A veces la forma determina el resultado de un producto. Infieles se desbarranca porque hace del eclecticismo estructural una columna vertebral para un argumento que exigía otra forma. La peli no persigue el remate, el chiste de carcajada final bien sonora. De ser así deberíamos estar ante una comedia de principio a fin en donde sus mejores climax logrados sean netamente cómicos. Pero, oh curiosidad, la obra alcanza sus mejores momentos mediante densidades dramáticas excelentemente manejadas y pésimamente administradas dentro de la trama. Cada escena fascilonga y chistosa siempre está a punto de hundirse en la tragedia. No todas lo hacen, porque los directores eligieron frenarse de antemano y quedarse en la risa. Nuevo pecado, porque otras entran de lleno en el dramón incómodo recontra exprimido para, finalmente, ser cortado bruscamente con puentes que funcionan en tanto unidades de situación y remate (la visita al doctor; la escena sadomasoquista). Por ende intentemos organizar el análisis porque la obra por sí misma no nos deja:

1. Historias de tono gracioso chabacano. Las predominantes.
2. Historias con densidad dramática. Lo más logrado del film.
3. Chistes/puente. Nexos conectivos entre las historias mayores.

Existe en Los infieles una coherencia conceptual (ese desenlace ya se viene insinuando desde la introducción de la obra con los dos follando en la misma habitación) que se contrapone con un caos estructural armado así solo para que el espectador se sorprenda. Los infieles pierde por caprichos de dirección. Una picardía.