Una película que va de menos a más. El planteamiento argumental es rebuscado y poco verosímil, y las obvias referencias a "Vértigo" pueden echar para atrás a más de uno cuando apenas se lleva un tercio de metraje. Sin embargo, gracias al buen hacer del director, a la austera puesta en escena, y a unas brillantes interpretaciones, la obra va despertando un interés casi hipnótico. La idea de intentar aparentar ser quien ya eres, y la extraña relación que se plantea entre los dos protagonistas, hace que la historia adquiera extraños tintes de depravación. El hecho de situar la trama en Berlín, en el momento inmediatamente posterior a la Segunda Guerra Mundial, aunque sin cargar las tintas en ello, constituye otro acierto. Petzold no es explícito con el holocausto ni con la política antisemita de la Alemania nazi, pero se trata de una idea que planea sobre cada escena, tiñendo cada situación de un patetismo enfermizo y perturbador. Los personajes secundarios, con subtramas que quedan apuntadas, sirven de contrapunto perfecto para situar la acción. En definitiva, el espectador (yo, al menos) acaba implicándose en la trama, en esta extraña reflexión sobre la traición, la culpa, el arrepentimiento, la supervivencia, el amor y la venganza. En cada momento uno puede cuestionarse por qué la protagonista actúa como actúa, y si no debería reaccionar de forma distinta ante cada situación concreta. Incluso desde un punto de vista moral. Y la tensión va in crescendo hasta un desenlace delicado, brillante y sugerente como pocos.