Toda la película de Kechiche es como una inmensa historia cotidiana llena de momentos muy intensos de proximidad humana porque trata sobre la relación íntima entre personas reales.
Y aunque a veces la excesiva perspectiva contextual y descriptiva puede lastrar su fluidez narrativa, la desgarrada realidad de la obra justifica de sobra ese ornato colateral.
La exhibición desnuda de cuerpos hermosos suele concebirse como una concesión a la exigencia comercial pero hay ocasiones, como la presente, en que cobra pleno significado porque buena parte del mensaje que trasmite la película se escribe en clave de propuesta inequívocamente sexual.
Aunque no sólo eso.

Señalar también la magistral interpretación de Exarchopoulos y un permanente clima de tensión psicológica que encuentra cómodo alojamiento entre los fotogramas hasta que los títulos de crédito señalan la llegada del final.