anchas los deseos más oscuros y perversos? Pero que nadie se engañe: Séverine no es hipócrita ni frívola, ni siquiera busca enriquecerse ejerciendo la prostitución. Su lucha para dar rienda suelta a sus deseos es dura porque ella misma es su peor obstáculo. ¿Logrará ''Belle de jour'' imponerse a la reprimida Séverine?
Asistimos a este conflicto de la mano de una magnífica interpretación de Catherine Deneuve que nos convence sobradamente mostrándonos las dos caras opuestas de una misma mujer. ¡Qué decir de la dirección de Buñuel! Desde la primera escena, vemos cómo pone todo su empeño en escandalizar al espectador (incluso al espectador que cree haber visto todo) mostrándole el amplio espectro de las obsesiones humanas, fundamentalmente sexuales, mediante el simbolismo y la imagen surrealista; pero también a través de la sugerencia, recurso al que nadie saca tanto partido como el genio de Calanda. Quizá en esa apelación a nuestra imaginación se encuentre el secreto de la frescura de ese escandalizarse, de su subsistencia a lo largo del tiempo. Como si hubiera una comunidad de obsesiones entre las personas de todas las épocas...