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December 15, 2011
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A raíz del último trabajo de Woody Allen, en la inauguración de la 64ª edición del Festival de Cine de Cannes, se hizo inevitable no hablar de la nostalgia. Darse la vuelta y remontarse en el tiempo con posado romántico (incluso melancólico, si la ocasión lo requiere) para encontrar la inspiración dio resultado con 'Medianoche en París'. La misma táctica lleva aplicando el francés Michel Hazanavicius desde hace no pocos años. Cinco hace exactamente del estreno de 'OSS 117: El Cairo, nido de espías', que tuvo la correspondiente secuela tres años después con 'OSS 117: Perdido en Río'. Ambas formaban la que vendría a ser la respuesta francesa a la saga "Austin Powers", de Michael Myers. Una propuesta que lejos de conformarse con dar réplica al fenómeno británico, ofreció una más que atractiva alternativa al actualmente tan sobado cine paródico.
Con un mimo encomiable por el estilo y con un sentido del humor mucho más agudo de lo que en un principio cabría esperar, Hazanavicius se reía de los clásicos del sub-género espía, sin perder jamás el respeto hacia los mismos. Es como el alumno que se ríe de su maestro sin olvidar que está en deuda con él. Una actitud muy similar adopta para 'The Artist', arriesgadísimo filme mudo presentado en blanco y negro (a la vieja, viejísima usanza, vaya), que por la apuesta formal, a nuestra cabeza solamente llega el concepto ''milagro''. Porque no cabe sino catalogar de milagro el que, en pleno siglo XXI, con las -malditas- gafas polarizadas imponiéndose cada semana más en las salas de cine, alguien tenga el atrevimiento -o la locura- de llevar adelante una película muda y carente de color. Parece también fruto de una intervención divina el que alguna productora (en este caso, la de los omnipotentes hermanos Weinstein, poca broma) haya tenido fe en dicho proyecto. Lo mismo puede decirse de que dicho filme haya entrado en el circuito comercial, más allá del art house festivalero, que a priori parecía su único destino.
Precisamente el primer destino que se había pensado para la presentación en sociedad de la cinta fue la Sección Un Certain Regard de Cannes (la conocida como segunda división en dicho certamen). Afortunadamente, a algún genio se le ocurrió que la Sección Oficial a Competición quizás sería un mejor escenario para dicho filme. Cambio de programa de ultimísima hora que se tradujo en uno de los mayores éxitos este año en la Croisette. A partir de ahí, la enésima confirmación del buen olfato de los Weinstein, que una vez más, han apadrinado una película que allá donde va ha conquistado los corazones de los espectadores... y que incluso suena para los Oscar. Se hace no obstante difícil visualizar a Hazanavicius y compañía conquistando la Academia, pero esta percepción se debe solamente a la aparente ligereza y tono desenfadado con la que se ha envuelto 'The Artist'.
Con un mimo encomiable por el estilo y con un sentido del humor mucho más agudo de lo que en un principio cabría esperar, Hazanavicius se reía de los clásicos del sub-género espía, sin perder jamás el respeto hacia los mismos. Es como el alumno que se ríe de su maestro sin olvidar que está en deuda con él. Una actitud muy similar adopta para 'The Artist', arriesgadísimo filme mudo presentado en blanco y negro (a la vieja, viejísima usanza, vaya), que por la apuesta formal, a nuestra cabeza solamente llega el concepto ''milagro''. Porque no cabe sino catalogar de milagro el que, en pleno siglo XXI, con las -malditas- gafas polarizadas imponiéndose cada semana más en las salas de cine, alguien tenga el atrevimiento -o la locura- de llevar adelante una película muda y carente de color. Parece también fruto de una intervención divina el que alguna productora (en este caso, la de los omnipotentes hermanos Weinstein, poca broma) haya tenido fe en dicho proyecto. Lo mismo puede decirse de que dicho filme haya entrado en el circuito comercial, más allá del art house festivalero, que a priori parecía su único destino.
Precisamente el primer destino que se había pensado para la presentación en sociedad de la cinta fue la Sección Un Certain Regard de Cannes (la conocida como segunda división en dicho certamen). Afortunadamente, a algún genio se le ocurrió que la Sección Oficial a Competición quizás sería un mejor escenario para dicho filme. Cambio de programa de ultimísima hora que se tradujo en uno de los mayores éxitos este año en la Croisette. A partir de ahí, la enésima confirmación del buen olfato de los Weinstein, que una vez más, han apadrinado una película que allá donde va ha conquistado los corazones de los espectadores... y que incluso suena para los Oscar. Se hace no obstante difícil visualizar a Hazanavicius y compañía conquistando la Academia, pero esta percepción se debe solamente a la aparente ligereza y tono desenfadado con la que se ha envuelto 'The Artist'.
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A pesar de ello, nada puede ocultar que estamos ante una cinta en muchos sentidos prodigiosa. Uno de estos ejemplos en los que todas las piezas que componen el engranaje de cualquier producto fílmico encajan y funcionan casi a la perfección. Desde la amable banda sonora de Ludovic Bource hasta la magistral dirección de Michel Hazanavicius, pasando por el interesantísimo guión firmado por el citado autor, la cuidada fotografía con sabor añejo de Guillaume Schiffman y cómo no, otra lección magistral de camaleonismo de la mano de Jean Dujardin, ese actorazo en la sombra capaz de dar el pego tanto como el Sean Connery "al servicio de su Majestad", como en esta ocasión el Douglas Fairbanks o el Fred Astaire -entre muchos otros- de la mejor época.
Para buena época del cine, la de aquellos dorados y felices años veinte, en los que el poder Hollywoodiense crecía de forma exponencial... y en los que el conocido como el séptimo arte, sufriría uno de los cambios más radicales de su corta pero intensísima historia. Año 1929, los grandes productores se frotan las manos ante las infinitas posibilidades que va a ofrecerles el acople del sonido en su negocio... mientras, a algunas estrellas consagradas del celuloide les entra el vértigo al no verse capaces de afrontar el lavado de cara radical al que va a someterse su profesión. Es el caso de George Valentin (una vez más, excelente Jean Dujardin, cuyo trabajo es también deudor de la química que establece con la encantadora Bérénice Bejo), un guaperas engreído ídolo de masas que se va a ver abocado al ostracismo con el giro de ciento ochenta grados que da su oficio.
Problemática planteada (suena la campana de 'Cantando bajo la lluvia', ¿verdad?), estupendamente desarrollada y todavía mejor resuelta. Definida por su director como una conjunción de citas, referencias y plagios, 'The Artist' es una formidable comedia que a parte de entretener con una facilidad casi insultante, se permite el lujo de escribir una emotiva carta de amor a este gran circo al que llamamos "cine", siempre cambiando su cara; siempre hambriento de carne de fresca. Otra ocasión en la que Hazanavicius demuestra que sabe lo que se hace, y en la que pone todo su savoir faire al servicio de un producto tan arriesgado como fascinante; tan divertido como entrañable. Para que no sea dicho, que quede constancia: en pleno siglo XXI, una película muda y en blanco y negro logró en su día una calurosísima ovación en una de las salas de proyección más célebres del mundo, y va lanzada a convertirse en uno de los títulos más queridos del año. El cine silente resucita... y reclama con toda justicia su presencia en el panorama actual.
Para buena época del cine, la de aquellos dorados y felices años veinte, en los que el poder Hollywoodiense crecía de forma exponencial... y en los que el conocido como el séptimo arte, sufriría uno de los cambios más radicales de su corta pero intensísima historia. Año 1929, los grandes productores se frotan las manos ante las infinitas posibilidades que va a ofrecerles el acople del sonido en su negocio... mientras, a algunas estrellas consagradas del celuloide les entra el vértigo al no verse capaces de afrontar el lavado de cara radical al que va a someterse su profesión. Es el caso de George Valentin (una vez más, excelente Jean Dujardin, cuyo trabajo es también deudor de la química que establece con la encantadora Bérénice Bejo), un guaperas engreído ídolo de masas que se va a ver abocado al ostracismo con el giro de ciento ochenta grados que da su oficio.
Problemática planteada (suena la campana de 'Cantando bajo la lluvia', ¿verdad?), estupendamente desarrollada y todavía mejor resuelta. Definida por su director como una conjunción de citas, referencias y plagios, 'The Artist' es una formidable comedia que a parte de entretener con una facilidad casi insultante, se permite el lujo de escribir una emotiva carta de amor a este gran circo al que llamamos "cine", siempre cambiando su cara; siempre hambriento de carne de fresca. Otra ocasión en la que Hazanavicius demuestra que sabe lo que se hace, y en la que pone todo su savoir faire al servicio de un producto tan arriesgado como fascinante; tan divertido como entrañable. Para que no sea dicho, que quede constancia: en pleno siglo XXI, una película muda y en blanco y negro logró en su día una calurosísima ovación en una de las salas de proyección más célebres del mundo, y va lanzada a convertirse en uno de los títulos más queridos del año. El cine silente resucita... y reclama con toda justicia su presencia en el panorama actual.