El exceso de hype puede hacer que, en ciertas (más bien bastantes) ocasiones, el producto que vemos no suele ser tan bueno como esperamos. Esta es la perspectiva con las que un servidor fue al estreno de Mad Max: Furia en la carretera. Sin embargo, cuando encendieron las luces tras la finalización del metraje, uno tiene la sensación de que esta vez lo han logrado, han cumplido las expectativas.
George Miller vuelve a la gran pantalla con toda una exhibición de narrativa cinematográfica, con varias secuencias memorables, donde cada plano está cuidado al detalle. Sólo viendo la película en repetidas ocasiones podremos percibir todo lo que se nos cuenta debido a la desbordante riqueza visual que se nos ofrece.
En lo que respecta a los actores, están todos en su sitio. Tom Hardy se aleja del personaje que inició Mel Gibson en la primera película de la saga, para presentarnos a un outsider que se mueve por la supervivencia y por su particular visión moral. Tanto él como el resto de personajes forjan alianzas por esa necesidad de supervivencia; de resistir el máximo, incluso si hace escasos segundos eran enemigos. Charlize Theron llena la pantalla sólo con la mirada. Este vínculo que se forja entre los dos personajes principales resultará clave para que la historia no pierda el norte y aún dentro de su caos, siga manteniendo la coherencia.
Para que esta película se hubiera convertido en una obra maestra dentro de su género, sólo le falta un guión un poco más complejo y un mayor desarrollo de personajes. Con suerte, Mad Max: Furia en la carretera será la pionera de una saga donde conoceremos más de sus protagonistas y se elaborará más la historia que se nos ha contado. De eso modo, engrandecer aún más esta bomba de acción, caos y diversión.