La serie transcurre en un ir y venir de pijos con sus respectivas luchas entre ellos. Altas dosis de comportamientos traicioneros, relaciones pasajeras, infidelidades, y decepciones. Prácticamente en cada capítulo. Vamos, que al final comportamientos tan supuestamente impactantes y extraordinarios acaban convirtiéndose en monótonos, previsibles. Las traiciones absurdas son el pan de cada día.
Se pueden ver cosas tan originales como que la enemiga de la protagonista tenga una negra y una china como mascotas, que la protagonista salga con un chico de clase media que aparece no se sabe muy bien por qué en un superlujoso hotel por el simple hecho de cruzarse por el pasillo con él. Es importante matizar lo de la clase media, teniendo en cuenta que para la élite guay de la serie es insultante coincidir con la ordinaria clase media.
Lo mejor, los escombros de lo que fue la lucidez artística de Josh Schwartz.
Bueno, la música no está mal, y la voz narradora aporta bastante, aunque insuficiente. Pero vamos, este par de buenas pinceladas no deja de ser un rayo de sol en un gran y apestoso estercolero.
No comparto eso de “si eres chica y tienes entre 15 y 25 años te gustará”, ni el “les gustará a los fans de The OC o One Three Hill”.